ÚLTIMO CAPÍTULO. LA BESTIAUn hombre achaparrado y de caras vestiduras ascendía lentamente por una interminable escalera de caracol, balbuceando algunas quejas con la respiración entrecortada. Cuando superó los últimos escalones, accedió a un enorme mirador donde Lancelot, el capitán de la guardia, esperaba pacientemente.
- Saludos, capitán. Me llamo Gladimir. Soy el maestro constructor que habían llamado con urgencia.
- Gracias por acudir, Gladimir – dijo Lancelot con tono grave – El motivo de nuestra llamada es consecuencia del incendio de anoche en el mercado. Imagino que ya está al corriente.
El maestro constructor asintió con la cabeza.
- Toda la ciudad lo sabe.
Lancelot apoyó las manos en la barandilla.
- La estructura de vigas parece que aguantó la embestida del fuego. Pero no sabemos por cuanto tiempo. Le he hecho subir a lo alto de la Torre del Centinela para que vea lo mejor posible el tejado del edificio, y me de su valoración.
El maestro Gladimir observó detenidamente la techumbre.
- La cubierta de tejas está muy dañada pero eso no viene de anoche. El desgaste por el paso de los años ha creado fisuras y algunas zonas vacías que necesitarían volverse a entejar. Esa cubierta poco podrá proteger de la lluvia a los tenderos. Ayer por la mañana estuvo lloviendo con intensidad, y las vigas interiores se debieron mojar por lo que después, al fuego le resultó difícil propagarse con la humedad aún reciente.
- Es cierto – afirmó Lancelot – El fuego se extinguió progresivamente, poco después de sacar a todos los ciudadanos del interior.
- No obstante, las vigas habrán sufrido grandes daños – añadió Gladimir – Ahora quizá se mantengan en equilibrio, apoyadas unas en otras. Pero es algo provisional y muy inseguro. Podrían ceder en cualquier momento. De todas formas, desde esta posición apenas puedo apreciarlas. Tendría que estar más cerca. Podría entrar en el mercado y estudiar mejor la situación desde dentro.
- Eso es imposible – dijo el capitán con apremio – Si la caída de la estructura daña a alguien, seré yo el único responsable. No puedo dejarle entrar, ni a usted ni a nadie.
La fría bruma gris se desvanecía con el amanecer. Viczan volvía a pisar el patio de adiestramiento cuando Lancelot se le acercó para estrecharle la mano.
- Buenos días, héroe. Tengo que darte la enhorabuena por el excelente trabajo de anoche. Fue una gran demostración de coraje que te honra. Ahora todo el barrio de Sacrivia te conoce. Y no dudes de que pronto recibirás tu merecida recompensa.
- Gracias, capitán – contestó Viczan – Ya le dije que le ayudaría en lo que me fuera posible.
Ambos desenvainaron las armas y dio comienzo una nueva práctica. El antiguo mercenario había mejorado mucho en los últimos días; realizaba estocadas con fluidez y se defendía bien.
“Un paladín debe estar siempre donde más se le necesite”
“Tenemos que ser duchos en todos los oficios, conocer todos los gremios. Solo así evitaremos que el enemigo se nos adelante y nos engañe”
Al concluir la clase, Lancelot apoyó la punta de su espada en el empedrado, con semblante serio.
- Hoy tengo concertada una audiencia ante el Rey, y he decidido llevarte conmigo para poder mostrarle un testimonio de primera mano visto desde los ojos de un hombre del exterior. Quizá así entre en razón y procure a Sacrivia la ayuda que tanto necesita.
Tras prepararse las vestiduras para la reunión, Viczan y el capitán abandonaron el cuartel. Atravesaron la Plaza de Sacrivia en dirección al castillo. Justo antes de subir la escalera que les conducía a la zona Real, Viczan vio a Adam a lo lejos, apoyado en la pared para poder mantener el equilibrio.
- Vamos – dijo Lancelot – El tiempo apremia.
Viczan observó el rostro afligido del capitán.
- Capitán, se que le duele ver a Adam así.
- Ese hombre llegó un buen día al barrio, convencido de querer entrar en la guardia. No tenía papeles ni nadie que le avalase. Aseguraba llamarse Adam y decía venir de la colonia, en Khorinis. Aún así, puse toda mi dedicación en enseñarle a ser un buen guardián. Pero él lo echó todo a perder; se dio a la bebida.
- Puede que le exigiera demasiado – añadió Viczan – Y que él no aguantara la presión.
- Es posible. Dicen que antes era más duro. Dicen que me he ablandado con los años. Pero ya da igual. Prefiero no hablar de ello.
Tras subir los últimos escalones, accedieron a la zona del castillo. Atravesaron el patio Real, pasando junto a varios puestos de mercaderes. Llegando a los portones, los dos centinelas les permitieron el paso y continuaron hasta acceder a la sala del trono. El Rey Rhobar II estaba de pie, junto a varios de sus consejeros, rodeando una mesa colmada de pergaminos.
- Capitán Lancelot – dijo airadamente uno de los consejeros – Le estabamos esperando.
- Saludos, majestad – dijo haciendo una reverencia hacia el rey – Vengo a la audiencia programada para hoy.
- Muy bien – contestó Rhobar II – Y veo que has traído compañía...
- Así es, majestad. Este hombre viene de tierras lejanas y ha decidido parar sus días en Sacrivia. Dada su intención de ayudar, lo he acogido como voluntario en la guardia, bajo mi responsabilidad.
Se oyeron murmullos entre los consejeros.
- A su vez, como extranjero, puede aportar un testimonio vivo y objetivo de los sucesos ocurridos en el distrito.
El rey hizo un gesto de aprobación.
- En ese caso, haría bien en presentarse primero.
Viczan dio un paso al frente.
- Mi nombre es Viczan. Hace ya tres días que llegué a Vengard, tras oír rumores sobre la mala situación en el distrito Sacrivia. Desde entonces he estado voluntariamente a las órdenes del capitán.
Otro de los consejeros intercedió.
- A estas alturas, somos bien conscientes de los sucesos ocurridos en Sacrivia. Pero dada la insistencia del capitán Lancelot, cuéntanos tu experiencia.
Viczan procedió a relatar los hechos ocurridos desde su estancia en el barrio, empezando por el robo de ballestas modernas en la armería, la intrusión en la antigua cámara de tortura y el incendio en el mercado.
- ¿Alguna hipótesis? – preguntó Rhobar II.
- Por ahora no tenemos nada, majestad – respondió Lancelot – El robo en la armería pudo ser cualquier ratero con ánimo de lucro. Pero la intrusión en la cámara da pie a pensar que se ha estado utilizando el material que quedaba allí dentro.
- ¿Herramientas de tortura? – preguntó un consejero.
- No. Esas estaban en desuso. Pero había varios elementos de herrería, una mesa de alquimia e incluso libros. Y todo ello ha sido usado recientemente.
- ¿Y lo del incendio?
- Ese incidente da pie a pensar que ha sido premeditado – contestó el capitán – La hora a la que sucedió, el atrancamiento de la puerta y el hecho de que incendiaran el techado, nos hace pensar que querían acabar con la vida de los mendigos que pasaban allí la noche.
El rey se quedó pensativo, mientras se acariciaba las barbas. Y entonces Lancelot volvió a intervenir.
- La situación de Sacrivia requiere tomar medidas urgentes. La escasez de guardias está provocando una gran inseguridad en los ciudadanos. Saben que no podremos protegerles en cada esquina. Y los últimos sucesos ocurridos me hacen pensar que podrían ocurrir males peores si no le ponemos remedio a esta situación.
A mediodía, el consejo hizo un descanso. Lancelot salió al patio para tomar el aire. Allí le esperaba Leonard, su hombre de confianza.
- ¿Todo bien? – preguntó.
- No lo sé, es pronto para saberlo – dijo el capitán con la mirada perdida entre las altas torres – Cuando comuniqué a mis más allegados la intención de trabajar en Sacrivia, me instaron a abandonar, a elegir otro distrito más estable. Pero yo siempre quise ser capitán de la guardia en Sacrivia. Pensaba que podría cambiar las cosas. Ha llovido mucho desde entonces, y la situación no mejora. Siento que todo se me va de las manos.
- Capitán – dijo Leonard – Usted es un ejemplo a seguir por los guardias y paladines del distrito. Estoy convencido de que todos le consideran un líder eficiente. Hace lo que puede, y con eso basta. Pero tiene que pensar que todo se va a solucionar. Que Sacrivia será un lugar mejor. Que sus calles colmarán de gente, música y danza. Y sonarán tambores. No piense en aquellas cosas que han podido salir mal, sino en todas las demás que sin duda salieron bien. Y no se atormente; no sería justo.
El sonido de un cuerno llamó de nuevo a los presentes ante el consejo. De nuevo en el salón del rey, uno de los consejeros tomó la palabra.
- Capitán Lancelot, comprendemos tus peticiones pero sabes bien que las tropas de Myrtana tiene su sitio prioritariamente en el exterior de Vengard. La guerra contra los orcos se cierne sobre esta tierra y debemos estar alerta. No obstante, has de saber que varios regimientos están de regreso mientras hablamos, pues han recibido su relevo recientemente. Como medida extraordinaria, el primer regimiento será enviado directamente a Sacrivia. Se prevé que a lo largo de esta tarde o noche atraviesen las puertas de la ciudad. Por tanto ya puedes hacer los preparativos necesarios para recibirlos en el cuartel.
Al capitán se le iluminó el rostro.
- ¿Antes de que nazca un nuevo día habrán llegado?
Así está previsto al menos – contestó el consejero – No obstante, hemos de informarte de algo más. El consejo ha estado discutiendo ampliamente durante estos últimos días acerca de tu labor como capitán de los paladines. Para muchos miembros, la escasez de soldados no resulta motivo suficientemente para los últimos hechos ocurridos en Sacrivia. Esto es un toque de atención, capitán Lancelot. Esperemos que en los próximos días no haya que lamentar nuevos incidentes.
- En verdad así lo deseo yo también – respondió el capitán.
El rey hizo un gesto de desalojo con la mano.
- Podéis marcharos.
Atardecía en el distrito Sacrivia cuando Viczan y el capitán se encerraron en el despacho del cuartel.
- Esta noche puede ser la última para ti como colaborador de la guardia – dijo Lancelot – Pero también la mía como capitán. Vamos a intentar tener cubiertos todos los puntos posibles. La Avenida del Comercio estará vigilada toda la noche. Necesito también hombres en la Plaza, frente al cuartel y también frente al mercado. Aún hay riesgo de desprendimiento y no puedo permitirme errores. Voy a hablar con Corinn. Mañana tiene que entregar su informe semestral de comercios. Hace un año atentaron contra la vida de su marido y el motivo pudo ser el puesto que ella ocupa ahora. Quizá alguien no quiere que se publique ese informe, es lo único que se me ocurre. Así que quiero que cenes con Corinn y te quedes en su casa toda la noche mientras no te de otra indicación. En cuanto lleguen los refuerzos, haré relevos y pondré guardias en cada calle. Pero si algo ocurre antes de que lleguen, estarás solo. Confió en ti.
Cayó la noche en Sacrivia. Las estrellas brillaban en el firmamento. Corinn abrió la puerta de su casa a Viczan.
- Me alegro de que estés aquí. Gracias por venir.
La inspectora estaba visiblemente nerviosa y el pequeño Bastian aguardaba en silencio, sentado en la mesa. La cena ya estaba lista. Se dispusieron a comer sin mediar palabra. Viczan pensó en sacar algún tema de conversación pero la situación era demasiado tensa. Así pasaron unas horas hasta que se hizo casi medianoche. De pronto, unos pasos resonaron en la calle, cerca de la puerta. Uno de ellos, con golpes mas secos, como un taco de madera. Alguien llamó a la puerta.
- ¿Quién es? – preguntó Corinn levantándose de la mesa.
- Soy Arcan – dijo la voz de fuera.
En verdad, la voz sonaba realmente como la de Arcan, el armero. La inspectora se acercó cautelosa a la puerta.
- Es muy tarde, Arcan. Ya hablamos otro día.
- Quería saber si va todo bien – dijo él.
- Si, todo bien, gracias.
- Corinn... – insistió de nuevo – ¿me puedes abrir?
- Me iba ya a dormir – contestó ella – Estoy muy cansada.
- Corinn, me quedaré más tranquilo si te veo. Ábreme.
La inspectora enmudeció.
- Ábreme, Corinn ¡Ábreme, golfa!
De pronto, algo golpeó violentamente la puerta. Viczan se puso en pie de un brinco y desenvainó su espada. El capitán le había enseñado bien y quizá era el momento de ponerlo todo en práctica. La puerta crujió de nuevo y las bisagras comenzaron a ceder. Fuera se oían varias voces. El armero no estaba solo.
- ¡Poneos a cubierto! – exclamó Viczan mientras se situaba frente a la entrada – ¡Yo me ocuparé de esto!
La inspectora y su hijo retrocedieron y subieron la escalera hacia los dormitorios. Un nuevo estruendo sonó desde el exterior y la puerta de la vivienda se vino abajo. Antes de que Viczan pudiera impedirlo, Arcan y varios hombres más entraron de un brinco dentro de la vivienda.
- ¿Pero que tenemos aquí? – se mofaba el armero – Si es el famoso Viczan, el amigo de los paladines...
Los hombres que venían con Arcan eran todos comerciantes conocidos del barrio y empuñaban espadas y hachas. Viczan esquivó los primeros golpes y contraatacó hiriendo por el flanco a uno de ellos. El armero portaba un gran mazo que dirigió vehemente hacia el antiguo mercenario. Viczan pudo esquivarlo a tiempo, haciéndolo impactar contra una pared, pero entonces quedó rodeado por sus contrincantes. Uno de ellos le hizo un corte superficial en el brazo y otro le golpeó con el mango del hacha, haciéndolo trastabillar. Entonces Arcan aprovechó para golpearle con su mazo en el costado. Viczan cayó de bruces contra el suelo, pero aún era consciente. Entonces otro de los comerciantes le dio un golpe seco en la nuca, y todo se volvió oscuridad.
Arcan rió abiertamente mientras se frotaba la barbilla.
- Bien, bien. Apagad las luces. La inspectora y su hijo ya no tienen salida. Acabaremos con los dos y lo dejaremos todo preparado. Y mañana, cuando Viczan despierte, será culpable de asesinato. No importa lo que diga. Lo será.
Lancelot aguardaba sentado mientras Viczan permanecía dormido. Poco a poco, se fue despertando y distinguió el techo abovedado de los dormitorios del cuartel. El capitán le miró satisfecho.
- Buenos días.
Viczan estaba algo confuso.
- ¿Qué ha ocurrido? Ellos entraron por la fuerza... No pude hacer más... Me golpearon...
- Tranquilo – le interrumpió el capitán – No tienes de que preocuparte. Anoche llegó la tropa de guardias que me prometió el consejo. Los recibí en el cuartel y acudimos de inmediato a la vivienda de Corinn. Llegamos justo a tiempo para capturar a Arcan y sus hombres antes de que ocurriera una desgracia. Corinn y Bastian están a salvo, en su casa. El armero ha sido encerrado provisionalmente en la cárcel de Sacrivia. A los demás los hemos enviado a cárceles de otros barrios. Todos ellos serán juzgados ante el consejo por el intento de asesinato de la inspectora y su hijo. Además hemos registrado sus viviendas y hemos encontrado pruebas que los incriminan como culpables del incendio en el mercado.
Viczan suspiró aliviado y Lancelot puso la mano en su hombro.
- Parece que todo ha terminado. Aunque ayer se me informó de un pequeño robo en la casa de un tendero. Posiblemente ocurrió antes de ayer. Le robaron Cuerda Maestra. Bastantes metros pero aún le quedará algo por si quieres comprar. Es una cuerda de manufactura nordmariana, muy resistente y prácticamente ignífuga.
- Capitán – dijo Viczan incorporándose – Puedo ocuparme de ese robo. Y las investigaciones de la armería y la cámara de tortura aún no han concluido.
- No, Viczan. Ya has hecho bastante. El principal mal de este distrito han resultado ser unos comerciantes maliciosos, no dispuestos a acatar nuestras reglas de comercio. Y ya han sido capturados.
De pronto, el antiguo mercenario notó la vibración de unos golpes lejanos y acompasados.
- Tambores – dijo Lancelot – Lo prometido es deuda.
De un petate sacó una pequeña bolsa de cuero y se la extendió. Estaba llena de monedas de oro. Viczan se puso en pie y se la ató al cinto.
- Y ahora, tengo una última misión para ti – añadió el capitán – Sal al balcón y saluda. La plaza está colmada de gente llegada de todos los rincones de la ciudad. Ellos ansían verte, pues te conocen, y se ha hecho eco de tus hazañas.
Viczan salió al balcón de la plaza y el sol de la mañana le bañó el rostro. En cuanto le vieron aparecer, un gran alboroto inundó la plaza. Leonard también estaba en el balcón, sonriendo abiertamente.
- Gente, música y danza.
Viczan observó a la multitud congregada y vio a Adam entre ellos. Parecía algo más sobrio que de costumbre y se había recortado su abandonada barba para dejársela tipo candado.
Corinn y su hijo Bastian se asomaron por la ventana del dormitorio, escuchando el alegre golpeteo de los tambores. Por un instante se miraron el uno al otro, con una sonrisa cómplice.
Willow, el posadero, caminaba por la Plaza de Sacrivia. Se aproximó con cuidado a la maltrecha entrada del mercado. Solo había un guardia vigilándola, y estaba más pendiente de la fiesta que de prohibir el paso a los curiosos. De modo que en cuanto se dio la vuelta, el posadero aprovechó para entrar de un brinco por el hueco del portón. Dentro, solo había algunos restos de ceniza y pequeños trozos de madera. Caminó hacia el centro de la estancia, en silencio. Se detuvo y miró hacia arriba.
Arcan, el armero, permanecía sentado en el banco de su celda, con el rostro ensombrecido y la mirada perdida. Al otro lado de los barrotes estaba Argomir, el carcelero, que le observaba con interés.
- Parece ser que los guardias os capturaron a ti y a tus hombres justo a tiempo. O al menos es lo que me ha dicho el capitán.
Arcan levantó la cabeza y miró fijamente al carcelero.
Lancelot se encerró en su despacho. No había conseguido conciliar el sueño en toda la noche. Las dudas le atormentaban. Había mentido a Viczan y había mentido a la gente de Sacrivia. Y mentiría de nuevo cuando tuviera que declarar ante el consejo. Había mentido, y volvería a hacerlo... pero no sabía por qué. Y hallar la respuesta a esa pregunta era lo que le había mantenido en vela toda la noche. Algo no cuadraba, algo se le escapaba. Y era el capitán de los paladines. Nada debería ocurrir sin que él lo supiera. Se apoyó en el marco de la ventana que había tras su escritorio, observando el bullicio de la plaza, y se hundió en sus propios pensamientos.
“Un paladín es un hombre de bien, y todo hombre de bien sigue un código.”
“Hacemos de nuestra vida la protección, y de la protección una forma de vida.”
“Un paladín debe estar siempre donde más se le necesite”
“La vida del paladín requiere una gran dedicación y sacrificio. El cuartel es nuestro hogar, el refugio que todo guardián necesita. Un lugar donde aislarse del mundo y pensar con claridad.”
“La investigación es fundamental. Un buen investigador debe tener en cuenta todas las posibilidades, todos los elementos. Lancelot ¿Seguro que has pensado en todo? ¿No hay nada que hayas pasado por alto? ¿Algo que no hayas considerado lo suficiente? ¿Algo de lo que nunca quieras hablar? Quizá porque no te gusta pensar en ello. Quizá porque te entristece. ¿Hay algo o alguien?”
Al capitán no le gusta hablar de Adam. Creo que le entristece.Lancelot suspiró.
Ese hombre llegó un buen día al barrio, convencido de querer entrar en la guardia. No tenía papeles ni nadie que le avalase. Aseguraba llamarse Adam y decía venir de la colonia, en Khorinis. Aún así, puse toda mi dedicación en enseñarle a ser un buen guardián. Pero él lo echó todo a perder; se dio a la bebida.“Debes tener en cuenta todas las posibilidades... ¿Cómo sabes que está borracho?”
Ja ja ja... ese borracho es todo un espectáculo. Yo le he visto caerse más de veinte veces. Solo sabe empinar el codo.“¿Y como sabes que está borracho?”
Ni siquiera es un borracho respetable. No tiene aguante con la bebida. Se toma un par de cervezas y ya empieza a volar.- No puede ser ¿por qué iba a fingir todo este tiempo? ¿Por qué haría algo así?
… puse toda mi dedicación en enseñarle a ser un buen guardián…“Adam, la discreción puede ser un valioso aliado. Si tus enemigos te subestiman, tendrás ganada media batalla.”
Se pasa las horas en la taberna.“Quizá lo propio sería empezar por la taberna. Ya se sabe lo que dicen. La taberna, el sitio ideal para enterarse de los chismes.”
- Los comerciantes solían ir a la taberna, y Adam, caminando entre las mesas y apoyándose en la barra, fingiendo estar borracho. ¡Les ha estado escuchando!
Lancelot se echó las manos a la cabeza.
No tenía papeles ni nadie que le avalase. Aseguraba llamarse Adam...- Ni siquiera se si realmente es su nombre.
“Un paladín debe estar siempre donde más se le necesite”
Bienvenido a Sacrivia. Hoy por hoy, el barrio más conflictivo de Vengard.- Adam no tiene familia, ni casa, ni amigos ¿Por qué pasa todo su tiempo en un lugar como éste?
“La vida del paladín requiere una gran dedicación y sacrificio.”
En la taberna, Adam se sinceró con Viczan.
- Si algo he de lamentar, es no haber tenido mujer e hijos. Una familia que siempre te espera y te recibe con los brazos abiertos.
- Pero Adam, aún eres joven. Estás a tiempo de cambiar. Si no te gusta la vida que llevas, haz algo al respecto.
- No – respondió Adam – Ya es tarde para cambiar. He elegido vivir así.¿Vivir así? ¿Vivir como? Lancelot notó como las piernas le flaqueaban.
Dicen que una bestia habita entre nosotros. Una sombra que aparece en la noche.
La vi desde mi ventana. Estaba sobre esos tejados. Miraba los edificios, las calles, a mí...“Hacemos de nuestra vida la protección, y de la protección una forma de vida.”
Camina sobre los tejados de las casas, siempre oculta en sombras.
Tenía unas garras muy grandes.- La armería de Arcan fue asaltada. Le robaron ballestas modernas. Ballestas de una mano.
- Spoiler:
“El cuartel es nuestro hogar.”
Alguien ha estado entrando en la antigua cámara de tortura.
“Porque todo guardián necesita un refugio, un lugar donde aislarse del mundo y pensar con claridad.”
“Tenemos que ser duchos en todos los oficios, conocer todos los gremios.”
En la cámara hay varios elementos de herrería, una mesa de alquimia e incluso libros. Y todo ello ha sido usado recientemente.
No tenemos suficientes hombres para vigilar cada esquina. Por la noche puede pasar de todo sin que nosotros lo sepamos. Y aun así, es milagroso que no hayan ocurrido mayores males en todo este tiempo.Lancelot notó un nudo en la garganta.
- No ha sido suerte... Las calles de Sacrivia son peligrosas. Y Adam no lleva ningún tipo de protección...
Entonces el capitán recordó la mancha de sangre en el suelo de la cámara.
Arcan y los demás comerciantes murmuraban en torno a una mesa de la taberna.
- Esta noche prenderemos fuego a la techumbre del mercado. Lo he estado estudiando: Las vigas cederán y aplastarán a esos malditos indigentes mientras duermen. Nunca volverán a robarnos.
- Habla más bajo, que nos oirán – susurró otro.
- No te preocupes. Solo está ese borracho que no se entera de nada.Willow observaba boquiabierto la quebradiza estructura de vigas. Una maraña de cuerdas entrelazadas y unidas a los pilares maestros la sostenían, evitando que cayera. El tabernero no daba crédito a lo que veían sus ojos
- Es como una... telaraña gigante.
- Madre ¿nos va a pasar algo malo?
- La pregunta que debes hacerte es ¿qué clase de historia es esta?Arcan miró fijamente al carcelero.
- Mis hombres y yo dejamos Viczan fuera de combate y esa maldita inspectora debía pagar por su honradez. Pero entonces oímos golpes en el tejado. Parecían pisadas. Algunos dijeron que era la bestia de la que todos hablan. Yo les quise hacer entrar en razón, pero no me escucharon. Las pisadas cambiaron de posición y finalmente algo pareció caer al nivel del suelo. Abrimos la puerta y la vimos en medio del parque, mirándonos. Todo estaba muy oscuro. En algún momento, las lámparas de alrededor se habían apagado. Varios de mis hombres cargaron contra aquella cosa empuñando sus armas. Pero de pronto, unas enormes garras emergieron de aquel cuerpo. Con ellas les señaló y dos de ellos cayeron. Los demás se enfrentaron cuerpo a cuerpo pero pronto oí sus quejidos y el posterior silencio. Y para cuando quise darme cuenta, aquella bestia había cruzado el portal de la casa. Estaba frente a mí, en el otro extremo de aquel oscuro salón y me miraba en silencio. Ya no mostraba sus garras. Le lancé mi maza con toda la fuerza que pude pero pareció esquivarla. Me di la vuelta para huir hacia las habitaciones pero se abalanzó sobre mi espalda. Me golpeó en el cuello y me desperté en esta celda.
Argomir permanecía pensativo.
- Así que un monstruo de grandes garras. Seguro que también tenía ojos penetrantes...
Arcan frunció el ceño
- No estoy loco.
Los demás presos gritaron lo mismo desde sus celdas.
- ¿Y que hay de la inspectora y su hijo? Ellos seguían ahí.
- No lo se.
... Adam comprobó el pulso de Viczan. Corinn y su hijo lo habían visto todo y se escondieron en el desván. Pero Adam los siguió hasta situarse frente a ellos, con la sombra de una capucha oscureciéndole el rostro y las ballestas guardadas bajo su desgastado ropaje.
- A tu marido lo envenenaron por hacer bien su trabajo. Fueron Arcan y sus hombres.
Corinn asintió nerviosa e intentó contener las lágrimas. Bastian estaba enmudecido.
- Lo siento – dijo Adam.
- No te lamentes. No fue culpa tuya.
- Si que lo fue – respondió Adam – Debí haberlo previsto y haberlo evitado.
Corinn le miró: - ¿Estás herido? Podríamos ayudarte.
- Estoy bien.
Corinn dio un paso hacia el desconocido: - ¿Puedo al menos... verte la cara?
Adam negó con la cabeza y acto seguido escuchó un sonido del exterior.
- Los guardias... se acercan.
Corinn rodeó con el brazo a su hijo.
- Entiendo... Debes irte... Puedes salir por aquí. Algunas tejas están sueltas.
Adam aceptó la ayuda.
- Buenas noches, Corinn.
- ¡Espera un momento! – exclamó desesperada – ¿Al menos debes tener un nombre?
El desconocido volvió negar con la cabeza.
La patrulla de guardias apareció tras una esquina, capitaneada por Lancelot. Varios se acercaron a los hombres inconscientes que estaban tumbados en la calle. El capitán fue a la entrada de la casa cuando, de la puerta, salieron la inspectora y su hijo.
- ¿Cuál es la situación? – preguntó Lancelot con apremio.
Corinn bajó la voz y casi con un susurro dijo:
- Capitán, será mejor que entre... solo usted.
La gente seguía aplaudiendo en la plaza y los tambores sonaban cada vez con más brío. Viczan sonreía satisfecho, con su recompensa atada al cinto y escuchando a la multitud aclamar su nombre “Viczan, Viczan, Viczan”. Lancelot estaba apoyado en el marco de la ventana, con una ligera sensación de ahogo. Miró a la muchedumbre y entonces vio a Adam, el antiguo reo de la Colonia, como uno más. Dedicó una última sonrisa a Sacrivia y se alejó, hacia la plaza del lavadero.
- Adam... si es que realmente te llamas así. No tenías por que hacerlo. No sabía que estabas... Fui demasiado duro contigo y ahora estás herido.
El hombre atravesó el arco de piedra gris que le alejaba del barrio, mientras aumentaba el embate de los tambores. Lancelot tenía la mirada perdida entre los festejos.
- Quise buscar al creador y me he encontrado a mi mismo. Pero creo que ya lo entiendo. Adam se va porque su trabajo aquí ha terminado. Porque Sacrivia era solo el principio. Porque la ciudad entera le está esperando. Y más allá de los muros, Myrtana.
“No desearás oro ni joyas.”
“No anhelarás gloria ni reconocimiento de ningún tipo.”
Continuó caminando con paso firme, a pesar de las heridas. La guerra contra los orcos le aguardaba, más allá de los límites de la ciudad; pero dentro, nadie le miraba, nadie le hablaba. A nadie le importaba, porque solo era un borracho. El bramido de los tambores se volvió ensordecedor. Lancelot agachó la cabeza y de sus ojos empezaron a brotar lágrimas.
Dicen que una bestia habita entre nosotros. Una bestia de la justicia. Un guardián que nos protege. Un maestro, que controla todos los oficios y domina todas las artes. Un explorador incansable, que conoce todos los caminos. Pero sobre todo, un guerrero. El guerrero que Myrtana necesita, y al que nunca recordará.Porque él es un héroe anónimo. Un héroe... sin nombre.FIN