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La gran comunidad hispana de amantes de la saga Gothic y Risen.
 
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 Rihodar

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Taokanimemetal
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Taokanimemetal


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MensajeTema: Rihodar   Rihodar EmptyJue 03 Oct 2013, 19:19

INFORMACIÓN

PUEBLOS

TURONES

Guerreros Turones:

1- Sagittarius. (Arquería)

2- Contiger. (Infantería)

3- Princeps Contiger. (Infantería)

4- Praefectus. (Oficial)

NUMINTIOS

Guerreros Numintios:

1- Aizkorak. (Arquería)

2- Harriak. (Arquería)

3- Otsoa. (Infantería)

4- Ikurrina. (Portaestandarte)

5- Soldadu. (Infantería)

6- Buruzagi. (Oficial)

SUNIAS

Guerreros Sunias:

1- Lávaro. (Portaestandarte)

2- Voithitikós. (Arquería)

3- Oplítis. (Infantería)

4- Oplítis Archigós. (Infantería)

5- Kavaláris. (Caballería)

6- Dioikitís. (Oficial)

BEREBES

Guerreros Berebes:

1- Bayrak. (Portaestandarte)

2- Okçu. (Arquería)

3- Mızrak. (Infantería)

4- Mizrak Baş. (Infantería)

5- Binici. (Caballería)

6- Komutan. (Oficial)

DRAYANOS

Guerreros Drayanos:

1- Tossotes.

2- Vexillarius.

3- Falangion.

4- Kranos.

5- Equote.

6- Evocati.

KIGURES (COLONIZADORES)

Guerreros Kigures:

1- Bendera.

2- Upinde.

3- Mkuki.

4- Sajini.

5- Mpanda.

6- Wakuu.


MAPAS DE RIHODAR

Mapa de las ciudades:

Mapa físico:


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PRÓLOGO

La península de Rihodar fue colonizada tiempo ha por los primeros hombres, todos distintos, pero iguales ante aquellas misteriosas y vírgenes tierra. Un total de cinco pueblos se repartieron el territorio, comenzando así una era que trastocaría por completo la concepción de la península.

Nos encontramos en el quinientos de la primera era, los cinco primeros pueblos que poblaron por primera vez la península se han repartido los diversos territorios, sin embargo, un pueblo colonizador, los kigures han construido una ciudad costera cercana al paso de Madhara, Maras.

Turones

Los turones, "hombres de los valles", se han extendido por las tierras norte-noroeste, por la totalidad de los valles Tenggelam . Su medio de vida es: la pesca, la caza, la agricultura, la ganadería y la tala.


Numintios

Los numintios, "hombres de los bosques", se han esparcido por las tierras norte-nordeste, desde el bosque de Necross hasta las orilla norte del lago Zabal. Su forma de vida se basa en: la caza y la tala.

Sunias

Los sunias, "hombres de los ríos", han poblado las tierras medias del este, el valle de Nehirles y la orilla este del lago Marsus. Se dedican a: la pesca, la minería y el comercio.

Berebes

Los berebes,  "hombres de la arena", han construido una gran ciudad en la ciénaga de Kal, Hiboria, además de asentamientos a lo largo de la costa del mar Sinás. Su vida se basa en: la minería y el comercio.

Drayanos

Los drayanos, "hombres de los páramos", tienen multitud de asentamientos esparcidos por la zona sur de los páramos Kavúes y Hewas. No obstante, tienen una capital, Ronan. Sus principales medios de vida son: la pesca, la minería, el pastoreo y el comercio.

Kigures

Los Kigures, "hombres del mar", se han asentado en la orilla norte de la bahía Kriva y han elevado una gran ciudad portuaria, Maras. Sus principales medios de vida son: la pesca y el comercio.


Última edición por Taokanimemetal el Miér 23 Oct 2013, 17:17, editado 10 veces
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MensajeTema: Re: Rihodar   Rihodar EmptyJue 03 Oct 2013, 23:18

mmm promete mucho. me encanta la espada de los colonizadores
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Umbekant
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MensajeTema: Re: Rihodar   Rihodar EmptyVie 04 Oct 2013, 03:21

Como te armas la historia, cuando tenga tiempo y halla otro capítulo, lo leeré.
¿La Drayan es una Gladius?
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Taokanimemetal
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MensajeTema: Re: Rihodar   Rihodar EmptyLun 07 Oct 2013, 20:47

CAPÍTULO 1
"PREÁMBULO"

Bahía de Draka. Atardecer.

El navío kigur surcaba las olas con facilidad, pues el viento era favorable, lo que le daba a los remeros unos momentos de descanso. Uno de ellos, Anaximandro, joven de perilla negra como el carbón, melena del mismo color y unos profundos ojos verdes, además de unas facciones marcadas; lo capturaron cuando huía de la ley del concejo kigur, los llamados “Wrattejuzz”, lo que en la lengua común significa, jueces blancos. Éstos imponían la ley en Grekaia y eran particularmente conocidos por su falta de benevolencia. Su delito fue asesinar a un ciudadano kigur en defensa propia, el hecho de que él fuera extranjero agravó el delito. Uno de los mayores problemas fue que presentó de forma errónea su defensa y ello conllevó a que perdiese el juicio y fuese condenado a ser remero por un periodo de cinco años. El capitán del navío era Raak, hombre calvo de una gran barba negra,  cejas arqueadas, grandes ojos negros y una gran cicatriz que ostentaba desde la parte izquierda de la frente hasta la parte derecha de la mandíbula, es decir, le cruzaba la cara de lado a lado; todo ello apoyaba su fama de tirano y hombre de mal. Raak se acercó a los remeros.

-Ahora podéis descansar, mas cuando el viento amaine volveréis a sentir el peso de la ley- dijo sonriente mientras sacaba un látigo y lo estampaba contra el suelo; los remeros se estremecieron.

La embarcación continuó con viento favorable hasta su destino, Amarna. Amarna era una de las ciudades portuarias sunias más importantes de la región, ya que poseía un puerto comercial clave para el comercio con la zona norte de la península, es más, era el único. Se encontraba rodeado de nuevos barrios de chozas que habían ido emergiendo con el auge del comercio con  kigures y drayanos, aunque, cabe mencionar, que también y en menor medida con los numintios, quienes se solían mostrar reticentes a la hora de entablar contacto con los demás pueblos. Los kigures compraban alimentos, madera y arcilla, la cual era ampliamente usada por los sunias. Por otro lado, los kigures vendían productos manufacturados, tales como: pertrechos, ánforas, ornamentos, aceite, vino, etc... Los sunias no eran estúpidos, por lo que ellos comenzaron a plantar en sus fértiles valles: uvas, olivos y aprovecharon un árbol autóctono, el naranjo. Ello hizo perder potencial a los kigures, los cuales se mostraban reticentes a que fuesen ahora los sunias los que vendiesen tanto materias primas en sus territorios, como productos manufacturados en los puertos de las colonias kigures. El barco llegó a puerto y los marineros, con ayuda de los remeros, bajaron la carga. Raak se acercó al comerciante sunia, Jándula.

-Hoy os traigo algo que no poseéis-
-Vos diréis- dijo Jándula con cierta incredulidad.
-¡Vos!, ¡remero!- Anaximandro se tornó.
-¿Señor?- Anaximandro miraba perplejo a su señor.
-¡Traed las especias!- ordenó Raak.
-En seguida, señor- Anaximandro cogió un saco de especias y lo trajo.
-Mirad-

Jándula miró asombrado lo que contenía el saco; una especia nunca antes vista, naranja como los frutos que recogían y de un sabor peculiar, pero agradable.

-¿Cuál decís que es su nombre?-
-Kúrkuma-
-Asombroso-
-Se suele emplear para acompañar al mijo o al arroz, mas también os servirá para las diversas carnes- Raak sonreía-. Si sois el primero en adquirirla, obtendréis enormes beneficios, pues seréis vos el único que ostentará tal especia y, en consecuencia, podréis mantener los precios artificialmente altos.
-¿Cómo sé que no osaréis proporcionársela a otros?-
-Os doy mi palabra de honor-
-No es que tenga a bien fiarme de la palabra de los kigures, no os ofendáis, mas haré una excepción-

Ambos se agarraron y estrecharon sus antebrazos, como signo de confianza. Éste saludo representaba que ninguno de los dos portaba un arma bajo la manga de su prenda y, con ello, daban muestras de sus buenas intenciones. Jándula pagó en denares de plata, moneda empleada en toda la península y el estado kigur de Grekaia, donde se acuñaba única y exclusivamente, ya que de esta forma controlaban dicha moneda y su valor, además de recibir beneficios al emitirla a los estados que la requerían.

-Espero me hayáis entregado todo cuanto había en vuestra despensa-
-No lo dudéis, amigo- Raak agarró del hombro a Jándula, hecho que no le transmitió a este último más confianza.

El capitán kigur subió a su nave y partió a otra zona del puerto. Solo que esta vez se reuniría con el comerciante, Zámcara.

-Hoy os traigo algo que no poseéis-
-Mostrádmelo- dijo Zámcara con interés.

Raak enseñó el contenido del saco a Zámcara y éste optó por comprarlo. Ambos sellaron el pacto tal y como lo había hecho momentos antes con Jándula. Además de asegurarle a Zámcara que le había entregado todo cuanto portaba. Más tarde, continuó repitiendo la acción con tres comerciantes más, hasta que quedó sin nada más que ofertar, por lo que retornó a Maras.

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A la mañana siguiente

Mercado de Amarna. Mañana.

Los cinco comerciantes que habían sido víctimas de las falacias de Raak, ofertaron su nuevo y exótico producto en el mercado. Cuando se percataron de que el resto también lo ofrecían, tuvieron que comenzar una guerra de precios para atraer más clientela, lo que benefició enormemente a aquellos que querían obtener la especia, pero que generó un odio hacia los kigures, por parte de los comerciantes, que sería difícil de borrar. El hijo del dueño de la taberna más famosa de la ciudad, “Desaya-Desaya”, que literalmente viene a decir: “Vive-Vive”, era ya un hombre de treinta años que aspiraba a heredar el negocio; se había familiarizado con la captación de clientes y la elección de buenos proveedores, tanto de mujeres como material. Ya no era un niño, sabía lo que tenía que hacer y era captar un buen proveedor de Kúrkuma. Él intuía que se pondría de moda, como todo lo novedoso, y sus clientes iban a exigir y esperar dicha especia en sus comidas, por lo que decidió ojear un rato y, tras meditar, se acercó a Jándula.

-Veo que os han engañado-
-¿Cómo sabéis vos ello?- preguntó Jándula enojado-. ¿Acaso fuisteis partícipe?
-No, por supuesto, que no-
-¿Quién sois?, pues-
-Mi nombre es Sakkrar-
-Ah, ya veo, el hijo del tabernero- Jándula lo miró de arriba a abajo-. Así que lo que andáis buscando es un proveedor, ¿eh?
-En efecto- Sakkrar sonreía ampliamente- y creo que vos sois la persona adecuada.
-No os quepa duda, señor-
-Por lo que sé, esos malditos comerciantes kigures han de pagar por los arrendamientos de ciertas propiedades en este puerto, tienen deudas que aún no han cubierto- Sakkrar miraba a Jándula con cierta malicia- ¿me equivoco?
-En absoluto. Veo que estáis al tanto de los acontecimientos, señor- Jándula tosió-. Este puerto está cada vez más sucio. Nadie quiere a los kigures, no les venden, no les compran, están totalmente asilados, lo que les acarrea grandes pérdidas.
-No creo que el rey kigur salte de alegría ante tales sucesos- Sakkrar se rascó la barbilla-.
-Según dicen, la tensión en la corte comenzó a labrarse tiempo ha-
-Que no os extrañe, pues estos timos llevan tiempo realizándose- Sakkrar se acercó más a Jándula-. Os seré franco, a ninguno de los dos nos interesa seguir la relación con los kigures.
-¿Qué habíais tramado?-
-Si reunimos a todos los comerciantes, sunias-
-Ello no habrá de suponer un problema- aseguró Jándula.
- Y, ¿ello es debido a?-
-Ello es debido a que cuando los comerciantes hallaron los primeros timos, no los sacaron a relucir, mas esperaron a que se acrecentasen y una vez fueron lo suficientemente evidentes, actuaron cortando las relaciones, tal día como hoy-
-¿Um?, no os comprendo-
-Todo estaba previsto- Jándula se sentó e invitó a Sakkrar a que también lo hiciese, éste hizo lo propio-. Acordamos expulsar a los kigures, ¿cómo?, de la forma más rápida y dolorosa, la económica. Estamos hartos de los continuos timos, por lo que hemos decidido romper toda relación comercial y hemos aguardado para obtener una cantidad de pruebas lo suficientemente grande como para obligar a nuestro oligarcado a romper las relaciones tanto económicas como diplomáticas.
-Entonces, ¿cómo explicáis las muecas de enojo que había y hay en los mercaderes?-
-Es para advertir al pueblo de que estamos molestos y dispuestos a cambiar la situación-
-Ya veo- Sakkrar sonrió levemente-. Ésto es mejor de lo esperado.

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Campamento Drayano de Dabkla, zona sur de los páramos Hewas. Mediodía.

Las tropas drayanas estaban en formación de marcha, dispuestas a partir y los comandantes de fila pasaban revista a la tropa, mientras el general, Yoca, atendía con sosiego. Tras la revista, la “Falangion”, nombre con el que se conocía a las agrupaciones de mil hombres, marchó en dirección sur. El grupo iba en ayuda de dos falangion que habían sido atacadas por numerosos Berebes. La guerra entre los Drayanos y Berebes había comenzado hace relativamente poco y se preveía una luenga prolongación. A la cabeza iba la guardia personal del general, los comandantes y el mismo general.

-¿Creéis que llegaremos a tiempo?- preguntó el comandante Tiguria.
-A este rimo, no- manifestó el general Yoca.
-Vamos todo lo raudo posible, señor- dijo el comandante Irkas.
-Eso dígaselo a nuestro aliados, comandante- Yoca miró a Irkas arqueando las cejas- seguro que ellos atenderán a razones o no, porque habrán sido aniquilados.

Yoca se giró hacia el jefe de la banda.

-¡Draco!-
-¿¡Señor!?- respondió el jefe de la banda.
-¡Marcha rápida!-
-Sí, señor-

La banda tocó marcha rápida y los hombres fueron a paso ligero.

-Cuando lleguemos estarán exhaustos, señor- Tiguria miraba a los hombres con preocupación.
-Puede, pero nuestros aliados estarán vivos-

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Páramos Hewas. Tarde.

El grupo marchó varias millas hasta llegar a su destino, uno de los páramos, yermo y extenso, con algunas colinas y una pequeña meseta que dominaba la zona oriental del mismo. Tras cruzar la colina, observaron el campo de batalla. Una muralla de escudos drayanos se batían con otra muralla de escudos Berebes. Las tropas drayanas de infantería iban ataviadas con: un scutum drayano, una espada drayan, un puñal, una lanza, sandalias, grebas, un casco drayano y pectorales, todo ello de una aleación entre el bronce y el hierro, llamada: “Sheleffo”; los Kranos o comandantes de fila drayanos, poseían el mismo equipo, a excepción de la lanza y que en el casco llevaban tres plumas rojas puestas verticalmente que lo cruzaban horizontalmente, el hecho de llevar las plumas era para distinguirlos de la tropa. Por otro lado, la infantería berebe portaba: un hoplon berebe, una lanza corta, un casco berebe, la crin de las tropas era blanca, mientras que la de los comandantes de fila era negra; grebas, pectorales y una espada Flissa. Ambas murallas aguantaban la carga de sus adversarios, lo que hacía que la lucha fuese lenta y hubiese pocos muertos y heridos. El general berebe, Tariq, se encontraba en la cima de una meseta charlando con su consejero, Demahom. El general estaba sentado en una silla y su consejero estaba sentado a su lado, sobre un cojín.

-Ésto se está truncando el algo tedioso y poco efectivo-
-Tenéis razón, señor- Demahom miraba con indiferencia la batalla-. Tal vez deberíamos enviar a la caballería para que ataque por el flanco derecho.
-Yo también lo creo- Tariq se levantó y dio la orden al portaestandarte, quien agitó la bandera con vehemencia. La caballería cargó.

La Falangion de Yoca se había detenido en la cima de la colina.

-¡Señor!, ¡mire!- gritó Tiguria al tiempo que señalaba a la caballería enemiga.
-¡Parta con sus hombres de inmediato!-
-¡A la orden!- bramó Irkas, quien partió con sus doscientos caballeros contra la horda enemiga, la cual se estimaba en unos seiscientos.

La falangion estaba compuesta por seiscientos falangiones (infantes), doscientos tossotes (arqueros) y doscientos equotes (caballeros). La caballería  berebe desvió unos trescientos hombres para contener a los equotes, mientras el resto continuaba su rumbo. Los equotes drayanos recibieron la lluvia de jabalinas enemiga sin tener significativas bajas, en cambio, sus lanzas si que causaron graves bajas al enemigo. Los equotes iban equipados con lanzas largas, escudos redondos, espadas drayan largas, un casco drayano, grebas y una túnica que por encima llevaba pectorales, se podría decir que su equipo era medio. Los berebes portaban un hoplon lunar berebe, tres jabalinas largas, una espada flissa y una túnica con pectorales, lo que les hacía más ligeros, pero también más vulnerables frente a la caballería drayana. Los berebes consiguieron su objetivo de frenar a la caballería enemiga, pero el general Yoca, previendo la actuación enemiga, situó a sus tossotes por la zona de paso de los jinetes. Cuando éstos hicieron acto de presencia una lluvia de flechas les sorprendió causando significativas bajas. Los berebes cargaron contra los arqueros, quienes intentaron retirarse, pero los caballos eran más rápidos. Los tossotes continuaron huyendo hasta llegar a un pequeño claro, alejado del campo de batalla. Los jinetes, enajenados por la matanza, no divisaron a los falangiones, los cuales les habían rodeado. El pánico cundió entre los berebes, pues eran ahora ellos los aniquilados. Tariq se levantó y golpeó la silla enérgicamente.

-¡Malditos drayanos!- Tariq miró furioso a su consejero-. ¿Cómo es posible que los refuerzos hayan llegado con tanta presura? Me asegurasteis que no habría ningún campamento cercano.
-Y no lo hay, señor- disculpó  Demahom-. El más cercano es Dabkla y está a varias millas de distancia.
-Arrg, poco importa ya- Tariq suspiró-. ¿Queréis jugar?, jugaremos, mas como yo deseo.

Los berebes tocaron retreta, la alegría cundió entre las tropas drayanas aliadas. Yoca reorganizó a las tropas que le quedaban y se acercó a los otros generales, Tiberios y Borenay.

-¡Alabados sean los dioses!- gritó Tiberios riéndose.
-¡Habéis llegado justo a tiempo, Yoca!- Voreno se acercó a Yoca, éste último desmontó y ambos abrazaron amigablemente.
-¿Cómo os va?, hermano- preguntó Yoca con interés.
-Ya veis, padre se equivocó al afirmar que no nos enfrentaríamos a los berebes- respondió sonriente Voreno.
-Lo sé, es de otra época. Habéis luchado bien- dijo Yoca con orgullo- mas ésto no ha hecho más que empezar.
-¿Estáis seguro?- preguntó Tiberio.
-Por supuesto-
-Yo, así no lo creo-
-Tiberio, no os ofendáis, mas la brecha de experiencia que nos separa es demasiado amplia como para ignorarla- Yoca miró firmemente a Tiberio-. Yo arrebaté gran parte de los páramos a berebes y sinuas, mientras que vos, solo habéis realizado un hecho encomiable, vencer a una reducida flota sinua en la bahía Úst Draka. Os lo ruego, no me digáis cuando algo a tocado a su fin, y menos aún, si cabe, en una batalla contra los berebes.

Tiberio miró con resentimiento a Yoca, quien prestaba atención a los movimientos enemigos. Las tropas berebes retornaron junto a Tariq.

-¿Creéis que enviará a la caballería?- preguntó Tariq.
-Lo hará, mas sus falangiones vendrán detrás-  Demahom se reincorporó-. Su caballería romperá vuestras filas y la infantería rematará el trabajo.
-¿Qué tratáis de decir?-
-Creo que ha llegado el momento de probar nuestro invento, señor-
-Buena idea-

Los equotes iban a la cabeza con paso tenue y eran seguidos de cerca por los falangiones y los tossotes. Todos ellos en formación. Los berebes estaban en inferioridad numérica pues habían perdido a su caballería y su infantería se encontraba resentida, los único que aún se mantenían frescos, eran los Lanzast ligeros, las tropas auxiliares exploradoras berebes, que portaban: un faldín de lino, pectorales,  una espada corta y una gran aljaba de cuero para almacenar javalinas. En cuanto a los drayanos, sus equotes habían sufrido algunas bajas, sin embargo, los que más habían sufrido las cruentas consecuencias de su emboscada, habían sido los tossotes. Las tropas drayanas avanzaban suspicaces ante la atenta mirada de su enemigo, quienes no parecían temer nada.

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Maras, sala del concejo Kigur. Tarde.

Los khmers blancos, Khmder y Khmiz, que literalmente viene a significar: Derecho e Izquierdo, son consejeros que ayudaban al gobernador colonial, Bilal, estaban reunidos con el mismo.

-Nuestros necios comerciantes, mediante la falacia han perjudicado a nuestros intereses comerciales con los sunias- manifestó Khmiz.
-¡Calumnias!, también han incrementado sus beneficios y los nuestros de forma exponencial- bramó Khmder
-El problema reside en que los sunias se sientes engañados y menospreciados- Khmiz miró al gobernador.
-Lo que debe importarnos no es su estado de ánimo, sino su aportación a nuestro imperio- dijo el gobernador con una indiferente arrogancia.
-Señor, con el debido respeto, de su estado de ánimo y opinión para con  nosotros, depende el grado de “aportaciones” que estén dispuestos a realizar- Khmiz suspiró enérgicamente-. Así que sí es destacado.
-Señor, sed razonable- Khmder se revolvió en su asiento-. Somos un imperio fuerte, mucho más fuerte de lo que nunca lo serán los sunias, ¿acaso hemos de doblegarnos?, ¿debemos suplicar?, ¿nosotros?, ¿los kigures?. ¿Recordáis las palabras de Kigur?, señor.
-Siempre libre, siempre en pié, siempre hombre, nunca postrarse, solo respetar al adversario digno, nunca admirar, solo respetar, cuidar y proteger- al gobernador le invadía una sensación de orgullo.
-¿Hemos tratado a los sunias con respeto?-
-No eran dignos- respondió apresuradamente Khmder.
-Y ¿quién lo determina?, ¿vos?-
-¡No!, ¡yo!- gritó el gobernador.
-Este absurdo me sobrepasa- Khmiz movía la cabeza negativamente-. ¿Sois acaso el nuevo rey?, por favor, no me hagáis reir.
-¡Ya he tolerado suficientemente insubordinación por vuestra parte!- bramó con vehemencia el gobernador.
-Supongo, pues, que esta feliz reunión toca a su fin- Khmiz recogió sus cosas y se levantó-. Sea como fuere, la última palabra la tiene su majestad. Con Ilah, señores.

Khmiz abandonó la sala, mientras Khmder ahondaba aún más en el tema. Ilah es el nombre con el que se conoce al padre de todos los dioses. Todos los pueblos de la península eran politeístas, a excepción de los berebes, quienes creían en “Isbara”, quien, según ellos, era el dios verdaderos y el resto, sus siervos. Khmiz, cuyo verdadero nombre era Rhamsés, paseaba por la plaza de la ciudad, algo alterado, debido a lo que el definía como “incompetencia gubernamental”. No alcanzaba a comprender como el rey, Kigur III, había nombrado a tal idiota para el cargo; en realidad lo sabía, sabía que era su suegro, lo que no alcanza a comprender era cómo podía sacrificar una colonia tan valiosa como Maras, bien podría haberle dado la isla de Niffidian, alejada del mundo y los problemas reales. Rhamsés cruzó la plaza y varias calles más hasta llegar a su vivienda. Una acomodada vivienda de adobe, como lo eran todas, pero ésta tenía algo de lo que las demás carecían, a parte de la guardia y los criados, que eran algo habitual entre los adinerados, poseía baños, mientras que el resto había de acudir a los públicos. La casa era compartida con Khmder, quien vivía en el ala izquierda, mientras que Khmiz, Rhamsés, en la derecha. Tal y como pensaba Rhamsés, la ironía formaba parte de la vida misma. Se internó en su habitación, dejó sus papeles, tintero y pluma en el escritorio, se desvistió y cubrió con una toalla; abandonó la estancia para dirigirse al baño. Cruzó el patio interior de la casa, ornamentado con plantas y una fuente en su interior, los pasillos que lo rodeaban estaban poblados de majestuosas y pulidas columnas. Bajó las escaleras y llegó a los baños. Varias de las criadas se bañaban en ese momento, y , al percatarse de la presencia del señor, se cubrieron y rieron nerviosamente.

-No os preocupéis por mi, señoras- Rhamsés se quitó la toalla, las criadas quedaron perplejas y comenzaron a coquetear entre ellas-. Mas solo quiero relajarme.
-No esperábamos su llegada, pues apresurada ha sido- dijo la encargada de las criadas, Hathor, la cual se bañaba con ellas. Hathor se aproximó a Rhamsés-. Habrá de perdonarlas, son muchachas jóvenes que aún no han explorado el campo del amor.

Hathor acarició la pantorrilla a Rhamsés, quien se excitó. Las criadas reían tratando de ocultar su emoción. Hathor subió y acarició el miembro del Khmder.

-Per...Perdonadas están- dijo Rhamsés.
-Gracias, señor- Hathor dejó su quehacer y volvió con las criadas.

Rhamsés transpiraba y respiraba con dificultad debido a la excitación. ¡Qué mujer!, pensó Rhamsés.

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Siracussi, arena de duelos. Atardecer.

La punta de la espada de Aels Wulfson, hijo de Wulf, amenazaba el cuello de su adversario, el líder Turón, Succas. Ambos estaban empapados en sudor, mezclado con polvo y restos de sangre. Succas tenía un feo corte en la ceja izquierda y en el antebrazo del mismo lado, mientras que Aels había recibido un tajo en el hombro derecho y tenía varias magulladuras y golpes, al igual que su adversario. La herida del hombro no era impedimento para sostener la espada, pues Aels era zurdo. Succas sudaba y miraba con impotencia y resentimiento al joven Aels, hombre corpulento, de cabello rojo fuego, ojos verdes oscuros y una gran barba completa recogida en una coleta. Por otro lado, Succas, era un hombre de hombros y espalda anchos, con un leve tripa; ostentaba ojos marrones y un cabello rubio con tonos morenos.

-Habéis perdido- dijo el juez, un anciano llamado Ötzi-. Debéis abandonar el territorio Turón con vuestro clan: familia, hombres y posesiones, hasta que encontréis y otorguéis algo que congratule a nuestro nuevo rey. Marcharéis al alba.
-Ello haré, pues habéis ganado limpiamente- dijo Succa, aunque sus palabras sonaban vacías para Aels.

Los druidas se acercaron y trataron a ambos heridos. Una vez vendados, Succa se dirigió a la casa comunal de su clan y Aels al estrado. Los turones se organizaban en clanes y casa comunales. Cuando un clan retaba a otro clan, normalmente por el derecho a la corona, el perdedor era desterrado, a no ser que éste trajese riquezas o poder al rey, quien volvía a admitirle de nuevo. Lo era empleado por multitud de clanes para su revancha, para evitarlo, Succa, cuando aún reinaba, amplió la ley de destierro, en la que especificaba que todo aquel clan readmitido no podría volver a acceder al trono. Succa pensó que era un idiota por haber ampliado y regulado dicha ley. Aels estaba sobre el estrado, prometiendo a su pueblo la prosperidad y clamando a los dioses su ayuda. La gente radiaba de una cínica felicidad y todos lo empleaban como una escusa para comer y beber. Todos eran conocedores de la decadencia del pueblo turón, pero Aels no compartía ese pesimismo y conformismo, estaba decidió a elevar a su pueblo a un estatus superior, a un estatus del que nunca habían gozado.

Continuará...
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