Me asomé por la ventana. La mañana era fresca; una suave brisa acariciaba mi cara. El sol deslumbraba pero eso no quería decir que hiciese demasiado calor. Abrí el saquito con las joyas de mi último botín y allí estaban. Preciosas con aquel brillo centelleante y cegador. Amarré la bolsa a mi cinturón y me puse mi capa. Todo presagiaba un día perfecto. Antes de empezar a trabajar debía desayunar algo, dicha razón fue la que me impulsó dirigirme hacia el mercado, así tendría comida y trabajo en el mismo sitio.
Cerré la puerta de la pequeña habitación en la que pasé la noche y bajé la escalera que me conducía al bar de la posada. No debían ser más de las diez de la mañana y la taberna estaba vacía. El tabernero, un personaje simpático y rollizo como un cerdo, estaba detrás de la barra limpiando una jarra de cerveza.
-Un gran servicio, ¡si señor!-dije en tono sarcástico - ¡he dormido en una cámara digna de un rey!
-Gracias señor- dijo inocentemente el tabernero quien había creído un halago mi comentario- espero que vuelva otra vez.
-No lo dude, mi gran amigo. Si alguien pasa por Ustort le recomendaré sin dudar esta taberna.
-No lo dudo
-Sobretodo a mis enemigos –dije en voz baja- o a cualquier orco que me encuentre.
-¿Perdón? –preguntó-¿Ha dicho usted algo?.
-Eh! No, no... –respondí falsamente- espero volver a verle.
-Yo también. –su tono de voz era frío y su expresión había cambiado, por lo visto me había oído- No tarde en volver.
-¡Tenga! –le dije lanzándole una moneda de oro- por las molestias.
-¡Gracias! ¡Mil gracias! –ahora si que de verdad estaba contento, lo que no haga el oro.. Poco sabía que era suyo, que era una moneda de aquel oro que tan celosamente guardaba en una trampilla de su habitación. Se llevaría una sorpresa cuando fuera a contarlo.
-¡Vuelva cuando quiera! –exclamó cuando pasaba por el dintel de la puerta.
-Desde luego que volveré –solté una leve sonrisa- sobretodo cuando haya más oro que “coger prestado”.-No me oyó...
Ya había bastante gente por las calles. Me dirigí hacia la calle principal de la ciudad siguiendo el suave aroma de carne a la brasa de algún puesto de alimento situado en el mercado. El ajetreo era considerable, la gente llenaba la avenida como una gran hilera de hormigas yendo de un lado para otro. A ambos lados del paseo se veían tiendas de todo tipo.
Busqué casi por instinto algo de comer y mi vista quedó fijada en una simple frutería. Concretamente en sus manzanas. Eran grandes, redondas y parecían frescas, algo poco corriente últimamente. El dueño de la tienda era una persona enclenque y parecía malhumorada. No atendía a nadie pese a la calidad de su producto, lo que me pareció extraño.
-Buenos días caballero –saludé cortésmente.
-Buenos días –me dijo con voz poco amable y mirada desconfiada –Esta fruta es cara, si no compras, vete.
-No, eso es a lo que he venido, a comprar... -dije - ¿Cuál es el precio?
-Una moneda de plata –respondió- ¿podrás pagarla?
-¿Una moneda de plata la docena? –pregunté sorprendido- es caro pero no tanto.
-¿La docena?. ¡No me hagas reír! –soltó una mueca que dejaba ver su mellada dentadura- Una moneda de plata por cada una..
-¿Qué? ¿Quiere decir que una manzana como ésta –cogí en ese momento una- cuesta una moneda de plata?.
-¡Sí!¡No las toques! –gritó mientras intentaba arrebatarme el fruto- ¡toca lo que vayas a pagar!
-Entonces tampoco te gustará que haga esto. ¿no? –lancé la manzana hacia arriba.
-¡Maldito elfo! ¡Maldita sea tu raza! –exclamó mirando la manzana que iba hacia arriba. Cosa que aproveché para coger otra de las del montón y esconderla en un bolsillo interior de mi capa antes de que dejara de fijar la vista de la que estaba en el aire. -¡Deja mis manzanas!
-Esta bien, esta bien –dije- ya me marcho. Tenga la manzana.
-Maldita gente extranjera –refunfuñó cogiendola - quedaos allí de dónde venís.
-Ah, por cierto, gracias.
-¿Gracias? –preguntó extrañado- ¿Gracias por qué?
-Por esto desde luego –inmediatamente saqué la manzana y le di un bocado- Mmmm, deliciosa...
-¿Pero como...? –preguntó estupefacto- ¡Al ladrón! ¡Al ladrón! -gritó- ¡A mí la guardia!
Le dediqué una leve sonrisa y me escabullí corriendo entre los callejones de la ciudad.
Me cercioré de que nadie me había visto, descansé y comí la manzana en el portal de una casa. Poco después me levanté y muy a mi pesar decidí no ir al mercado hasta que las cosas se hubiesen calmado un poco por lo que fui a dar una vuelta por el resto de la ciudad. Hermosa ciudad costera es Ustort, ciudad en la que el olor del mar te embriagaba y te arrastraba hacia lo más profundo del mismo. Me recordaba a mi casa en el Valle oscuroy no sé porqué razón también a los padres que nunca conocí...
Esa era mi cruzada, mi reto personal, la hazaña que debía realizar antes del fin de los días: encontrar a mis padres, aquellos que me dieron la vida. Pero, ¿cómo lo haría?. No tenía ninguna pista, sólo un collar con el presunto sello de mi familia y el vago recuerdo de una bella elfa rubia, la cual asocio con mi madre. A mi padre no lo recuerdo. Pero albergo la esperanza de encontrarlos, al menos así lo espero...
He vivido casi toda mi vida en soledad, viviendo como podía, robando... Sí, robando, pese a ser un elfo. He preferido robar antes de morir de inanición, antes de desaparecer... Cuando más necesitaba ayuda de los demás más me dieron la espalda, me ignoraron puesto que los orgullosos Elfos no podían rebajarse a cuidar y educar a un simple huerfano como yo. Todos me dieron la espalda y delinquí para sobrevivir. Ahora lo hago a veces sin necesidad y sin pensar en los que podría perjudicar porque antes hicieron lo mismo conmigo. Pero todavía queda un atisbo de esperanza en mi interior y pienso que todavía existe gente que verdaderamente se preocupa por los demás y si confío en dichas personas les ayudaré en todo lo que pueda.
Recuerdos del pasado inundaban mi mente y me sumergían en antiguas hazañas tanto feliz como tristemente acontecidas.
-¿Tiene algo señor? –alguien me sacó de mi océano de recuerdos dándome un leve golpe en mi codo- Necesito comer.
Era un muchacho de unos doce años, vestía harapos y su famélico rostro indicaba su mala alimentación. De súbito me vi reflejado en ese chico, me vi a mi mismo mendigando en los Puertos Grises y posteriormente robando...
-¿Está bien señor? –preguntó el chico- ¿Le pasa algo?.
-No, todo está bien. Necesitas comer, ¿verdad?
-Sí, mi madre está muy enferma y mi padre tiene que quedarse cuidándola, y por eso no puede trabajar –dijo triste .
Le miré a los ojos y vi que la sinceridad se reflejaba en ellos. Tenía ojos de alguien que había tenido que soportar mil penas y desgracias, de alguien al que la sociedad había dado la espalda, de alguien como yo...
De repente en la esquina de la callejuela en la que me encontraba se asomó otro niño.
-¿Es compañero tuyo aquel que se asoma y me mira como si le fuera a morder?
-Sí –contestó tímidamente- es mi hermano. Es que dice que usted tiene una pinta un poco... –el chaval titubeó- ...rara-.
-Ya veo. –dije con una sonrisa.- Tomad esto, pero antes prometedme que se lo daréis a vuestros padres –le dije dándole un saquito que contenía doce monedas de oro.
El niño abrió el saco, miró su interior y se quedó atónito. Seguidamente me abrazó llamó a su hermano y se fue corriendo gritando gracias.
No me había sentido tan bien desde hacia mucho tiempo. Pero tenía que volver a la fría realidad: estaba sin blanca y sólo conocía un método para poder conseguir dinero... Podría haber vendido las joyas robadas en el mercado negro pero no lo consideraba oportuno, sobretodo considerando que las “encontré” el día anterior en una casa de un rico comerciante en la misma ciudad.
Así pues, continué mi camino buscando la posible víctima que caería en mis manos. Pensaba en entrar en la casa de alguien de alto nivel económico afincado en la ciudad cuando vi un pequeño tumulto de gente en una plaza. Me puse la capucha para no llamar la atención y me dirigí hacia allí esperando encontrar aquello que congregaba a aquel reducido número de personas.
No me fue difícil ver aquello que otros tantos ojos estaban mirando a la vez. -¡Cómo no! –pensé- Otro charlatán engañabobos que intenta hacerse rico con la palabra de los dioses.
Y allí estaba, un clérigo que intentaba ‘llevar hacia el buen camino’ a los descarriados hijos del señor que habían perdido la senda de la salvación.
El ‘guía de almas’, era alto y algo corpulento, llevaba una túnica con capucha, la cual llevaba puesta, pero dejaba ver su rostro. Un rostro joven que se asemejaba por su belleza a mi raza pero que también tenía los rudos rasgos de hombre, algo extraño y peculiar de ver en esta época. Hablaba en tono pausado y ceremonioso y acompañaba su jerga con gestos de brazos y manos que amenizaban la insulsa exposición.
Eché un vistazo alrededor y encontré un buen sitio a la sombra de un roble en el que podría escuchar sentado al charlatán esperando a ver si era capaz de sacarle algo de dinero a aquellas gentes.
-No debéis pues, guiaros por el dinero –explanó el orador- sino que lo debéis hacer es obrar para conseguir el bien del resto de los seres vivos. De esta manera conseguiréis un espíritu noble y puro con el que... –En ese momento bostecé de forma alarmante para que ‘el pastor’ pudiera oírme. Y lo hizo, y no sólo lo oyó él sino también todos los asistentes que estaban a su alrededor. Dejó de hablar y con una mirada furtiva que hablaba por sí misma pidió que me callase, asimismo todos miraron hacia dónde me encontraba, algunos con gesto de desprecio pero otros no pudieron mas que dejar escapar alguna risita.
-Bien, ¿por dónde iba? –dijo- Ah, sí. –y continuó- De esta manera conseguiréis un alma noble y pura con la que poder llegar al excelso reino del señor y ser aceptados en él cuando vuestro espíritu se separe de su recipiente carnal. Yendo al templo y...
-¿Alguien quiere ganar dinero jugando una partidita de cartas? –grité a la multitud interrumpiendo al charlatán al tiempo que sacaba tres cartas y las situaba encima de un banco- ¡Vamos! ¡Es fácil! ¡cinco monedas de bronce la apuesta!
Varias personas se dirigían curiosas hacia mí, varias personas que si hubieran jugado perderían su dinero ya que diestramente sabía hacer trampas en el juego. Pero cuando ya calculada la cantidad, pese a ser escasa, de dinero que podría conseguir alguien tiró las tres cartas al suelo.
-¡Eeeeeeeeeh! –grité- ¡mis cartas!
-Deja el juego, –dijo aquel que tiró mis ‘herramientas de trabajo’ que para mi sorpresa era el clérigo- El señor no quiere que perversiones como éstas desvíen el camino de sus criaturas y...
-Sí, sí, lo que tu digas –dije en tono burlón mientras recogía las cartas- ves con tu charlatanería a otra parte, yo no la necesito.
-Deja el juego –insistió- y no guíes hacia la oscuridad a tus semejantes.
-Tienes razón –asentí con la cabeza- me has convencido. Seguiré la senda del Único –Le abracé y busqué ágilmente alguna bolsa en su cinturón, la encontré y cuando ya la tenía en mi mano derecha caí al suelo debido a un empujón de mi víctima.
-Desdichado –dijo en tono pausado, amarrándose de nuevo su bolsa al cinturón –encima eres un ladrón. Hay que reformarte y llevarte hacia la verdad...
-¡Un ladrón! ¡Un ladrón! –gritó alguien que había sido testigo de todo lo acontecido- ¡Que no escape!
Varios hombres se dirigieron dispuestos a apresarme, pero fui más rápido. Me levanté y corrí tanto como mis piernas eran capaces de moverse hacia un callejón. Logré escapar.
, ansioso espero ver como sigue. Animo!!!!
y la imagen esa del elfo está muy bien también 
