LOS SALONES DE IRDORATHTambién llamado
El Templo Negro, está situado en una isla cerca de la ciudad portuaria,
Khorinis. Los salones de Irdorath es el templo oriental de invocación del dios oscuro,
Beliar, se dice que en
Myrtana hay cuatro, pero tal vez este sea el más aterrador de los cuatro templos.
Según la historia de Gothic, hace más de 40 años, los templos septentrional y occidental de esta horrible deidad fueron destruidos. Los valientes caballeros de aquella época lo dieron todo para destruir aquellos imponentes edificios. En aquel entonces, las hordas negras de
Beliar, no pudieron hacer nada contra la superioridad numérica y el heroísmo de caballeros y paladines. Habría sido sencillo destruir los dos templos y erradicar el mal de la tierra para siempre, pero desaparecieron tras la caída del segundo templo.
Con la llegada del
Héroe sin nombre a
Khorinis, los secuaces de
Beliar, bajo el liderazgo del avatar del mal,
un dragón muerto viviente, se posicionaron en
Los salones de Irdorath y desde allí trazaron el plan para acabar con el Elegido de Innos y todos sus siervos.
Xardas el nigromante, se dio cuenta de la presencia del mal y preparó al
Héroe sin nombre para enfrentarse al enemigo. Antes de llegar a
Irdorath,
el Héroe sin nombre tuvo que hacerse con un artefacto divino,
El ojo de Innos ( cuyo poder le permitía hablar con los
dragones y le daba fuerzas para vencer a estos seres ancestrales), para poder enfrentarse a una serie de enemigos muy poderosos:
Dragones,
buscadores,
orcos, etc. Una vez derrotados todo estos siervos,
El Héroe recibió un mensaje de
Xardas para advertirle de que se habían confundido, la fuente del mal no estaba en
El Valle de la Minas, como ellos habían dicho desde el principio, si no que se encontraba en
Los salones de Irdorath.
Una vez leído esto,
el Héroe sin nombre se dirigió al monasterio de los
magos de fuego y allí, encontró una biblioteca oculta en la que había: Un libro polvoriento, en el que se hablaba sobre
Los salones de Irdorath y una carta de navegación, con la localización del templo, pero para llegar allí necesitaba un barco y una tripulación.
El Héroe sin nombre cogió “prestado” el barco de los
paladines y junto con su tripulación, formada por sus amigos más leales y un desconocido llamado
Mario que insistía en ayudar, pusieron rumbo a
Los salones Irdorath.
Cuando llegaron, todos estaban sorprendidos, por el gran destacamento que tenía montado el enemigo en la isla.
El Héroe sin nombre no perdió un segundo, y se adentró en la isla. Allí se encontró con innumerables enemigos, que estaban dispuestos a hacer lo que fuera para matar al
Héroe sin nombre. Uno a uno, los siervos de
Beliar fueron cayendo, pero en su camino se llevó una sorpresa,
Mario lo había traicionado, había vendido su alma a
Beliar y ahora estaba dispuesto a matarlo. El
Héroe sin nombre no tuvo más remedio que acabar con él, ya que estaba entorpeciendo en sus planes.
Justo después, se encontró con una puerta bloqueada por cuatro cerraduras, que sólo podían abrirse resolviendo cada uno de los enigmas necesarios para cada una de las cerraduras (En uno de los enigmas, tuvo que vencer a un poderoso enemigo que se hacía llamar
“El guardián de las llaves”).
Una vez resueltos, la puerta se abrió y allí vio una gran sala custodiada por
los buscadores, quienes impidieron a toda costa y sin éxito, que
el Héroe sin nombre avanzara.
Al final de la sala, delante de
un gran portal, se encontraba
“El guardián de Los salones de Irdorath”, un
mago negro con un gran poder concedido por su maestro. Después de que
el mago negro le explicara todo sus planes, tuvieron un duro combate en el que
el Héroe sin nombre lo derrotó.
Una vez muerto
el mago negro,
el Héroe sin nombre registró su cadáver y encontró
un pergamino para abrir
el gran portal y una llave, que pertenecía al cofre de los aposentos del
mago negro. En el cofre, encontró una piedra negra, una piedra a la que el mago negro llamaba
“El ojo del poder” que, junto
al pergamino, servía para abrir
el gran portal. El Héroe sin nombre conjuró las palabras, una niebla salió cuando el portal se abrió y a lo lejos se escuchaba una carcajada.
El Héroe sin nombre avanzó sin miedo. Cuando llegó a la cámara donde estaba
el Dragón muerto viviente, tuvieron una larga conversación en la que
el Héroe sin nombre quedó atónito, le explicó que todo esto tenía que suceder tarde o temprano y que era hora de que afrontara su destino. Se enzarzaron en una dura e intensa batalla en la que
el Héroe sin nombre salió victorioso, pero, algo inesperado sucedió, cuando estaba a punto de asestarle el golpe final
al Dragón no muerto,
Xardas apareció de la nada y se hizo con el poder de
Beliar.
El Héroe sin nombre no entendió nada, cogió
la piedra del alma del dragón muerto viviente (que ya no albergaba poder) y regreso al barco.