y aquí el capitulo 1 (perdon por la longitud
Capitulo 1: Una salida de la barrera
Tome del piso las flechas y el gastado pergamino mágico -el cual era un pergamino de Luz, no de mucha utilidad pero simple como para que lo pueda usar- y salí de la bodega para dirigirme al camino principal e intentar interceptar a Scorpio y a Cavallorn. La leve lluvia ahora se había convertido en una tormenta y las nubes negras que ahora cubrían el cielo eran iluminadas cada tanto por un rayo. Mientras corría por el camino que lindaba el bosque norte de la colonia escuche el sonido de un cuerno de alarma a mis espaldas el cual provenía del campamento Viejo. Cuando me gire a verlo pude ver como columnas de humo negro se alzaban desde el campamento, y el fuego abrazaba las empalizadas exteriores. Me quede observando boquiabierto el campamento en llamas. Y de la puerta norte del campamento salió corriendo un sombra, o eso parecía por su armadura, era Whistler. Estaba corriendo a los tropezones cuando de la puerta ya casi destruida por las llamas salió corriendo un orco blandiendo un enorme hacha, y en cuestión de segundos lo alcanzo y se abalanzó sobre él. Antes de que él siquiera pueda reaccionar el orco le abrió el pecho de par en par con un rápido movimiento de su hacha. No podía creer que los orcos estuvieran atacando el Campamento Viejo; en ese momento me percate de otras columnas de humo, pero estas eran aun mas grandes y provenían del este de la colonia, en dirección al campamento de la Secta .No quería ni pensar lo que allí estuviera pasando. Tenia que salir de la colonia cuanto antes pero no podía irme sin Scorpio y Cavallorn, aunque lo más seguro es que ellos ya estuvieran cruzando el paso en dirección a Khorinis. Mis pensamientos fueron interrumpidos por el sonido de trompetas cercanas, me giré y vi un numeroso grupo de personas bajando desde el paso con armaduras relucientes que me eran extrañas, pero la marca en sus corazas me era conocida, era la marca del rey, eran paladines. Eso no significaba nada bueno, los paladines son una orden sagrada la cual se encarga de asuntos de extrema importancia del reino. No estaba seguro de si estaban en la colonia para confrontar a los orcos o para evitar que los convictos escaparan a Khorinis.
Cada vez se veían más orcos saliendo de la puerta norte del Campamento Viejo y yo no sabia que camino tomar, si entregarme a los paladines o correr por mi vida. La única opción razonable que me vino a la cabeza fue el Campamento Nuevo, era el lugar seguro más cercano y no estaba muy lejos, solo tenia que cruzar el bosque y ya del otro lado cruzando el río encontraría la entrada al campamento. Tome una enorme bocanada de aire y me interne a correr en el bosque, saltando piedras, esquivando árboles y carroñeros. En el medio de la carrera, justo en el centro del bosque me adentré en una cueva que tenia una entrada al este y otra al oeste, así acortaría camino y ahorraría fuerzas. Cuando llegue al centro de la oscura cueva rocé algo enorme mientras corría, algo que estaba durmiendo, y cuando salía de la cueva mira hacia atrás y vi perplejo como una bestia de sombra corría hacia mi enseñando sus dientes. El temor y la adrenalina me hicieron correr lo suficiente para perderlo de vista y salir del bosque, y todavía con la adrenalina encima crucé el río y me dirigí hacia la puerta del campamento, la cual para mi temor y sorpresa estaba cerrada. Golpeé la puerta con ambas manos rogándoles que abrieran –¡Déjenme entrar!
Pero sin respuesta alguna. Por unos minutos seguí golpeando la puerta pidiendo a los gritos que me dejaran entrar, cuando estaba a punto de rendirme y buscar una cueva donde ocultarme la puerta se levanto y del otro lado un mercenario con expresión seria en el rostro me hizo señas de que entrara. Una sonrisa se dibujaba en mi rostro mientras entraba a toda prisa al campamento. Cuando tome suficiente aire le dije –Gracias amigo... Y antes de que pudiera decir algo más me dijo con su expresión seria aún en el rostro –Por tu armadura deduzco que vienes del campamento viejo ,eh?... desde aquí se puede ver el humo que sale de allí ¿Cómo conseguiste salir de ahí con vida?-
-¡Los orcos! ¡Ellos están atacando el campamento! Y... –
-Si lo sé...-interrumpió el mercenario- No eres el primero que pasa por aquí...-
-¿Eso significa que hay mas sombras y guardias aquí?- dije emocionado
- No... solo un par de cavadores... –
- Ya veo... – dije desanimado esperando que Cavallorn y Scorpio estuvieran allí.
-Aunque hace un rato pasaron un sombra y un guardia por aquí. No quisieron quedarse y se marcharon. –
- ¡¿A donde fueron?! – pregunte animado nuevamente
- No lo se, no me dijeron... estaban buscando un sombra, y al no encontrarlo se marcharon...-
¿Puede ser que me estuvieran buscando? Probablemente, después de todo éramos amigos, y debíamos mantenernos unidos, en especial en estas situaciones. Debía ir a buscarlos.
-Muchas gracias por dejarme entrar, pero cambié de opinión, debo irme- dije mientras daba la vuelta.
-¡OH ESPERA AHÍ MUCHACHO! - dijo el mercenario- si te vas a ir, llévame contigo, necesito salir de aquí y llegar con Lee. La mayoría de los mercenarios se han ido con él, entre ellos se han ido Blade, Torlof, y Gorn. Soy la mano derecha de Lee, así que no puedo estar alejado de él...-
-¿Y porque no has ido con él?- pregunté
-Eso no es de tu incumbencia... – respondió con soberbia
Era un compañero perfecto, era grande, fuerte, y temible, aunque no muy agraciado de inteligencia por lo que veía. Un hacha de batalla desgastada colgaba de su espalda, y la voluminosa armadura dejaba al descubierto la cabeza y los brazos.
-Bien, mejor nos encaminamos antes de que las cosas empeoren-
-¡Eso es lo que quería escuchar! por cierto, soy Orik- dijo extendiendo su mano hacia mí –
-Mi nombre es Soul- dije devolviéndole el saludo.
En ese momento Orik abrió la puerta y salimos al trote del campamento. La tormenta seguía igual de fuerte que antes, y no se veían indicios de que fuera a parar. Nos encaminamos, pero esta vez rodeando el bosque, aunque con peores resultados. Los chasqueadores estaban por doquier, aunque el hacha de Orik se encargaba fácilmente de ellos. La mayoría caía bajo su hacha, y unos pocos bajo las flechas de mi arco. El arco era lo único en lo que podía sentirme orgulloso, era un gran arquero, de los mejores del campamento viejo podría decir. Y no era un mal espadachín, pero prefería la seguridad del arco y la ventaja de la distancia que proporcionaba.
Cuando llegamos al pie de la montaña del paso, no había señal de nadie, ni de paladines, ni de orcos, ni de nada. Subimos por el sendero que llevaba al paso y en el camino encontrábamos decenas de cuerpos esparcidos, miembros de los tres campamentos; y ambos con una horrible sensación en el cuerpo continuamos nuestro camino. Avanzamos, Orik con su hacha en manos y yo con el arco y la flecha tensada. Él se ofreció a echar un vistazo adelante y volver a informarme como estaban las cosas, era mejor hacer las cosas cautelosamente para no terminar como alguno de los cadáveres. Asentí con la cabeza y me escondí en unos matorrales al borde del camino. Para cuando Orik se fue era cerca de las tres o cuatro de la mañana, era difícil saber la hora debido a la tormenta, la cual estaba empezando a cesar, pero las nubes negras continuaban en el cielo. Pasaban los minutos y no había señal de Orik, yo seguía escondido en el matorral traspirando a causa de la vieja armadura de sombra que llevaba puesto. Me decidí a esperar a Orik un par de minutos más, después de todo no me agradaba la idea de seguir solo con todos esos orcos merodeando por la colonia, y la única ruta de escape que había es por donde él había ido a echar un vistazo, así que no tenia muchas otras opciones, y seguir esperando me parecía la más razonable en ese momento. Mis pensamientos se desviaron de Orik por un momento, y se centraron en Scorpio y Cavallorn. Me preguntaba si habían podido cruzar el paso y llegar a Khorinis, o si los paladines o los orcos los habían interceptado. Si los paladines los hubieran encontrado lo mas probable es que hallan sido tomados prisioneros o asesinados, pero conociendo a Scorpio él no se iba a dejar capturar por lo que para mi temor consideraría más la segunda opción. Y si se hubieran topado con los orcos no contaría con volver a verlos de nuevo. Sin embargo Scorpio tenia su enorme y bestial ballesta de guerra consigo, además de una puntería y habilidad excepcionales, por lo que creo que podrían salir con vida en el caso de que se toparan con uno o dos orcos. Y además Cavallorn era un gran arquero, fue el que me enseño a usar el arco cuando llegue a la colonia. Pensándolo bien tal vez eso fue una de las cosas que nos unió al principio, las armas de rango, después de todo los tres éramos grandes tiradores, dos arqueros y un ballestero, no éramos una mala combinación.
Los minutos pasaban y yo seguía volando en mis pensamientos acurrucado en el matorral. Recordaba cuando Scorpio y yo salíamos del campamento e íbamos con Cavallorn para pasar el día. Solíamos hacer competencia de tiro al blanco detrás de su cabaña, durante la tarde salíamos a cazar un par de carroñeros, y por la noche asábamos lo que habíamos cazado. Mientras yo ponía los carroñeros en la fogata, escuchaba discutir a Cavallorn y Scorpio sobre cual era el mejor arma de rango, si el arco o la ballesta, o sobre alguna otra cosa relacionada con las armas de rango. Siempre ocurría después de que tomaran dos o tres botellas de cerveza, y apostaban una moderada cantidad de pepitas de mineral en medio de la discusión, las cuales extrañamente terminaban perdiéndose en mi bolsillo sin que ellos se dieran cuenta. Y luego al día siguiente, Scorpio y yo agarrábamos nuestras cosas y volvíamos al campamento para el alba.
Para cuando termine de recordar seguía acurrucado en aquel matorral, me dolían las articulaciones de las piernas y estaba totalmente traspirado debido a la armadura. Mire hacia el cielo entre las hojas del matorral, las cuales estaban cubiertas por el rocío, y pude ver un cielo totalmente despejado y el sol ascendiendo por detrás de una de las montañas de la colonia. Había pasado demasiado tiempo sumergido entre mis pensamientos y me había olvidado por completo de Orik. Se había tardado demasiado, no pensaba que fuera a regresar, y por la culpa que en ese momento caía sobre mis hombros me vi obligado a ir en su búsqueda. Me puse de pie y me abrí paso entre el matorral, la fresca brisa del alba que chocaba contra mi cara me hizo sentir totalmente renovado, y aprovechando esa sensación saque mi arco, tensé una flecha y me encaminé a la zona de intercambio entre la colonia y Khorinis en busca de Orik. Lenta y sigilosamente me fui acercando a la zona de intercambio, esperando que Orik estuviera ahí esperándome sano y salvo. Cuando llegue al recodo del camino que daba directamente a la zona de intercambio, asome la cabeza y mire atentamente todo el panorama. No pude evitar sentirme impactado. Orik estaba tendido boca abajo en el suelo con una mano aún aferrando su hacha, pero su cabeza no estaba. Dejé de mirar e intenté calmarme, estaba respirando agitadamente y totalmente empapado en sudor; cuando me calmé un poco, volví a mirar. Había dos orcos examinando el cuerpo de Orik y otros dos revolviendo sus pertenencias, su cabeza estaba a un lado del camino, y por suerte no podía ver la expresión de su rostro.
Rápidamente y sin destensar la flecha de mi arco di media vuelta corrí lejos de allí. Me quede parado en mitad del camino cerca del matorral en el cual estaba antes escondido. Pensé en el desdichado y sangriento final en el que había acabado Orik. Sentí que la culpa por haberlo dejado ir a inspeccionar solo se hacia aún más pesada sobre mis hombros, y una amargura se instalo en mi mente. Pronto me di cuenta de que se trataba esa amargura, ahora estaba solo y entre la espada y la pared. Si retrocedía me podría encontrar con los paladines o los orcos, los cuales me darían una muerte segura, y si intentaba avanzar terminaría como el pobre Orik. Me acerque a la mina abandonada que estaba a mi izquierda y me dirigí cruzando el viejo puente de madera al pequeño campamento abandonado. Allí no había nada, solo unas entradas derrumbadas de antiguas minas de mineral y cajas viejas y rotas.
Me dispuse a descansar un rato e intentar aclarar mi siguiente movimiento, aunque eran alrededor de las seis o siete de la mañana yo no había dormido esa noche, y mis párpados estaban empezando a sentir el peso del sueño. Y no comí esa noche por miedo a quedarme sin nada luego, ya que no llevaba mucha comida encima y no sabia cuanto tiempo iba a seguir así. En mi vieja mochila llevaba una botella de cerveza –por la mitad, ya que era la misma que estaba tomando cuando desapareció la barrera- , unas 5 ganzúas, una piel de lobo, dos hogazas de pan, un cuarto de rodela de queso, y un jamón a medio comer –todos envueltos en tela- , unas herramientas de trabajo oxidadas, una pequeña y antigua estatuilla de Innos – La cual encontré tirada cerca de un matorral en uno de mis viajes a la cabaña de Cavallorn, y la cual supongo debía pertenecer a algún mago de fuego - , un viejo y gastado libro sin título – El mismo relataba confusas historias sobre los días antiguos, y el cual compre a Torres, uno de los magos del fuego por unas pocas pepitas, ya que según él, el libro no tenia valor alguno. Y lo compre por ignorancia, curiosidad, y estupidez, aunque era una buena lectura las noches de insomnio -, un par de monedas antiguas, el pergamino de Luz –que había encontrado en la bodega de Cavallorn- y un pedazo de pan mohoso sin envoltorio. Llevaba mi espada en su funda atada al cinto del lado izquierdo, mi arco en el carcaj en mi espalda, un cuchillo sin funda enganchado al cinto del lado contrario del de la espada, y una bolsa de cuero, también atada al cinto, la cual contenía alrededor de 50 pepitas de mineral. Y por ultimo la gastada armadura de sombra que solía llevar con orgullo por todo el campamento viejo. Me quité el carcaj con el arco y los deje a un lado, desate la funda con mi espada y las deje junto al arco y la mochila, saqué la piel de lobo de la mochila y la usé a modo de cama, y con lo único que me quede –además de mi armadura- fue el cuchillo en el cinto, y la bolsa de cuero con las pepitas de mineral. Apenas cerré los ojos caí en un intranquilo y profundo sueño.
Cuando me desperté me sentía aún más agotado que cuando me dormí horas antes. El sol estaba ya alto en el cielo, por lo cual calculé que serian alrededor de las doce del mediodía. Todavía acostado en el piso giré la cabeza para mirar mis cosas, estaban igual a como las había dejado. Volví a girar la cabeza en dirección a mi cuerpo, tenia una mano aferrada al mango del cuchillo en el cinto, y la otra aferrada a la bolsa de cuero con las pepitas de mineral. Ese sueño no había sido lo que esperaba, ahora sentía un fuerte dolor en la nuca, el cual se incrementaba con cada movimiento que hacia. Me levante, metí la piel de lobo en la mochila, tome mi espada ,la até nuevamente al cinto, y tome el carcaj y lo puse en mi espalda. Tomé mi arco en mano y pensé cual seria mi próximo movimiento. Como ya sabia no podía continuar hacia adelante porque tenia los orcos cubriendo la salida de la colonia. Pero volver hacía atrás podía ser aún más peligroso que intentar escapar de la colonia evadiendo los orcos, aún estaba entre la espada la pared. Aunque tenía otra opción, era muy riesgosa pero podría dar resultados, esconderme hasta que encuentre una forma de salir de la colonia, hasta que los orcos o los paladines se movilicen. No era una mala idea, me mantendría alejado del peligro, y podría aprovechar el momento justo para escapar de la colonia sin perder la vida. Aunque una parte de mí estaba de acuerdo con el plan del escondite, la otra parte se avergonzaba de tomar una decisión tan cobarde, “de seguro Cavallorn y Scorpio ya estaban fuera de la barrera esperándome” pensaba, y yo comportándome como un niño asustado. Pronto el miedo y el deseo de seguridad y sobrevivir me hicieron tomar el camino más cobarde pero seguro, esconderse hasta que “algo” pasara. Pero si iba a esconderme durante un tiempo iba a necesitar conseguir más comida, y un lugar seguro donde esconderme. En el lugar en el que me encontraba era una presa fácil durante el día, aunque no tenia muchos lugares para elegir entre el camino que descendía a la colonia -donde podían estar los paladines y los orcos- y el lugar de intercambio entre Khorinis y la colonia –donde estaban los orcos que habían tomado la vida de Orik- . El único lugar que se me pudo ocurrir era la mina abandonada. La única de la zona que no se había derrumbado. Aunque la reja de la entrada de la misma estaba oxidada no me iba a ser muy difícil abrirla, además tenia mis herramientas para ayudarme en caso de que lo necesitara. Pero tenía que encontrar comida, ese era el problema principal. Sin embargo recordé que con Orik subimos por el camino que conecta el paso, con la colonia. Allí había cuerpos de otros convictos, quizás algunos llevaban consigo algo de comida, era mi única esperanza.
Cuando tuve todo el plan ordenado en mi cabeza me decidí a comenzar. Crucé el viejo puente, pase la mina abandonada, fui al camino de la bajada la colonia y comencé a revisar los cuerpos. Por más que revise los cuerpos, no pude encontrar mucho. Encontré un pan en buen estado, dos casi mohosos, tres manzanas verdes -después de todo, eran el único tipo de manzana que había en Khorinis-, y una botella casi vacía de agua. Con suerte me alcanzaría para dos o tres días. Tomé todo lo que pude y corrí a la mina abandonada. Intenté abrirla sin resultado alguno, estaba mucho más oxidada de lo que pensaba. Me quité la mochila y comencé a buscar un cincel para intentar quitar el óxido a los extremos de al reja para que se deslizara mejor. No sabía cuanto tiempo había pasado, ni tampoco que hora era, ya que el cielo estaba nublado y había mucha neblina en el valle, lo cual me era una ventaja ya que me ocultaba, y eso hizo que me relajara un poco.
Comencé a cincelar los bordes de la reja, y poco a poco comenzaron a caer los pedazos de oxido. Fue cuestión de minutos para que la reja recuperara su antigua movilidad. Luego como si estuviera nueva, la reja se levanto rápidamente, yo entré, cerré nuevamente la reja y me adentre en las sombras de la cueva para evitar ser visto desde afuera. Me acurruque contra la pared y saque una de las hogazas de pan para llenar el estomago que desde hace horas venia pidiendo comida. Tranquilo y sin apuro comí la barra de pan que me dejó satisfecho. Era la que había tomado de uno de los cuerpos que estaban en el camino, de un cavador -por su apariencia- para ser más preciso. No había pensado que iba a hacer mientras estaba escondido, no podía estar sentado sin hacer nada, y como la mina parecía más profunda me adentre aún más para revisar si encontraba algo que me fuera útil, aunque sea algo con lo que pasar el tiempo. Caminé a trabes del largo túnel principal, no encontraba absolutamente nada, ni siquiera restos de mineral o picas abandonadas. Continúe caminando y cada vez el túnel se volvía más oscuro, empecé a desear tener una antorcha, ya que en ese momento me había olvidado del pergamino de Luz que llevaba. A no más de treinta pasos de la entrada, el túnel comenzó a tornarse mas claro, y a medida que avanzaba podía ver los rayos del sol emanando de una abertura. Con un animo renovado me acerque cada vez más a la abertura, y mientras más lo hacia, más se aclaraba el túnel a causa de los rayos del sol que ahora los sentía como cálidas manos sobre mi piel. Atravesé la abertura y salí al exterior. Me encontraba en una tierra árida y no había planta alguna en los alrededores salvo árboles desnudos, y unos pocos matorrales secos. Aunque luego de mirar los alrededores pude reconocer de que lugar se trataba, era el paso de Khorinis, por donde me habían traído a la colonia la primera vez. Había encontrado una salida segura de la colonia, por fin, después de cinco años era libre otra vez...