El Mago Guerrero

Estuve leyendo tu historia del mago guerrero y está muy bien.^^

Creo que no tardaré en retomarla, aunque ahora creo que igual me centro en la traducción del Dark Mysteries cuando ande con el ordenador

Lo esperaremos con ansias Loco!
es una masa la historia, segui asi y termina la traduccion del Dark Mistery de una vez
na mentira, no hay prisa jajaja
suerte!

NOTA: (Recomiendo leer capitulos anteriores para recuperar el hilo de la historia después de tanto tiempo)

CAPITULO 6. La amargura de la derrota.
Leo recuperó la postura y formuló otro hechizo. Una gran bola relampagueante se dirigió al traidor, que la esquivó con una pirueta antes de lanzar un espadazo lateral contra Leo, que lo paró, con relativa dificultad. Entonces, Leo se echó, posando la espalda contra la puerta.
-¿Por qué hacéis esto, bastardos? -le chilló al Mago Guerrero traidor.
-¿Por qué crees que lo hacemos?
-Por dinero y poder -escupió Leo.
Aprovechando la distracción, el traidor lanzó una estocada rápida, pero Leo la esquivó, rodando por el suelo. Entonces, los dos combatientes empezaron a vigilarse, en guardia, mirándose fijamente a los ojos, que resplandecían en ambos casos.
-En parte -dijo el traidor-. Pero también por una razón...
-¿Cuál?
El traidor lanzó una nueva serie de estocadas, que Leo fue parando con más o menos dificultad.
-Hmmm... es una larga historia, necio, y no tengo tiempo para contarla.
-Entonces te la tendré que sacar a golpes -dijo fríamente Leo, lanzando un fuerte mandoble descendente a su oponente. Éste lo paró, pero mientras Leo aprovechó la distracción para lanzarle una patada en la entrepierna, haciéndole perder el equilibrio, aunque no soltó el mandoble. Entonces, Leo formuló otro hechizo, y una fuerza telequinética golpeó, con una fuerza tremenda, al traidor en el hombro, empujándole para atrás. El traidor soltó la espada, y se dio un fuerte golpe contra la pared.
Entonces, Leo formuló rápidamente otro hechizo. El traidor quedó paralizado. Leo cogió su mandoble y lo lanzó al extremo opuesto de la habitación.
-¿Quién es el necio ahora, cabrón?
El traidor no respondió. Leo sintió como trataba de superar la fuerza con la que trataba de superar su hechizo, pero no le dejó.
Entonces, Leo lanzó otro hechizo contra la puerta, derribándola estrepitosamente. En la habitación entraron unos cuantos Magos Guerreros, entre los que estaban Irina, Diego, Conz, dos Maestros, varios Magos Guerreros Consagrados y unos cuantos aprendices.
-¿Qué noticias tenéis? –preguntó Leo.
-No muy buenas –dijo Diego- La mayor parte de los traidores se han ido ya, pero han dejado unos cuantos de ellos y bastantes soldados a tocarnos las narices. Nos los hemos cargado a todos, pero bastante gente ha muerto durante la lucha.
-Son malas noticias –observó Leo-. ¿Escapó el traidor que se llevaba todo nuestro instrumental y nuestras fórmulas y la Poción de la Consagración?
-Sí –gruñó Irina-. Después de conducir a aquella Aprendiza ante Conz traté de perseguirle, pero me salieron bastantes traidores y enemigos al paso, y me obligaron a combatir, retrasándome. De hecho, si no hubiera sido por otros igual no habría sobrevivido a la batalla.
-Pero… si yo he estado combatiendo solo un rato aquí… -dijo Leo despacio-. ¿Cómo puede haber habido tanto combate en tan poco tiempo?
-¿Importa? –preguntó Conz, en tono hosco.
Leo se dio cuenta de que, en realidad, no importaba.
-Bueno, os presento al traidor que me retuvo aquí mientras el otro hijo puta escapaba –dijo Leo, señalando con su mandoble al traidor paralizado-. He conseguido desarmarle, y ahora le voy a sacar, a base de dolor, muchas cosas… como por qué trabajan para el Imperio del Sur y qué coño planean hacer con nuestras pertenencias.
-¿Y cómo pretendes sacárselo? ¿Le vas a torturar? –le preguntó Diego.
-Naturalmente –dijo Leo, y entonces formuló un hechizo. De su mano brotaron unos rayos, que hicieron estremecerse al traidor de dolor.
-Esto solo es un aperitivo –le dijo-. Así que más te vale responder a mis preguntas con claridad meridiana, si no quieres exhalar el último aliento aquí, ¿entendido?
El traidor no respondió. Como consecuencia, Leo le dio un fuerte puñetazo en la boca.
-Empecemos.
Conz intervino:
-Bueno, si quieres tortúrale, yo tengo cosas importantes que hacer… ahora que soy el Mago Guerrero de mayor rango que queda.
-Márchate, si no quieres ver sangre –le dijo burlonamente Leo-. Saluda a las hermanitas de la caridad de mi parte.
Indignado ante la respuesta sarcástica, Conz se marchó. Los demás Magos Guerreros, inseguros, y al ver que Leo no les prestaba más atención, decidieron seguirle… excepto Irina y Diego.
-Irina, creo que ha llegado la hora de que te vengues de estos bastardos por lo que te hicieron sus secuaces del Martillo de Guerra –dijo Leo-. Pero asegúrate de que no muera… le quiero ver SUFRIR, PEDIR CLEMENCIA, ¿entendido?
-Será un placer, Maestro –dijo socarronamente la Maga Guerrera.
La Maga Guerrera formuló, por su parte, otro hechizo. Un rayo verde se dirigió directo a los ojos del traidor, que chilló de dolor.
-Ya ves, ahora te toca pagar la amargura de la derrota –dijo, indiferente, Diego.
-¿La vuestra… o la mía? –preguntó, entre suspiros, el traidor, cuya cara, impasible antes, ahora empezaba a tornarse muy pálida, fruto del terror y de la tortura mágica.
-Las dos –dijo Diego, con sus ojos de resplandor plateado brillándole tristemente, entonces formuló otro hechizo. Una barra de acero acudió a su mano.
-¿Qué vas a hacer, Diego? –le preguntó Irina, al ver su rostro.
-Aportar mi granito de arena –dijo el Mago Guerrero-. Como dije, tenemos que hacerle pagar nuestra derrota… aunque sea para quitarnos la amargura.
Diego se acercó, lentamente, al traidor, empuñando con una mano el acero. Mientras andaba formuló un hechizo: el acero se puso al rojo, como si un herrero lo acabara de hacer pasar por el fuego de forja. Diego cogió al traidor con la mano libre y lo tiró al suelo. Entonces empezó a quitarle la coraza de la armadura pesada al traidor, descubriendo una camisa oscura debajo de él. Diego le partió la camisa en dos de un tirón, dejando su espalda al descubierto. Entonces, empezó a pasar el hierro por encima de la espalda, causándole graves quemaduras y un gran dolor (acompañado, esta vez sí, por gritos muy fuertes de dolor).
-Esa ha sido una buena idea –dijo Leo, en tono aprobador.
A los dos minutos de la tortura del hierro, Leo hizo un gesto a Diego, que cesó la tortura.
-Bueno, veamos si este traidor está dispuesto a hablar –dijo, en tono de voz gélido, Leo.
Leo se acercó al traidor, Diego se fue apartando a medida que el otro Mago Guerrero se iba acercando. Entonces, de una fuerte patada al costado, Leo puso al traidor boca arriba de nueva. Se oyó un nuevo grito.
-Bueno, traidor. Comienza el interrogatorio… ¿Te ha dolido hasta ahora?
-Sí –dijo entre suspiros de dolor el interrogado.
-Lástima… porque no hemos hecho nada más que empezar… a Irina y a Diego les sobran fuerzas y energías para torturarte durante un buen rato más, ¿verdad?
-Sí –dijeron los otros dos Magos Guerreros al unísono.
-Así que si quieres evitarte más dolor, empieza a cantar –concluyó Leo.
El traidor tragó saliva, y empezó a hablar:
-Trabajamos para el Emperador del Imperio del Sur, como ya sabéis, y…
-¿Es que no tienes nada más interesante para contar? ¡Ve al grano! –le increpó Leo.
-Bueno, pues su objetivo es convertir a sus soldados en Magos Guerreros, e ir entrenándolos como a éstos para poder conquistar el Imperio del Norte sin demasiadas bajas… célebre es nuestra gran habilidad a la hora de repartir muerte equitativamente.
-¿Y cuánto tiempo hace que trabajáis para él?
-Unos años, en los que se ha conformado el Martillo de Guerra para ir allanando la invasión del Imperio del Norte, amasando poder y saboteando a nuestros enemigos… mientras se iba captando más Magos Guerreros para nuestra causa… ahora mismo, hay casi más Magos Guerreros en nuestro bando que en vuestra asquerosa Organización…
-Después de la matanza que habéis hecho aquí, profanando nuestra fortaleza, eso no lo dudo –gruñó Diego.
-Sigue hablando –le dijo Leo al traidor.
-Así que hemos estado entrenándonos duro para servir al Imperio del Sur y para este día… ahora, con los secretos de la Organización, surgirá una Organización más fuerte… ¡que ayudará al Imperio del Sur a conquistar el mundo… y que, con el tiempo, se convertirá en el verdadero PODER!
-Entonces, ¿quieres crear Magos Guerreros con nuestros secretos para el Imperio del Sur? Eso es más costoso de lo que parece en tiempo y vidas…
-No importa. El Martillo de Guerra no ha hecho más que empezar a actuar y hasta que lancemos el ataque definitivo todavía quedan años y años para convulsionar todo el Imperio del Norte como quien da un puñetazo en un avispero.
-¿Y quién os ha reclutado exactamente, y os dirige? ¿El Emperador del Sur?
-Sí y no…
-¡Sé más explícito! –dijo Irina, formulando un hechizo que envolvió en un tremendo relámpago al traidor. Éste ya no pudo resistir más la tortura y cayó muerto.
Leo le dio la espalda y se dirigió a sus dos compañeros.
-Bueno, si la mayoría de los traidores y sus secuaces han huido al Imperio del Sur, supongo que todavía queda mucho que hacer. Como recuperar lo que es nuestro.
-Eso parece –dijo Diego.
-¿Y qué ocurre con la Organización? –preguntó Irina.
-Que se preocupe Conz por la maldita Organización, al fin y al cabo es el único Maestro Supremo que queda. Nosotros debemos asegurarnos de que los traidores reciben doblemente el golpe de hoy.. hay que matarlos a todos y recuperar lo que es nuestro, y si podemos poner en su sitio al Imperio del Sur se pone y ya está. Aunque nos vaya la vida en el intento –dijo Leo, con decisión.
-Viendo lo ocurrido hoy, eso parece bastante posible –comentó Diego.

FIN DEL CAPITULO 6.

Ya me los lei que no los habia visto , Te felicito Loco , has hecho un gran trabajo literario

Magnifico Loco!!!! Creo que has hecho muy bien en retomar la historia, sigue asi!!!!

Saludos!!!!

Era hora que lo retomaras Loco, gran capitulo

CAPITULO 7. Los Pantanos del Límite.
Diego volvió al campamento que los Tres Magos Guerreros habían establecido aquella noche en un claro en el Bosque de Arrent, cerca de los Pantanos del Límite (unas ciénagas que constituían una frontera natural entre los dos Imperios). Cerca suyo, todavía dormían Leo e Irina, que aquella noche se habían dormido muy tarde (dado que antes habían estado concentrados en otros menesteres, para lo que Diego había tenido que dejarles a solas).
Hacía unas cuatro semanas que, a caballo, los tres Magos Guerreros habían abandonado, sin avisar a Conz ni a ninguno de los otros supervivientes del ataque traidor, la Fortaleza de la Organización. Durante ese periodo, no se habían encontrado con ningún enemigo (excepto un grupo de bandidos que les emboscó al décimo día, encontrando una muerte rápida bajo el filo de sus mandobles).
De repente, un sonido de cascos se oyó en el aire. Diego, alerta, echó la leña que había traído para reavivar la hoguera a la misma y desenfundó su mandoble, listo para defenderse si era necesario.
Una voz ronca se alzó:
-Bueno, muchachos, estamos cerca de los Pantanos del Límite. Si todo sale a pedir de boca, tendréis recompensas muy buenas, más allá del dinero.
Entonces, al oír esa sospechosa intervención, Diego decidió seguir la dirección de las voces. Para ello salió al camino.
Un grupo de unos seis jinetes del Martillo de Guerra estaba recorriendo a caballo el camino en dirección al sur. Diego los vio acercarse... y decidió plantarles cara.
Al ver al Mago Guerrero bloqueando el camino, uno de los jinetes, el que parecía el cabecilla, desenfundó su espada y preguntó a Diego:
-¿Y tú quién eres?
-Tu peor pesadilla.
Diego formuló un hechizo, y el caballo del cabecilla así como su jinete estallaron en llamas. Los otros jinetes se alejaron, al galope, en dirección contraria, huyendo lo más rápido posible.
Diego decidió no perseguirlos, y regresó al claro en el que estaban acampados. Leo e Irina ya estaban levantados, vistiéndose con sus armaduras y preparándose para reemprender el camino.
-Ah, buenos días, parejita –dijo burlonamente Diego.
-¿De dónde vienes? –le preguntó Leo.
-Nada, me he encontrado en el camino con unos del Martillo de Guerra y me he cargado a su líder. Los demás han huido por donde han venido.
-Bueno, pongámonos en marcha –dijo Leo.
Diego se acercó a Leo, y le susurró:
-¿Qué tal la limpieza de lanza?
Leo le mandó a la mierda.

A mediodía llegaron a los Pantanos del Límite. Una vez se hubieron adentrado un poco, se encontraron con un grupo de humanos y un elfo vistiendo armaduras ligeras y capas verdes (lo que les identificaba como miembros del Árbol del Equilibrio). Estaban sentados al pie de una fogata, comiendo. Los dirigía un enano al que Leo conocía muy bien…
-¡Mariusz!
-Hola, Leo –dijo el enano, después de tragar el trozo de carne que tenia en la boca-. ¡Vaya, parece que últimamente nos estamos encontrando mucho aquí y allá!
-¿Qué os trae aquí?
Mariusz se puso serio.
-Escucha… unos pocos días después de que aquella reunión en la que nos atacaron esos Magos Guerreros traidores capturamos a un tío del Martillo de Guerra. Mediante torturas, en colaboración con unos soldados del Imperio del Norte, conseguimos arrancarle lo del ataque a vuestra Fortaleza… Naturalmente, pronto nos enteramos de lo ocurrido.
Leo no dijo nada.
-Así que nos mandó aquí, al Pantano del Límite, a intentar que no pudieran pasar al Imperio del Sur… pero llegamos tarde –terminó de decir el enano-. Los elfos que viven en esta zona ya nos dijeron que toda una tropa de soldados del Imperio del Sur, gente del Martillo de Guerra y Magos Guerreros encapuchados pasó camino del sur… Los elfos, aunque controlan para el Imperio del Norte el tráfico de gente entre los dos Imperios, no se atrevieran a atacarles…
-Hicieron bien –dijo Irina en un tono de voz grave-. Probablemente no habrían sobrevivido a un combate de tal magnitud…
-No obstante, sabemos que ya han informado a la comandancia del ejército del Imperio del Norte más cercana –dijo uno de los guerreros humanos-. Así que no tardarán mucho en organizar un ataque por la retaguardia a esos hijos de perra.
-Nosotros llegaremos antes –gruñó Leo-. Gozamos de una gran movilidad con estos caballos y tenemos nuestras grandes habilidades para ganar ventaja… no creo que necesitemos a nadie para…
-¿Tú crees? Estamos hablando de una tropa que ha conseguido tomar al asalto la base ancestral de los Magos Guerreros –le replicó Irina-. Pienso que, si nos encontramos con ayuda, no deberíamos rechazarla…
-Yo pienso igual –dijo Diego.
-Pero las decisiones las tomo yo, ¿entendido? –les dijo Leo. Al ver que sus compañeros no le respondían, se volvió a dirigir a Mariusz.
-Considerando el número de enemigos a los que vamos a tener que enfrentarnos, diría que no nos vendrá mal vuestra ayuda… dado que no vamos a sentarnos a esperar a que vengan los soldados a ayudarnos.
-Puedes contar con nuestras armas, Leo –dijo, solemnemente, Mariusz-. En ese caso, deberíamos ponernos en marcha de inmediato.
Los guerreros del Árbol del Equilibrio subieron a los caballos, y enseguida el grupo de jinetes empezó a cruzar, galopando a gran velocidad, los Pantanos del Límite.
Al llegar al final del camino, un grupo de unos veinte elfos con espadas y arcos se puso en mitad del camino.
-¡Alto! –dijo el que parecía el cabecilla, un elfo muy alto y delgado de pelo gris y rostro atemporal, que estaba acompañado por una elfa rubia muy hermosa-. ¿A dónde vais?
Leo tomó la palabra:
-Vamos a…
Entonces, la elfa al lado gritó:
-¡Mirad, vienen más jinetes detrás!
Eso hizo que todo el grupo de los Magos Guerreros y el Árbol del Equilibrio se diera la vuelta… una gran columna de jinetes con el símbolo del Martillo de Guerra estaban cabalgando hacia ellos, armas en ristre.
-Son enemigos –le dijo Leo al líder elfo-. Haz que tus arqueros disparen.
Ante esas palabras, los arqueros elfos empezaron a disparar a los jinetes enemigos. Varios de ellos cayeron, pero la columna siguió avanzando. De hecho, varias flechas llegaron también de la columna, y dos elfos cayeron ensartados por ellas.
-¡Flor de Miel, ve a buscar más guerreros para repeler este ataque! –ordenó el jefe elfo a la elfa que se encontraba a su lado. Entonces, entonó un canto mágico. Un viento huracanado se cernió sobre los jinetes, derribando a varios de sus monturas. Esto retrasó a los jinetes, permitiendo que los elfos dispararan otra oleada de flechas sobre ellos, cobrándose más vidas enemigas.
Mariusz espoleó su poni y se colocó al lado de Leo.
-¿Qué hacemos?
-Escuchad –les susurró Leo-. Los elfos van a estar ocupados con estos canallas… cruzad a toda leche el Pantano mientras luchamos. Yo les ayudaré a repeler el ataque. Irina, Diego, acompañad a Mariusz y sus hombres a cruzar el Pantano. ¡Rápido!
-Pero… -intentó protestar Diego, pero Irina le tiró del brazo. Rápidamente, todos los jinetes del Árbol del Equilibrio cruzaban el Pantano, aprovechando que los elfos estaban distraídos disparando a los Jinetes del Martillo de Guerra. Entonces, Leo, después de que otra oleada de flechas se cobrara unas cuantas vidas más en el Martillo de Guerra, desenfundó su mandoble, y, sin pensarlo, cargó contra sus enemigos, ante el asombro de los elfos (que ahora, gracias a un grupo de guerreros de refresco que había llegado con la elfa llamada Flor de Miel, eran bastantes más que antes), hasta el punto que estos dejaron de luchar…
En su carga, Leo tuvo que conducir a su caballo de manera que esquivara varios proyectiles lanzados por los jinetes del Martillo de Guerra. Y así, llegó hacia los primeros jinetes enemigos, de los cuales se libró con una combinación certera y mortal de espadazos. Pero, entonces, de repente, cuando iba a acometer al séptimo enemigo (después de haber matado a los seis primeros jinetes), un resplandor cegó su vista, y él se cayó del caballo, sintiendo un gran mareo y dolor de cabeza…

FIN DEL CAPITULO 7.

Impresionante, me ha encantado Loco , es como estar leyendo una novela, enhorabuena por seguir con esta historia de una manera tan magnifica!!!!!

Saludos!!!!

Buen capitulo loco =D

CAPITULO 8. Un extraño viaje.
La cabeza de Leo empezó a dar vueltas, mientras su vista se iba desenfocando. Alrededor de su cuerpo, que empezaba a colgar del caballo mientras Leo se sumía en aquel extraño y repentino letargo, varios jinetes del Martillo de Guerra iban cayendo, víctimas de la mordedura de las flechas élficas. Al mismo tiempo, de repente, una gran tropa de jinetes y soldados del Imperio del Norte acababa de llegar, camino del Imperio del Sur (seguramente la tropa armada cuya misión era, en origen, detener a los traidores y sus secuaces que portaban los secretos de los Magos Guerreros), y, al ver la situación, habían decidido atacar la retaguardia del Martillo de Guerra, que, así, parecía estar, cada vez más, entre el martillo y el yunque.
Sin embargo, Leo perdió la conciencia, cegado por aquel misterioso resplandor...

Al despertar, Leo se vio en un lugar cubierto por una misteriosa neblina carmesí, que resultaba pesada para su vista. Había mucho calor en el ambiente, y, a la vez, una gran sensación de agobio. Leo pronto identificó esto como una magia hostil inherente en el ambiente, por lo que, antes de que la sensación de agobio fuera a más, formuló un hechizo. La neblina carmesí no se disipó, aunque el efecto que causaba sobre la vista disminuyó, permitiendo a Leo, de una vez, recuperar su vista normal. La sensación de agobió disminuyó. Pero esas dos buenas noticias para el Mago Guerrero se contrarrestaban con otro hecho. estaba en un lugar desconocido, del que no tenía ni idea de cómo salir, ni a dónde, e ignorando qué podría encontrar por el camino, y si ésto no fiera poco, tampoco sabía si las posibles amenazas que le aguardaban podrían ser incluso rivales para un Mago Guerrero (lo cual, como dicho parece inverosímil considerando su poder, pero viendo el hecho y el efecto que aquella magia había tenido en un principio sobre él, pues dejaba de ser inverosímil).
Entonces, Leo empezó a caminar por el extraño ambiente cubierto por neblina carmesí, que domostró ser un pasadizo de suelo de rocas basaltas y de paredes del mismo material, sin fin aparente y con numerosas bifurcaciones).

Una figura ataviada con una túnica negra obseervó, desde los matorrales del Pantano del Límite, como los hombres de la tropa del Martillo de Guerra eran pasados a cuchillo y espada sin piedad por los soldados del Imperio del Norte y los guerreros elfos. Entonces, se escabulló, en dirección al Imperio del Sur. Cuando se encontró, por fin, a salvo, formuló un hechizo y se encontró hablando con la figura de un hombre:
-Señor, la misión ha sido cumplida... al menos en parte. Hemos sacrificado a algunos de nuestros peones pero a cambio hemos eliminado a uno de los alfiles del Imperio del Norte.
-¿A quién?
-A ese Leo, que tanto ha andado estorbandonos últimamente, y que anda conchabado con ese Abdul Ja-Maja y su Árbol del Equilibrio... y que es un acérrimo enemigo de nuestros propios alfiles.
-Bien hecho, amigo mío -dijo la figura-. ¿El método ensayado funcionó?
-Sí, aún así parece que el enemigo ha estado moviendo sus propios peones hacia nuestro propio terreno...
-Debes informar a la fortaleza de Zadratt, y hacer que se preparen para entablar una batalla con esos peones del Imperio del Norte. Al mismo tiempo, debes tratar de asegurar que los alfiles y peones que infiltramos en esa Fortaleza de la Organización lleguen al sitio de experimentos... a la futura Fortaleza.
-Así se hará -dijo el hombre de túnica negra.


Leo perdió la cuenta de cuanto tiempo había estado andando. Además de andar (y no llegar a ninguna parte, dado que tomando el camino que tomara parecía no avanzar), también había intentado contactar mágicamente con Irina y con Diego pero no lo había conseguido (lo cual era muy extraño, considerando que normalmente los Magos Guerreros, en el supuesto de que quisieran comunicarse entre ellos, no tenían problemas para hacerlo). Al final, se encontró, después de muchas horas vagando por el monótomo ambiente, con un anciano hombre vestido con una túnica y una capucha pardusca.
-Vaya, vaya, ¿qué tenemos aquí? .dijo en tono cabreado Leo-. ¿Eres tú el culpable de que yo me encuentre en este maldito lugar?
-Diría que no -dijo el anciano con voz lenta, grave y cansada-. Yo mismo llevo ya aquí varios días...
-¿Cómo?
-Verás, yo soy un hechicero, y solía trabajar para el Árbol del Equilibrio en una de las ciudades del norte del Imperio del Sur como informante y colaboracionista, aunque por lo demás no andaba metido en nada... pero un día por lo visto un hechicero rival mandó a unos matones a sueldo a robarme un artefacto mágico que yo había conseguido gracias a la acción de unos... intermediarios...
-Otros matones a sueldo.
-Sí -admitió el hechicero-. Por cierto, mi nombre es Lacroix.
-Mi nombre es Leo, como ves soy un Mago Guerrero. ¿Sabes quiénes somos?
-Sí -dijo Lacroix, encogiéndose de repente. Leo ignoró el temor repentino del hechicero, e indicó a Lacroix que prosiguiera con su historia, cosa que el hechicero hizo de inmediato-. Como dije, mandó a unos matones a prenderme... naturalmente, ante mí esos matones no tuvieron una oportunidad. Los descubrí y los convertí en un montón de cenizas con un par de hechizos de fuego. Así que este mago rival, que trabaja para el Imperio del Sur, debió de hacer investigar mis trapos sucios al ver que no podía derrotarme por medio de intermediarios... así descubrió lo mío con el Imperio del Norte y el Árbol del Equilibrio y me denunció a los alguaciles. Un poderoso nigromante vino a prenderme, y lo hizo. Y me encerró en esto...
-¿Y esto qué es?
-Una prision mágica -dijo Lacroix-. Gracias a mi magia, puedo, al igual que veo que tú también puedes, protegerme de sus efectos debilitadores, aunque no sé por cuanto tiempo... y podríamos vagar eternamente por esta prisión...
-O hasta que la sed y el hambre terminen por derrotarnos -gruñó Leo, sombrío...
-Si no derrotamos al Custodio.
-¿Y qué es el Custodio? Porque sea lo que sea, me aseguraré de derrotarle...
-Un demonio -dijo Lacroix-. Durante mi estancia aquí le he estado estudiando... y no parece, digamos, inofensivo. No precisamente. Es un demonio de la familia de los Gehennam, más concretamente un Soldado de esta familia. Muy poderoso para mí, aunque tal vez combinando nuestras fuerzas podamos derrotarlo...
-¿Un Gehennam? ¿Qué tipo de demonio es? Sé que hay una familia de demonios por cada elemento del mundo y que cada una tiene su propio plano, aparte del nuestro, el plano material, pero...
-Demonio de fuego -dijo Lacroix-. Los Genehham son los demonios de fuego, luego están los Shytan, del elemento agua; los Sordes que son del elemento tierra, y los Njenga, del elemento aire. Pero para traer demonios de su plano al neustro (y más para luego vincularlos a hechizos poderosos como son las prisiones mágicas) hace falta una gran cantidad de poder y de energía mágica... Pocos serían capaces de hacerlo en todo el mundo. No me extraña que un mago como yo haya acabado aquí... porque comparado con otros soy un hechicero relativamente brillante, pero no podría competir con un nigromante o hechicero capaz de hacer lo que ha hecho el que me encerró aquí...
-¿Te has enfrentado ya al Genehham? -le cortó Leo.
-Sí, con nefastos resultados por mi parte -dijo Lacroix, y se quitó la capucha. Leo vio una cara completamente quemada, aunque no se inmutó-. Aunque no sea de los demonios más poderosos en su familia, es un rival formidable para alguien como yo...
-¿Y cómo lo puedes localizar?
-Con un hechizo -explicó Lacroix-, puedo detectar en qué parte de la prisión mágica se encuentra este Custodio.
-Pues venga... si es verdad que hay que derrotar al Custodio para salir de aquí tenemos que hacerlo cuanto antes, Lacroix.
Lacroix formuló un hechizo, y, de repente, empezó a moverse, guiado por su magia, como si ésta de una brujula se tratara, encaminándose rápidamente hacia el Genehham, el demonio de fuego, el Custodio de la prisión mágica que era, en realidad, lo único que todavía retenía tanto al hechicero como al Mago Guerrero en aquella prisión mágica.
Al cabo de un rato llegaron ante él. Era una figura sobrenatural, rodeada por un aura de fuego, que empuñaba una maza ígnea gigantesca, y que se movía lentamente.
-Ahí está -murmuró Lacroix-. Que Dios nos acompañe...
Leo formuló un hechizo de barrera de hielo (para no prenderse en llamas durante el combate con el Custodio), y desenfundó su mandoble, acercándose lentamente al Genehham. Éste vomitó una poderosa llamarada, que se encontró con la barrera defensiva del Mago Guerrero (lo que le permitió a Leo no convertirse en una antorcha humana en ese mismo momento). Entonces, Leo desenfundó su daga y formuló un hechizo. Un destello gélido iluminó el filo del arma, que Leo lanzó, con habilidad, hacia el Genehham. Sin embargo, al cabo de un momento... el demonio ya no estaba en el mismo punto: se había teletransportado al lado de Lacroix, que, en un acto reflejo formuló un hechizo de rayo de hielo contra el Custudio, que, aunque acusó ese golpe, no se arredró, y asestó un fuerte golpe con la maza al hechicero, que ejecutó el hechizo de teletransportación... y apareció al lado de Leo.
-Escucha, Mago Guerrero -dijo el hechicero a Leo-. Debemos permanecer juntos, para que el demonio no se escape del alcance de nuestras armas y hechizos. Si no no tenemos ninguna posibilidad de derrotarle.
-Vale -dijo Leo.
Entonces el Custodio aparecío por detrás de ellos, e intentó asestar otro fuerte mazazo, pero la barrera de Leo, una vez más, protegió a los dos de los poderosísimos ataques del demonio. Entonces, Leo asestó una rapidísima combinación de golpes con el mandoble, y el último golpe de esta combinación acertó al Custodio, que aunque se tambaleó, no sufrió ningún daño. Por lo visto, era inmune incluso al mejor acero templado...
-Solo son vulnerables a los hechizos del elemento contrario -dijo Lacroix, lanzando otro rayo de hielo, esta vez más potente al Custodio, que se teletransportó rápidamente para que el hechizo no le acertara. Entonces, Leo se lanzó contra el demonio pronunciando un hechizo. La hoja de acero de su mandoble se iluminó del mismo destello azul , y, de la potencia del salto, Leo pudo asestar un mandoble según iba cayendo hacia la nueva posición del demonio... acertándole, con el mandoble imbuido de magia de hielo. El demonio se tambaleó, y Leo le asestó otro golpe, y otro más. El hielo con el que ahora Leo había imbuido con su mandoble debilitó, y mucho, al Genehham, pero no lo derrotó completamnete, pues el Custodio atacó de nuevo, y asestó un fuerte mazado al Mago Guerrero, de tal fuerza que éste tuvo que anular su barrera de hielo para no agotarse antes de tiempo. El Custodio trató de asestar otro mazazo, que Leo esquivó rodando por el suelo. Y, entonces, el Custodio vomitó fuego, alcanzando a Leo... que se quedó envuelto en llamas. Concentrado, Lacroix lanzó otro hechizo de hielo, acertando al Custodio... que, definitavamente, debilitado como estaba con el hielo, cayó... y se desvaneció.
Leo sintió como su cuerpo en llamas se mojaba, y como su cabeza le empezaba a dar vueltas...

FIN DEL CAPITULO 8.
Por favor, llegado a este punto de la historia me gustaría leer críticas objetivas y que me vayais señalando como mejorar los relatos. Así supongo que me podrán salir mejor los siguientes Capitulos que escriba. Gracias de antemano.

Mmm Loco, voy a empezar a pensar que me has robado mi seudónimo. "Lacroix" se parece mucho a "Lacroi" que es mi apellido de mi seudónimo .

Oye, he leido estos dos últimos capítulos. Esta muy interesante, a ver si me lo leo entero ya que ando perdido . Sigue así .

No puedo negar que el nombre me vino a la cabeza en parte por tu nick en XFire xD

Me ha encantado Loco, estas muy inspirado, sigue así por favor!!!!!

Saludos!!!!

Increible Loco llevo desde antes de ayer leyendo el relato de vez en cuando y esta DPM jeje espero que no bajes el nivel en el proximo cap!!!

CAPITULO 9. Tormenta de hojas.
Irina cabalgaba al frente de la comitiva formada por ella misma, Diego, Mariusz y los guerreros del Árbol del Equilibrio, cuando de repente Diego le hizo una seña desde atrás para que parara. Ella frunció el ceño, inquisitiva. Diego le explicó:
-Siento cascos de caballos por detrás. A lo mejor es Leo que vuelve con nosotros.
Mariusz opinó:
-Deberíamos pararnos a esperarle. Nos hará mucha falta cuando asaltemos a esos cabrones.
-No estoy de acuerdo –dijo Irina-. Ahora mismo es vital que no les perdamos la zaga…
-Bah, eso da igual –dijo Diego-. Si les perdemos el rastro siempre podemos buscarle o averiguar donde tienen su centro de operaciones…
-Mago Guerrero, estamos en territorio enemigo –le recordó el enano Mariusz-. Si se escapan de nosotros tenemos todo un Imperio para buscarles, y así no acabaríamos nunca, ni siquiera con la ayuda de los informadores, colaboracionistas y agentes que tenemos aquí el Árbol del Equilibrio.
-Bueno, callaos ya –gruñó Irina-. Quienquiera que sea se está acercando, ya oigo los cascos…
Diego frunció el ceño.
-Son bastantes jinetes los que se acercan. ¿No lo oís?
-Tienes razón –dijo uno de los guerreros.
-Sí –gruñó Mariusz, llevándose la mano a la empuñadura de su hacha-. Permanezcamos alerta…
Entonces, una columna de jinetes bastante grande (de unos trescientos hombres) se acercó a ellos. Llevaban armaduras del ejército del Imperio del Norte y estaban pertrechados con espadas, escudos, lanzas, mazas y algunos de ellos llevaban ballestas o arcos. Estaban dirigidos por un caballero, que llevaba una lanza y un escudo perteneciente a una casa noble.
-Que Dios sea con vosotros –dijo el caballero-. Mi nombre es Hefring de la noble familia de Furnost, y vengo con objetivo de dar caza a los incursores enemigos del Imperio del Sur.
-Sé bienvenido, caballero –dijo Irina-. Nosotros veníamos con el mismo objetivo. ¿Cómo es que vuesa merced se encuentra aquí? Hace nada había una batalla en…
-Lo sabemos –dijo el caballero-. Los Pantanos del Límite vuelven a ser seguros, pues aquel destacamento enemigo fue exterminado. Los elfos pueden volver a respirar tranquilos, dado que he mandado apostar soldados y caballeros allí para asegurarnos de que el Imperio del Sur no vuelve a golpear en esa zona.
-Es una sabia decisión, señor caballero –aprobó Mariusz.
-Bueno, ahora sigamos camino –dijo el caballero-. Pues mi misión original no era ayudar a los elfos a defender los Pantanos sino dar caza a estos enemigos. Con vuestra colaboración tengo más posibilidades de lograrlo.
-Colaboraremos –dijo Irina-. Pero no olvides que no estamos bajo tu mando sino que somos cooperantes: cooperaremos, pero no obedeceremos.
-¿Cómo te atreves a hablarme así, tú, una mujer? –dijo en tono de voz soberbio Hefring.
-Muéstrala respeto, señor –dijo Diego-. Tanto ella como yo somos Magos Guerreros, y estamos en una importante misión.
-Ah, así que sois esos asesinos sin honor –dijo con desprecio el caballero-. Bueno, si queréis colaborar colaboraremos… pero no os quitaré el ojo de encima. Cualquiera sabe lo que esperar de calaña como vosotros…
-¡Pero bueno! –dijo Irina, indignada, pero Diego la hizo callar con un gesto:
-Recuerda que él y sus hombres podrían sernos útiles para nuestros objetivos. No nos conviene enemistarnos con él… al menos de momento.
Irina suspiró, reconociendo que Diego tenía razón esta vez. Entonces Mariusz intervino:
-Señor de Furnost, ¿sabe algo de otro Mago Guerrero, que estaba defendiendo los Pantanos del Límite junto a los elfos?
-Nada sé –respondió el caballero, regresando a su tono de voz modulado-. Los elfos dijeron algo de un resplandor y de que desapareció, pero no les doy mucho crédito.
Irina, preocupada, se dio la vuelta, y empezó a pensar, mientras las dos comitivas se fusionaban en una sola y emprendían el galope juntas. ¿Qué habría pasado con Leo, que había desaparecido misteriosamente?

Leo sintió como el agua rozó su cara, apagando las llamas que la envolvían desde su combate con el Genehham. Oyó una voz, la del hechicero Lacroix:
-Vaya, Mago Guerrero, ahora eres como yo. Por lo menos sobrevivimos a aquel maldito combate y escapamos de aquella prisión mágica, cargándonos al Custodio.
-¿A qué te refieres, mago?
-A la cara. La tienes como yo ahora.
Leo se levantó, y observó el entorno.
-¿Toda quemada?
-Sí –dijo Lacroix-. Lo siento. Parece que el Genehham ese no es lo que se dice demasiado misericordioso con sus atacantes…
-Ya lo he notado. ¿Dónde estamos?
-Como podrás notar, estamos en el claro de un bosque –respondió el hechicero.
-¿Y ahora qué vamos a hacer? –dijo Leo-. No sabemos dónde estamos, encima he perdido a mis compañeros que estaban entrando en el Imperio del Sur…
-Sugiero que caminemos hasta la aldea más cercana y preguntemos –dijo Lacroix-. O mejor, iré yo que por lo menos puedo tapar mi rostro quemado con una capucha… tú quédate aquí, vigilando el campamento.
-No me hace mucha gracia esto –gruñó Leo-. Pero supongo que no tengo opción.

Después de varios cabalgando, la tropa de persecución del ejército de Norte, el Árbol del Equilibrio, Diego e Irina avistó a la tropa de traidores a la que perseguían.
-Aquí están esos bastardos –dijo el Señor de Furnost-. ¡Ataquemos y matémosles sin piedad!
La comitiva desenfundó sus espadas y hachas, y cargaron a toda velocidad contra la retaguardia del enemigo. La carga fue, en un primer momento, bastante fructífera: bastantes soldados y un par de Magos Guerreros traidores cayeron en el ataque por sorpresa. Pero, entonces, la cosa se empezó a complicar…
Un grupo de unos quince Magos Guerreros traidores montados a caballo cargaron contra la columna del Norte, mientras los demás miembros de su tropa, de repente, echaron a cabalgar hacia el sur como si los látigos del Diablo les estuvieran persiguiendo. Y entonces, los traidores cargaron…
Su habilidad con los mandobles en combate pronto se dejó notar, dado que en un primer ataque inflingieron numerosas bajas en la columna del Norte. Uno de ellos cargó contra Irina, que consiguió bloquear su ataque con su mandoble, y luego contraatacó con una feroz secuencia de golpes fuertes. En el intercambio de golpes el traidor cayó cuando Irina le acertó en el cuello con el mandoble, pero el mandoble del traidor consiguió cortar una pata del caballo de Irina, que cayó al suelo. Al verla, otro traidor, que acababa de desembarazarse de dos soldados y un guerrero del Árbol del Equilibrio, cargó contra ella… entonces, un relámpago salió de la mano de Diego, electrocutando y matando al traidor. Otro traidor cayó cuando fue sorprendido por una flecha de un arquero, que consiguió acertarle en el ojo.
Entonces Diego invitó a Irina a montarse en un caballo. Vieron, desde la cabalgadura, como el pequeño ejército de Hefring de Furnost estaba siendo arrasado por los traidores…
-Ahora comprendo por qué el Imperio del Sur quiere los secretos de los Magos Guerreros –dijo Mariusz, saliendo de la batalla. En ese momento, Hefring de Furnost caía, envuelto en una bola de fuego, ante los traidores-. Si se hicieran con ellos, no habría manera de detenerlos.
-Será mejor que huyamos y persigamos a los que han huido –dijo Irina-. No vamos a ganar nada dejándonos matar por esta gente… Y no podemos permitir perderle la pista a los secretos robados. Está bastante claro que si la mayoría han huido se los han llevado para ponerlos a salvo.
-Estoy de acuerdo –dijo Diego-. Vámonos.
Entonces, los dos Magos Guerreros y el enano salieron cabalgando a gran velocidad, mientras el grueso de la tropa del Imperio del Norte era arrasada por los Magos Guerreros traidores (que, no obstante, sufrieron dos o tres bajas en ese combate). Un Mago Guerrero traidor intentó perseguirles, pero Irina le lanzó, a gran velocidad, su daga, sin darle tiempo a formular un hechizo para desviarla. Aquel Mago Guerrero también cayó, mientras Irina, Diego y Mariusz cabalgaban a toda velocidad en la misma dirección en la que antes había huido el grueso de la columna del Imperio del Sur.
-Venga, rápido, huyamos de aquella tormenta de hojas -gruñó Mariusz.
FIN DEL CAPITULO 9.

Magnifico Loco, en tu línea de excelencia, con resonancias epias por todos lados!!!! Te esta quedando un relato apasionante, animo!!!!!

Saluten!!!!!

Como ya te han dicho es magnífica la historia que estas creando, espero que subas el siguiente capítulo muy pronto jeje.

Bueno he leído el primer capitulo y esto pinta muy bien, muchacho, a ver cuando nos brindas la continuación de la historia. Sigue así que este relatio tiene calidad.

Por fin e terminado de leer tu historia loco, me gusta mucha, es muy bueno lo que estas creando muy bien ambientada.

fantastico sigue asi loco¡¡

Loco, he leído los primeros capítulos de tu relato,, está impresionante. Me gusta que el protagonista no sea el típico héroe. Las escenas están muy bien relatadas. No se si lo terminaste, pero de todas formas, felicidades

Gracias por vuestras palabras, chicos, la verdad la última vez que escribí y publiqué un capitulo de esta historia tenía preconcebido un esquema, al menos de los siguiente capitulos, pero determinadas circunstancias (causadas sobre todo por la gran cantidad de trabajo y de estudio a la que he tenido que enfrentarme esta última evaluación) me han hecho abandonar temporalmente este proyecto, que trataré de retomar después de acabar el curso. (Y tendré que pensar otra vez como continuar la historia porque sinceramente ya no me acuerdo de qué tenía pensado xD)

Saludos.

NOTA. Teniendo en cuenta la inmensa cantidad de tiempo que ha pasado desde que subi el anterior capitulo, os recomiendo, si no os acordais bien de como iba la cosa, que os releeais primero los demás Capitulos.

CAPITULO 10. En búsqueda y captura.

Irina, Diego y Mariusz persiguieron durante un par de días a los traidores que habían huido de la batalla con los secretos robados de los Magos Guerreros. Sin embargo, perdieron la pista de los traidores cuando tuvieron que hacer un desvío para parar en una aldea para aprovisionarse de comida y bebida para su viaje. También aprovecharon la parada en la aldea para comprar un mapa del Imperio del Sur a un mercader ambulante que estaba de paso por esa misma aldea. Además, también recibieron noticias preocupantes. Los tambores de guerra resonaban cada vez más fuerte en el Imperio del Sur, según les dijo el buhonero y confirmaron otros mercaderes ambulantes que estaban de viaje, así como algunos campesinos que estaban preocupados. El Emperador del Sur había mandado al grueso de su gran ejército regular al norte, en dirección a los Pantanos del Límite, mientras que las guarniciones de las fortalezas y ciudades más cercanas a las fronteras se afanaban en acumular pertrechos y provisiones de campaña, dirigidos por el Condestable del Reino de Norganmark (nombre que recibía la unidad territorial del Imperio del Sur más cercana a los Pantanos del Límite) y otros ilustres nobles de la confianza del Emperador, el cual gozaba, en estos momentos, de un poder absoluto sobre la población (al contrario que su padre el Emperador Roberto II, Roberto III se aseguró desde el comienzo de su reinado de mantener controlada a la nobleza, enemigo potencial interno más poderoso). Roberto III también había decretado una leva de reclutamiento general para engrosar aún más sus ejércitos, y había dado subvenciones y prebendas especiales a los gremios de armeros, herreros, criadores de caballos y constructores de máquinas de asedio para que suministraran una inmensa cantidad de sus productos, necesarios para el ejército, en la menor cantidad de tiempo posible. Por lo que todo indicaba que se avecinaba una dura guerra, y la gente con la que hablaron al respecto estaba bastante preocupada (sobre todo por la posibilidad de que sus hijos fueran incluidos en la leva, por lo que los campesinos más acaudalados y propietarios y burgueses más ricos enseguida se aseguraron de hacer una generosa "donación especial" a las arcas del Imperio para asegurarse de que sus hijos no eran enviados a combatir por la gloria del Emperador y la grandeza del Imperio.

-Parece entonces que el Emperador del Sur se prepara a lanzar un ataque a gran escala al Imperio del Norte -comentaba Mariusz cuando volvieron al camino. Habían perdido la pista del grupo de traidores que perseguían, por lo que habían decidido continuar la búsqueda en la capital de Norganmark, Berkilund-. Y si consigue utilizar los secretos que buscamos recuperar para conseguir un ejército masivo de Magos Guerreros será imparable. Pero, ¿por qué no espera a que los traidores a vuestra Organización los utilicen para conseguir más Magos Guerreros y formar dicho ejército? ¿Por qué ataca ya?
-Yo lo veo así -contestó Diego-. Quiere provocar la guerra cuanto antes porque está seguro de sus fuerzas. Cuenta con un ejército poderoso, lo está movilizando y reforzando a marchas forzadas. Al mismo tiempo, en el Imperio del Norte tiene al Martillo de Guerra para que causen caos y debiliten desde dentro a su enemigo. Y tiene ese as en la manga, así que...
-Pero el Imperio del Norte, si empieza a movilizar sus fuerzas puede hacerle frente. Además, gracias al Árbol del Equilibrio el Martillo de Guerra no causa tanto daño como podría hacerlo -replicó Mariusz-. La situación no le es tan favorable.
-Ya, pero cuenta con el factor sorpresa -dijo Irina-. Aunque haya incursiones y escaramuzas, los dirigentes del Imperio del Norte no se esperan un ataque de tal magnitud, y por eso no han preparado a su ejército como deberían. Solo el Arbol del Equilibrio intuye alguna maniobra de este tipo, pero esta convencido de que han debilitado al Martillo de Guerra lo suficiente para retrasar esto, en lo que se equivocan.
-Entonces la situación pinta negra -murmuró Mariusz.
-¿Tanto te preocupa que el Imperio del Sur supere al del Norte? -preguntó Diego.
-La verdad es que sí. Los humanos del sur, por lo general, han tenido a lo largo de su historia menos contacto con enanos, por lo que son menos tolerantes hacia nosotros que en el Norte (donde hemos conseguido una situación social relativamente aceptable), por lo que si consiguen conquistar el Norte la cosa estará jodida para nosotros -comentó Mariusz, mesándose la barba-. Pero, ¿a vosotros no os preocupa?
-A mí solo me preocupa que consigan destruir a la Organización y a nosotros mismos. Los demás chancullos que tengan entre manos me da igual -dijo Diego. Irina corroboró con la cabeza, añadiendo que Leo seguramente pensara igual-. Todo lo que queremos es hacer nuestro trabajo, como lo hemos hecho durante siglos: ayudar a la gente matando. No queremos convertirnos en soldados de ningún Emperador, rey ni nada por el estilo.

Cuatro días más tarde llegaron a una gran aldea, desde la que se divisaba una sólida y gran muralla de piedra. Estaban divisando la ciudad de Berkilund, en cuyas afueras se hallaban.
Atravesaron a caballo la aldea. Muchos campesinos y siervos, así como algunos otros viajeros (sobre todo mercaderes, aunque también destacaba la presencia de un grupo de elfos que afirmaban habitar en un bosque cercano y que estaban comerciando sus artesanías naturales con los humanos a cambio de productos de primera necesidad) se detuvieron a mirarlos, dado que la presencia de Magos Guerreros y enanos era bastante extraña en estos lares, dado que ambos colectivos vivían y trabajaban sobre todo en el Imperio del Norte. Así mismo también divisaron a una compañía de mercenarios dirigida por un pomposo pequeño noble, que afirmaba haber sido contratado por el Condestable para aportar sus hombres al esfuerzo militar. Llegaron a la puerta norte de la ciudad, que estaba vigilada por cuatro alabarderos de la guardia de la ciudad. Al verlos acercarse, cruzaron sus alabardas, impidiendo su entrada en la ciudad.
-¡Alto!
-¿Ocurre algo, señor sargento? -preguntó, fríamente, Diego.
-Cabo -corrigió uno de los guardias, el que parecía de más rango.
-Cabo entonces.
-Tenemos órdenes de comprobar quién entra a la ciudad. Es un procedimiento estándar en las capitales de los Estados del Imperio del Sur -explicó el cabo.
-Pues como verás somos dos Magos Guerreros y un enano -le dijo, con un deje de impaciencia en la voz, Irina-. Disculpénos si nos sorprendemos por tal procedimiento, pero en el Imperio del Norte no se llevan a cabo estos... procedimientos.
En esas estaban cuando se acercó un caballero con armadura de placas y yelmo completo, haciendo señas al cabo para que se acercara. Después de intercambiar algunas palabras en voz baja mientras Irina, Diego y Mariusz esperaban, el cabo se acercó a ellos y dijo:
-Los Magos Guerreros debéis venir a nuestros barracones, por orden de su Excelencia el Condestable. El enano puede continuar.
-¿Y a qué se debe esta... contrariedad? -preguntó Diego, impacientándose por momentos.
-Veréis, hace unos días un agente del Emperador vino a la ciudad y ordenó que se mostraran bandos por toda la ciudad sobre una recompensa que se ofrece por un Mago Guerrero y un hechicero que viajan juntos en estos momentos por algún lugar del Imperio -explicó el caballero.
-Nosotros somos dos Magos Guerreros, y no hay ningún hechicero con nosotros... a menos que padezca de algún problema de enanismo -dijo Diego-. Lo cual no suele ser frecuente. Porque este enano que nos acompaña, honorable señor, de hechicero tiene lo mismo que yo de campesino, al igual que todos los miembros de su raza.
-Por eso le dejo marcharse, porque no es sospechoso -dijo el caballero-. Vamos. Jens, lleva sus caballos a las caballerizas del burgo.
-Sí, señor -dijo Jens, cogiendo las riendas de las cabalgaduras de las que acababa de descender el grupo. Mariusz susurró "me encontraréis en alguna taberna por acá" a Irina mientras Diego empezaba a seguir al caballero.

Después de una caminata por las calles de la ciudad (muy bulliciosas, a rebosar de artesanos y mercaderes desempeñando sus oficios, ciudadanos más o menos acaudalados paseando, hablando o revisando las mercaderías y también de mendigos y un numero considerable de prostitutas y ladrones), llegaron a los barracones. Allí les condujo a su despacho el caballero, donde un par de pajes les tendieron un par de sillas para sentarse y les sirvieron dos copas de vino. Irina, precavida, formuló un hechizo y la bebida brilló por un instante. No había ninguno veneno ni sustancia extraña en ella.
-Bien, pues como os hemos comentado el Imperio busca a un Mago Guerrero y un hechicero -dijo el caballero-. Por cierto, mi nombre es Eleazar de Gareth, y soy vasallo del Condestable y comandante de la guardia de esta noble ciudad.
-Encantado. Mi nombre es Diego, y ella es Irina -dijo Diego-. El enano que nos acompañaba es Mariusz. ¿Conocéis los nombres de la gente a la que buscáis?
-Sí -dijo Eleazar, haciendo una seña a un paje, que le tendió un pergamino, al que echó un vistazo-. El nombre del Mago Guerrero es Leonardo, y el hechicero que le acompaña es Lacroix. Se ofrece una recompensa de... 1.000 coronas al que los mate o los haga desaparecer de la circulación, aportando pruebas.
-¿Y por dónde se hallan ahora mismo? Como habéis comprobado, no somos los que buscáis, pero tal vez podamos ayudar en este asunto -dijo Irina. Por supuesto, no tenían ninguna intención de ayudar a Eleazar u otros perseguidores, pero necesitaban aprovechar cualquier información que pudieran conseguir para reunirse con Leo y trazar, juntos, un plan para recuperar los secretos robados, cuya pista habían perdido.
-¿Y por qué lo haríais? -replicó Eleazar-. Si mis informes son correctos, vuestra Organización está en guerra con algunos disidentes de la misma, que han jurado lealtad a NUESTRO Emperador. ¿Cómo sé que vais a ayudar al Imperio en este asunto, y que para ello os vais a poner en contra de otro Mago Guerrero?
-Nosotros no hemos tomado parte en ninguna lucha dentro de nuestra Organización, de hecho, ni siquiera teníamos noticias de ese asunto -mintió Diego-. De hecho, yo tuve la... malafortuna de matar a un noble en el Imperio del Norte hace poco, y por eso he tenido que huir hacia el sur. Tenemos que ganarnos la vida como sabemos, y eso es matando por dinero a quien nos lo pida. Aceptamos el trabajo, aunque ello implique tener que matar a uno de los nuestros.
Eleazar meditó un momento sobre la oferta, mientras daba un sorbo de su copa de vino. Los Magos Guerreros le imitaron. Entonces, habló de nuevo.
-Tampoco es que tenga mucha más opción. A menos que aparezca un hechicero extraordinariamente poderoso o un puñado de sicarios extremadamente hábiles, no tenemos manera de derrotar a la pareja letal que pueden formar un poderoso hechicero y un Mago Guerrero tan fuerte y hábil como estos. Incluso han sido capaces de, combinando sus poderes, derrotar a un Demonio de Fuego, así que no será ni mucho menos un trabajo fácil. Ahora, el dinero os lo daremos cuando nos traigáis sus cabezas. Y no antes. No habrá ningún tipo de adelanto. Y no se negociará un precio para dos personas ni nada. O lo tomáis o lo dejáis.
-No es muy sensato de su parte ponernos unas condiciones tan poco ventajosas cuando somos, con toda posibilidad, los únicos por esta zona que podemos acabar con una pareja tan poderosa -fingió regatear Diego-. Al menos ofrezcanos algunas coronas más. Propongo 1.500 para los dos.
-Me temo, señor, que yo no estoy en posición para negociar un precio -afirmó Eleazar-. Estas órdenes vienen del Condestable, que a su vez recibe las órdenes de un agente muy cercano al Emperador. Por ello, necesitaré enviarle un mensaje con las nuevas condiciones y...
-¿Y no hay posibilidad de negociar el precio una vez esté el trabajo hecho, y con el Condestable presente, para evitar más retraso? -preguntó Irina.
-Se lo comentaré -dijo Eleazar-. Parece una sugerencia razonable.
-En ese caso, diganos dónde están esos bandidos, y acabaremos con ellos.
-Muy bien -asintió Eleazar, complacido y aliviado por "haber llegado a un acuerdo" con los Magos Guerreros. Consultó un mapa-. La última vez que se les vio fue cerca de la aldea de Bradmont, al este de aquí.
-Aceptamos el trabajo -dijo Diego, levantándose de la silla. Eleazar le imitó, y ambos se estrecharon la mano-. Encantados de hacer negocios con usted, señor, y con el Imperio.

Sólo dos horas más tarde, los dos Magos Guerreros y Mariusz cabalgaban en dirección a Bradmont.

FIN DEL CAPITULO 10.

PD. Trataré a partir de ahora de no demorarme tanto en producir nuevos capitulos

Hace un tiempo me leí unos cuántos capítulos, pero creo que voy a releerme todo el relato para enterarme mejor todavía.
Desde luego cuando me leí los primeros capítulos me parecieron impresionantes!!
Te comentaré cuando terminé de leer todo