La Búsqueda

CAPITULO 1. Un extraño visitante.
Otro día como otro cualquiera empezaba en el monasterio de Innos en el noroeste de Nordmar. Los novicios se alternaban, realizando sus tareas, cortando leña para las hogueras y las chimeneas del monasterio, a la vez que estudian antiguos manuscritos, pergaminos y libros en la Biblioteca del Monasterio bajo las directrices del maestro bibliotecario, Dargoth. En el patio del monasterio dos novicios practicaban el combate con sus bastones de entrenamiento bajo la supervisión de otro Mago de Fuego. El Archimago Altus discutía sobre cuestiones técnicas de un importante experimento mágico con otros dos Magos de Fuego en la sala principal del monasterio. Un grupo de Paladines del ejército de Rhobar III permanecía en diferentes posiciones, rezando en la capilla de Innos o vigilando la puerta del monasterio y el sendero a la aldea del Clan Fuego. Otro de ellos vigilaba la entrada a la biblioteca, impidiendo a los novicios y peregrinos no autorizados entrar en ella.
El Mago de Fuego Pyran permanecía sentado en un banco frente a la entrada del monasterio, tratando de concentrarse en un manuscrito de letra elegante que le había pasado Altus con diversos hechizos para tratar de proteger con mayor eficacia al monasterio mediante hechizos térmicos (tarea que a él le correspondía, dado que aunque las túnicas de los Magos de Fuego estaban especialmente confeccionadas para resistir el duro frío de Nordmar, por las noches la temperatura podía decaer hasta límites insospechados, y los Magos no querían que ninguno de los nuevos novicios y peregrinos que habían llegado recientemente desde Myrtana se murieran de frío durante la noche al no poder acostumbrarse a las temperaturas), cuando ocurrió algo que le obligó a desviar su mirada del pergamino.
Un extraño hombre, ataviado con una túnica y capucha verdes, con una espada al cinturón y un arco con su carcaj a la espalda, llegó caminando suavemente por el helado camino, para el asombro de los dos Paladines que vigilaban la puerta del monasterio, y del propio Pyran, quienes estaban resignados a tener que caminar pesadamente por encima de la nieve.
-Qué vestimenta tan extraña para Nordmar –dijo uno de los Paladines al otro, que asintió gravemente mediante un movimiento de cabeza.
Cuando el forastero llegó a la entrada, los Paladines le cerraron el paso, haciendo que el novicio que estaba de guardia en las almenas de la muralla del monasterio girara un torno, que hizo que el rastrillo de la entrada (el cual recordaba más al de un castillo que al de un monasterio, pero había sido construido durante la Gran Guerra Orca, en los últimos tiempos del reinado de Rhobar II en Myrtana, modificando las murallas originales para permitir a los habitantes del monasterio defenderse de un posible ataque orco) descendiera, cortando el paso al forastero.
-¡En nombre de Innos, entrega tus armas antes de entrar al monasterio, o no te permitiremos la entrada! –dijo con voz marcial el Paladín que había hecho antes el comentario.
-Vaya, Paladines –suspiró el forastero-. ¿Qué tal van las sangrientas conquistas de vuestro Señor?
-Nuestro Señor está llevando la luz y el fuego de Innos a los corazones de la gente de las Islas del Sur –dijo el segundo Paladín-. Ya ha tomado Thorniara, la ciudad portuaria al norte de Argaan, y sus tropas avanzan prestas a conquistar la isla.
-¡Muestra un poco de respeto a tu soberano! –increpó el primer Paladín al forastero.
-Como usted guste –dijo el forastero, desatando las correas con las que sujetaba a su extraña vestimenta sus armas.
-¿Puedes practicar magia negra? –inquirió el segundo Paladín.
-No puedo –dijo el forastero con un toque de cinismo-, y si pudiera seguro que gloriosas mercedes como ustedes o los Magos de Fuego, a los que Innos tenga enternamente en su gloria; darían buena cuenta de este humilde forastero.
-¡Contén tu lengua, plebeyo! –vociferó el primer Paladín mientras el segundo cogía las armas del forastero y las guardaba en un cofre localizado al lado de la puerta (donde los forasteros tenían que dejar todos sus armas antes de entrar, a menos que fueran Paladines o miembros de la Iglesia de Innos llegados desde otras partes del mundo)
-¿Puedo entrar ya? –preguntó el forastero, con un deje de impaciencia en la voz.
-Sí. ¡Pero compórtate! –le dijo el segundo Paladín.
La puerta del monasterio se abrió de nuevo, y el forastero entró, a paso calmado, en el monasterio. Nada más entrar, Pyran, que había observado la situación intranquilo, le habló:
-Bienvenido al monasterio de Innos. Yo soy Pyran, y mi tarea es recibir cordialmente a los peregrinos y nuevos novicios, y escuchar qué motivos les traen a este remoto lugar. ¿Qué te mueve a venir aquí, forastero?
-Es un asunto importante. Sólo hablaré de ello con el Mago de Fuego de más rango de ello.
-Supongo que el Maestro Altus podría recibirte –comentó Pyran-. Aunque solo atiende a los peregrinos si se tratan de asuntos realmente importantes…
-Traigo una carta de Runak, jefe del Sagrado Círculo de los Druidas –dijo el forastero-. Y él me ordenó que no dejara ver esta carta a nadie que no fuera el líder de los magos de este monasterio.
-¿De un druida? Eres un montaraz de Myrtana, ¿no?
-Así es.
-Bien, consultaré esta cuestión con el Archimago Altus. Siéntete libre para pasear por el monasterio y pasar el tiempo como quieras hasta que él se pronuncie al respecto. Eso sí, ¡no causas problemas, ni molestes a los magos, novicios, Paladines y peregrinos!
-Muy bien –dijo el montaraz.
Pyran se alejó rápidamente de allí, en dirección a la sala principal del monasterio. El montaraz caminó hacia el interior del monasterio, y se dirigió a la Biblioteca…

Continuará.

Muy interesante y bien redactado, realmente estoy deseando saber como continua!!!!

Animo con ello, sigue asi !!!!

Saludos!!

que bueno Jergan ademas de un gran posteador eres escritor!

Esta de lujo Jergan, me ha gustado es bastante interesante. Sigue escribiendo que no lo haces nada mal .

CAPITULO 2. La búsqueda del diario.
Olivier, Paladín que vigilaba la entrada de la Biblioteca, se vio asombrado al ver al montaraz dirigirse tan directamente a la Biblioteca.
-¡Alto! ¡Nadie puede entrar a la biblioteca sin autorización!
El montaraz se detuvo al ver a Olivier.
-¿Autorización de quién?
-Del Archimago Milten o del Archimago Altus. O de Dargoth, el bibliotecario.
-Pero tengo que buscar…
-Tengo mis órdenes, forastero. No sé qué tienes que hacer en la Biblioteca ni tampoco me incumbe, pero no puedo dejarte pasar.
-Pues vaya una Biblioteca… ¿para qué queréis almacenar saber si está al alcance de muy pocos?
Olivier suspiró antes de explicarse:
-Verás, esta Biblioteca es la mayor que existe en el continente, y también es mayor que la biblioteca que hay en el monasterio de Innos en Khorinis. Almacena una cantidad se saber que muy pocos son capaces de imaginarse, acumulado desde mucho antes de la misma fundación del reino de Myrtana, hace más de un milenio. Y contiene tal cantidad conocimiento sobre el mundo, la vida y todas sus facetas que ningún ser vivo, a excepción del sabio Dargoth, es capaz siquiera de entrever. Muchas generaciones de siervos de Innos han protegido esta Biblioteca de aquellos que quieren destruirla para mantener el mundo en tinieblas y que no se conozca muchas de las cosas. Como comprenderás, no vamos a dejar entrar a nadie.
Viendo que nada iba a obtener del disciplinado Paladín, el montaraz se alejó de la entrada. Después de preguntar a un novicio que estaba descansando, sentado en un banco al lado de una fogata, se dirigió al laboratorio de alquimia, donde trabajaba el alquimista del monasterio, Innostiano, un hombre bajito, delgado y con la cara cubierta de arrugas.
-¿Qué haces aquí, forastero? ¡No entrego mi mercancía a ningún forastero!
-Discúlpeme su merced por la interrupción. Es sólo que no sabía qué hacer y decidí que quería aprender algo sobre las especies de hierbas que se pueden encontrar en este yermo helado…
-No tantas como me gustaría, francamente –dijo, con un poco más de amabilidad, Innostiano-. Aunque contamos con lo elemental para abastecer a los miembros de la Iglesia de Innos que por aquí pasan: plantas curativas y de maná. Por suerte también hay algunos hongos también y…
Entonces entró Pyran en la estancia, acompañado de un anciano Mago con gesto benévolo y ojos que brillaban de inteligencia, que no vestía (como pudo apreciar el montaraz) la túnica que suelen llevar los Magos de Fuego comunes sino que llevaba una túnica de Archimago.
-Saludos –dijo el Archimago-. Soy el Archimago Altus, líder en funciones del Concilio Supremo del Monasterio de Nordmar.
-¿Líder en funciones?
-Durante la ausencia del Gran Maestro Milten –explicó el anciano Altus-, que está en Argaan junto con su Majestad Rhobar III de Myrtana. Tiene la misión de analizar si la fe en Innos ha decaído en estos años de independencia de Argaan, desde que el honorable Paladín Lord Dominique la introdujera allí durante la ocupación por parte de Rhobar II. Además debe recoger todos los documentos que sean posibles sobre la isla y sus gentes así como otros asuntos para ser llevados a los monasterios y templos de Innos y estudiados por los eruditos y sacerdotes de Innos.
-Pero usted es un anciano, y ese Milten, por lo que Runak me ha contado, es un jovencito… -protestó el montaraz-. ¿Cómo puede ser un mago de mayor rango que su excelencia?
-Aunque la edad y la experiencia en asuntos de magia y de sabiduría divina son una ventaja –suspiró Altus-, en la magia también hay niños prodigio. La verdad, cuando Milten llegó aquí al monasterio habiendo perdido su poder nadie era capaz de predecir lo rápido que conseguiría dominar la magia antigua y lo poderoso y sabio que se haría posteriormente…
-¿Perdió su poder?
-Debido a la destrucción de la magia rúnica por parte de Xardas el Nigromante –explicó Altus.
-¿Y le permitiste que tomara el control del Monasterio pese a su poca experiencia?
-Es un chico fantástico, sabio y además tiene humildad, no como por ejemplo los Archimagos del monasterio de Khorinis o el Gran Maestro Inmanuel de Vengard –explicó Altus-. Además ayudó a que la ocupación de Nordmar por parte de Rhobar III se realizara con poco derramamiento de sangre, lo cual ha supuesto un aumento de la prosperidad de los habitantes de Nordmar a la larga. Pero nos desviamos del tema. En ausencia del Gran Maestro, es mi responsabilidad tratar con forasteros como tú que nos traen misivas de gente importante. ¿Cómo se llama?
-Mi nombre es Merron.
-Sígame entonces, Merron. Vamos a la sala principal a tratar sobre la carta de su merced Runak.
Así pues, Altus y el montaraz Merron se dirigieron a la sala principal de ellos, mientras Pyran volvió, después de hacer una reverencia ante Altus, a su puesto enfrente de la puerta principal del monasterio. En la sala principal se encontraba otro Archimago, completamente calvo y un Mago de Fuego cuya barba era pelirroja y bastante larga, y que parecía que hacía tiempo que no se peinaba.
-Tú debes de ser ese siervo de Adanos que nos visita –dijo con voz grave el Archimago calvo-. Mi nombre es Sebastián, y este hombre de aquí es Eirl.
-Encantado de conocerles, excelencias –dijo Merron-. Aunque me temo que los asuntos que debo tratar con el Archimago Altus se deben realizar absolutamente en privado.
Al oír esto Eirl abandonó la sala sin pronunciar una sola palabra, realizando una reverencia ante Altus antes de salir. Sin embargo Sebastián no hizo ningún gesto que indicara que fuera a imitar al mago pelirrojo.
-Como miembro del Concilio Supremo de este monasterio, montaraz, debo estar informado de todos los asuntos relevantes del mismo, y las relaciones con gente importante al margen de la Iglesia de Innos lo son.
-Tengo órdenes expresas de Runak, excelencia. Así que no pienso consentir en que usted… -empezó el montaraz.
-Runak solo quiere que hables con el Gran Maestro, que es Milten, quien como sabrás está en Argaan, actuando como consejero de Rhobar III, a quien Innos tenga siempre en su gloria. Y él ha delegado en nosotros. En Altus sobretodo, pero también en mí. Después de todo, soy del Concilio Supremo y he trabajado mucho por este monasterio, igual que seguí luchando contra los orcos durante la ocupación de Myrtana en honor del gran Innos.
Merron miró, inquisitivo, a Altus, que asintió. Entonces, sin una palabra, rebuscó en los bolsillos de su túnica y sacó un pergamino amarillento, sellado con un sello de color verde con el símbolo de los druidas, y se lo pasó a Altus, que quitó el sello y leyó el manuscrito con plena atención. Al final, se dirigió a Merron y le dijo, mientras le pasaba el pergamino a Sebastián:
-Sígueme.
Altus salió de la sala principal y se encaminó en dirección a la Biblioteca del monasterio, seguido por Merron. Al ver acercarse a los dos, Olivier se apartó de la puerta, suponiendo que Merron, si seguía a Altus, es que había sido autorizado por el propio Archimago para entrar a la Biblioteca. Entonces Altus se dirigió al montaraz:
-Te ayudaré a buscar ese diario. No sé cuáles serán los designios de Adanos o de Innos en este asunto, pero no veo ningún inconveniente al respecto.

Continuará.

Gran capítulo Jergan te has superado .

Parece prometedor el relato, Jergan, esperamos con ansia su continuación n

U.U mu weno spero con ansia el proximo

Oye muy buena tu historia me ha gustado mucho, sigue así.

Esta muy bien Jergan, es bastante intrigante, animo, que lo estas haciendo muy bien!!