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 Distrito Sacrivia

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Viczan
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Viczan
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Viczan


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MensajeTema: Distrito Sacrivia   Distrito Sacrivia EmptyVie 22 Oct 2010, 17:18

He aquí mi relato. Está ambientado en un barrio de la ciudad de Vengard, durante los acontecimientos del Gothic 3. Es una historia cerrada de suspense y consta solo de cuatro capítulos (4 posts) que iré publicando cada dos días, más o menos. Espero que os guste.


Distrito Sacrivia Gothicdistritosacrivia3


PRÓLOGO

“El amanecer trae malas noticias. Una vez más, nos han despertado las aceleradas pisadas de la guardia. Hemos salido temprano a la calle, buscando respuestas. Parece que la vieja armería fue asaltada anoche, cuando nadie vigilaba. Ahora, una hilera de guardias rodea la entrada. Arcan debe estar furioso, y es comprensible. A nadie le gusta que le roben en su negocio. Antes le he visto hacerse sitio entre la muchedumbre. Caminaba ligeramente ladeado, como siempre, cojeando de su pie izquierdo. Los guardias le han permitido el paso. Tendrá que hacer un informe junto al capitán. Un informe de daños y pérdidas.”
“Mientras, nosotros seguimos aquí fuera, expectantes, buscando respuestas a este nuevo incidente. Algo ha destruido la puerta de Arcan, y lo ha hecho con extrema violencia. Los guardias dirán que ha sido un grupo de hombres, pero se equivocan. Pocas puertas en la ciudad son tan robustas como lo era ésta. Y la han hecho pedazos. Aquello que la quebró era de una naturaleza muy distinta a la del hombre. Una naturaleza propia de una bestia. La bestia que habita entre nosotros.”
- Cállese, Willow – dijo una mujer con voz firme. El posadero se sobrecogió irremediablemente, pues reconocía la voz, y no se atrevía siquiera a mirarla. Ella en cambio si que le miraba. Le miraba fijamente. Y su mirada era triste a pesar de ser una mujer joven y hermosa. Llevaba a un niño cogido de la mano. Y sin esperar respuesta por parte del posadero, pronunció unas últimas palabras – No diga tonterías... y no asuste a mi hijo.


CAPÍTULO 1. EL ROBO

Dos horas después, un hombre fornido aguardaba en medio de la calle, cubierto con una armadura de cuero y portando una imponente espada ancha a su espalda. Frente a él, otro hombre se acercaba con paso firme. Iba ataviado con una brillante armadura metálica, y en el pecho resaltaba en relieve la representación de unas manos en alto y una llama entre ellas: el símbolo de Innos. Su cara denotaba el paso de los años y su frente arrugada, multitud de preocupaciones.
- Mi nombre es Lancelot. Soy el capitán de los paladines en este distrito. Y tú debes ser Viczan. Tengo entendido que hace años trabajaste como mercenario a las órdenes de Lee, el proscrito.
Viczan se sorprendió ante el conocimiento del capitán sobre su pasado en Khorinis.
- Sí, capitán. Es cierto – respondió sin remedio – Pero jamás hice daño alguno a los siervos del Rey. Además, esa es una vida que se me antoja lejana y olvidada. He venido aquí a ayudar.
- Y eso es lo más sorprendente de toda esta historia – dijo Lancelot mientras sacaba un documento del petate – Según este escrito, te has ofrecido voluntario para ayudar a la guardia de paladines de Sacrivia. Sin duda, has debido oír rumores sobre nuestra situación. Pero de ello hablaremos más adelante... Quizá no eres consciente de lo que estás haciendo. Nadie se presenta voluntario para ayudar a la guardia. Nadie hace eso. Ni siquiera para intentar aprovecharse. Pero lo cierto es que has venido y te has plantado frente a mí. Me has mirado a los ojos y yo te he mirado a los tuyos... y veo intención de ayudar.
- Así es, capitán. Trabajaré a sus órdenes, si usted me acepta.
Lancelot sonrió ligeramente.


Guiado por el capitán, Viczan atravesó un esbelto arco de piedra, continuando por una estrecha calle que desembocaba en una plaza de piedra gris. En el centro, el lavadero, colmado de gente frotando viejos atavíos, recuerdos de tiempos mejores.
- Bienvenido a Sacrivia – dijo Lancelot – Hoy por hoy, el barrio más conflictivo de Vengard.
Dejando atrás el lavadero, el capitán y el antiguo mercenario se adentraron en una nueva calle que los condujo al corazón del distrito: la Plaza de Sacrivia. Una enorme escultura de Innos tallada en piedra custodiaba erguida el centro del lugar, orientada al norte. De espaldas a ella, se alzaba el mercado. Y de frente, el cuartel.
En el interior del cuartel se encontraba la sala de reuniones. Lancelot invitó a Viczan a sentarse.
- Hace años que Sacrivia no es un lugar seguro. Las refriegas entre ciudadanos son cada vez más comunes. Se producen hurtos semanalmente, por no hablar de los supuestos accidentes, cuyos verdaderos responsables rara vez se encuentran. Para colmo de males, andamos escasos de personal de guardia. Desde el castillo se solicitan continuamente soldados para misiones en el exterior de la ciudad, mermando seriamente el número de guardias por distrito. Y eso, en Sacrivia, resulta nefasto. Anoche mismo, la armería fue asaltada y no pudimos hacer nada para evitarlo.
- Entiendo... - contestó Viczan – La escasez de hombres dejó la zona sin vigilancia. Y ahí es donde entro yo ¿verdad?
Lancelot le observó con atención.
- Efectivamente. En verdad creo que tus intenciones son buenas, y cualquier ayuda debe ser bien recibida en este lugar. Estoy dispuesto a probarte como voluntario, pese a tu pasado. Y en la medida en que te ganes mi confianza, nuestro vínculo se estrechará. Por último, no olvido que sigues siendo un mercenario. Así que se te recompensará económicamente por los servicios realizados, valorando el esfuerzo y los resultados obtenidos. Y tienes mi palabra de que será lo justo.
Lancelot le extendió la mano y Viczan la agarró con fuerza.
- Por el momento, ve a conocer el barrio. Familiarízate con él. Seguro que encuentras sitios de interés. Quizá lo propio sería empezar por la taberna. Ya se sabe lo que dicen. La taberna, el sitio ideal para enterarse de los chismes. A mediodía nos reuniremos en esta misma sala y te daré las primeras indicaciones.


El Carroñero Feliz era el único albergue de todo el barrio. Un gran caserón de piedra apoyado directamente en el muro de la ciudad. Tenía su propio porche donde cualquier ciudadano podía resguardarse de una lluvia inesperada. El negocio estaba regentado por Willow y su mujer Nelia. Ambos atendían con esmero a viajeros y comerciantes en el salón que hacía las veces de comedor y taberna. Los dormitorios para huéspedes se encontraban en los niveles superiores del caserón. Willow apareció por la puerta de la cocina y vio a Viczan apoyado junto a la barra de madera pulida.
- Bienvenido a El Carroñero Feliz, inaugurada hace más de 500 años. Tenemos el Título Honorífico de la Posada más antigua de la ciudad desde que el mundo es mundo. No dude en ojear nuestra carta de bebidas y platos del día. El alojamiento es en las plantas superiores, los precios están colgados también en la pared y no son negociables.
Viczan alzó la vista y pidió una pinta de cerveza fresca al posadero. Tras servírsela, saboreó con deleite los primeros tragos. El brebaje es de excelente calidad: la combinación de cebada malteada combinada con la dosis justa de lúpulo superaba todo cuanto había probado antes en materia de cerveza. Aún se estaba relamiendo los labios cuando observó como Willow le miraba con atención, al otro lado de la barra.
- Posadero ¿sabes algo del reciente asalto a la armería del barrio?
- Algo sé – contestó Willow pensativo – Fue anoche cuando ocurrió, al amparo de la oscuridad. Alguien o algo destrozó la puerta de la armería de Arcan y se adentró en su interior.
- ¿Algo? – preguntó Viczan intrigado.
- Dicen que puede haber sido la bestia... La bestia de la que todos hablan.
- ¿He oído bien? ¿Una bestia dentro de Vengard? – dijo el antiguo mercenario que no daba crédito.
- Si, amigo. La gente habla de una bestia que habita entre nosotros. Dicen que tiene unas garras enormes y los ojos penetrantes como los de un demonio antiguo. Algunos aseguran haberla oído ¡incluso haberla visto! sobre los tejados de las casas, siempre oculta en sombras.
Viczan hizo una mueca de burla.
- Una bestia...
- Mófese lo que quiera, amigo, pero éste es un asunto muy serio – dijo Willow mientras se daba la vuelta para fregar unas jarras.
De pronto, Viczan recibió un empujón por el costado. Se giró fastidiado para quejarse pero observó que quien le había hecho trastabillar era solo un pobre hombre que estaba borracho y le miraba igual de sorprendido.
- Mis disculpas, caballero – imploró el hombre con un gesto exagerado.
Viczan le observó por un momento: Tenía la cara poco aseada, hacía días que no se afeitaba. Vestía ropas sucias y rasgadas, casi trapos a los ojos de cualquier ciudadano de nivel medio. Su cuerpo se balanceaba lentamente a los lados y apestaba a alcohol. Viczan sonrió un instante y volvió a encararse a la barra.
- Un momento... No te he visto antes por aquí – dijo el borracho frunciendo el entrecejo.
Viczan vaciló unos segundos antes de contestar.
- Eso es porque soy nuevo.
- ¿Y a que has venido?
- En realidad, estoy de paso. Pero mientras esté aquí, mi idea es ayudar... en la medida en que sea posible.
- Eso está muy bien... – contestó el borracho afirmando con la cabeza – La ayuda siempre es bien recibida en Sacrivia. Me llaman Adam. Si necesitas saber algo, no dudes en preguntarme.
- Mucho gusto, Adam. Mi nombre es Viczan.


Viczan abandonó la taberna para adentrarse en las angostas calles de Sacrivia. Intentó sacar información a los viandantes. Algunos estaban dispuestos a charlar mientras otros le respondían “¡Déjame en paz!” o “Estoy seguro de que tienes cosas que hacer”. Después de pasar por el mercado y vender varios hongos y raíces curativas, decidió volver al cuartel, pues ya era mediodía.
En la sala de reuniones, Lancelot le estaba esperando junto a otro paladín de la orden.
- Espero que la mañana haya sido provechosa, Viczan.
- Mucho, capitán – respondió él.
- Permíteme que te presente a Leonard – dijo Lancelot haciéndose a un lado para dar paso al otro hombre que aguardaba – Es mi hombre de confianza. Él también esta asignado aquí, en Sacrivia.
Leonard y Viczan se estrecharon la mano.
- Y ahora, amigo voluntario... – continuó el capitán – Empecemos a trabajar. La armería de Arcan abrirá sus puertas a lo largo de la tarde. Estate atento. Otro incidente en su negocio sería terrible; bastante confianza ha perdido ya en nosotros. Arcan tiene un carácter difícil. Se muestra arisco con la milicia. Habla con él. Quizá se sienta más cómodo con alguien sin atuendo de paladín. Valoraría que consiguieras su opinión real sobre lo ocurrido. Y lo más importante: Quizá sea solo por el enfado del momento, pero no me ha llegado a comunicar que objetos le han robado. Trata de averiguarlo. Si no lo logras, lo volveré a intentar yo mismo más adelante.


De camino a la armería Viczan se cruzó con Adam. El pobre hombre caminaba a trompicones dando la impresión de que fuera a caer de bruces contra el suelo en cualquier momento. Al verle, agitó el brazo alegremente e insistió en acompañarle. Adam daba muy mala imagen, parecía totalmente ebrio y desprendía un terrible olor a licor; pero el antiguo mercenario aceptó su compañía sin darle mayor importancia.
La armería era uno de los comercios más importantes del barrio. Su gran fachada gris resaltaba por encima de cualquier otra tienda. A ambos lados de la entrada había pilastras que sobresalían de la pared, compuestas de varios bloques sin apenas fisuras entre ellos. La puerta recién colocada era de tablones de madera negra reforzados con garras de metal y anclajes dobles. Tenía dos travesaños a cada costado. Al entrar en el comercio, Arcan se levantó de detrás del mostrador y señaló con el dedo hacia la puerta.
- ¡Tú! No des ni un paso más. Aquí no entras.
Viczan comprobó con asombro como el armero estaba señalando directamente a Adam.
- ¿Por qué no? – dijo el borracho entre balbuceos.
- ¿Traes dinero? – inquirió el armero.
- ... No – respondió Adam, cabizbajo.
- Pues entonces no entras.
Adam enmudeció y bajó la mirada al suelo.
- Mejor será que me vaya, Viczan. Nos vemos luego.
- Claro – contestó él – Ya hablamos.
Adam dió media vuelta y regresó por donde había venido.
Arcan salió de detrás del mostrador. Viczan comprobó entonces como aquel hombre llevaba un alza en una de las botas, una plataforma de madera ensamblada al calzado. Viczan la miró absorto y Arcan se percató.
- Sufro una disimetría aguda en la pierna izquierda desde que nací. Llevo un alza en la bota para compensar la diferencia de alturas entre mis piernas ¿Eso te supone algún problema?
- No... – contestó él – Ninguno, por supuesto.
- Entonces ¿que se te ofrece?
- Soy nuevo en el distrito – dijo Viczan – Y he oído que anoche alguien se coló en tu tienda.
- ¡Anoche me robaron! – exclamó el armero - ¡Y nadie movió un dedo para impedirlo!
- ¿Qué te robaron?
Arcan se frotó la frente.
- Tres ballestas modernas.
-¿Ballestas modernas? – preguntó Viczan – Nunca había oído hablar de tales artilugios.
- Son de manufactura propia – respondió el Arcan – Más pequeñas y ligeras que las ballestas comunes. Su mecanismo permite lanzar hasta tres virotes seguidos sin recargar. Y con su peso, pueden usarse con una sola mano. Pero solo tenía esas tres y tardaré semanas en hacer más.
- Lo lamento – respondió Viczan – Por otro lado, he oído rumores sobre una criatura que se esconde en el barrio. Una bestia de grandes garras y ojos penetrantes.
- Eso es un cuento – respondió el armero – La gente se inventa cosas para tener algo de que hablar. Pero yo se perfectamente quien me ha robado. Han sido los rateros, los de siempre. Merodean de día y atacan de noche. Se las arreglan para entrar en propiedades de otros. Cogen algo y huyen. Pero no cualquier cosa. Nunca cogerán una vasija o un candelabro, porque les acabarían pillando. Solo cogen cosas que puedan vender con facilidad... a los viajeros, a aquellos que vienen de paso y que desaparecen tan repentinamente como han llegado. La única esperanza de un comerciante es que los paladines cumplan su cometido y eso en Sacrivia es mucho pedir. Estamos bajo la protección de un grupo de ineptos, empezando por su capitán. Y ahora, si no vas a comprar nada ¡Márchate!


El sol descendía tenue. Los bosques de Myrtana se volvían dorados. Bajo el porche de la posada, algunos ciudadanos hablaban a la luz de las antorchas ya encendidas. Mucha gente había terminado su jornada de trabajo y el interior de la taberna estaba a rebosar de clientes. Viczan escuchaba a tres hombres discutir amistosamente.
- ... como os lo digo, por lo menos habría ocho guardias rodeando la entrada de la armería. Creo que nunca antes había visto tantos soldados juntos. Ni que hubieran robado la corona de Rhobar II.
Otro de los hombres intervino.
- Ocho son muchos hombres.
- ¡Son muchísimos hombres! Si hubieran robado en alguna de nuestras tiendas del mercado, no habría venido ni uno solo. Os lo digo yo.
En ese momento, tres comerciantes que acababan de entrar en la taberna pasaron por al lado, escuchando las quejas. Uno de ellos se paró frente a los tenderos y les miró con altivez.
- ¿No esperarás que los guardias acordonen tu ridículo tenderete cada vez que te roban un par de manzanas?
- Yo no he dicho eso. Pero creo que ese armero tiene muy mal genio, y por eso los guardias se toman tantas molestias por él. Le tienen miedo.
- ¿Y tú que sabrás? Solo eres un tendero de mierda – dijo el comerciante mientras se daba la vuelta.
El tendero se mostró gravemente ofendido y dio dos zancadas rápidas hasta ponerse de nuevo junto al comerciante – ¡Exijo una disculpa ahora mismo!
El comerciante se lo quitó de encima con un ligero empujón. El tendero volvió hacia él y ambos empezaron a forcejear. Pronto, los otros dos comerciantes y los dos tenderos se sumaron a la gresca. Viczan se interpuso entre las dos partes pero la pelea se volvió inevitable. Al estar en medio, un par de garrotazos fueron a parar a su vientre, pero justo entonces dos paladines aparecieron por la puerta. El primero de ellos desenvainó su larga espada. La hoja brillaba, al igual que su armadura.
- ¡Quieto todo el mundo! – exclamó impetuoso.
De pronto, se hizo el silencio en la sala. El paladín bajó la espada y apoyó la punta en el enlosado de la taberna.
- Estoy esperando una explicación.
Por suerte, la pelea no tuvo consecuencias graves para ninguno de los implicados, mas que algunas magulladuras. Por lo que, finamente, el paladín hizo la vista gorda.

Unas horas más tarde, Viczan accedió de nuevo al cuartel de los paladines para informar de sus avances al capitán. En la misma entrada lo encontró hablando con una hermosa mujer. Junto a ellos, había un niño de cabellos castaños que no se despegaba de quien parecía ser su madre. El capitán hizo un gesto a Viczan para que se acercase.
- Te presento a la inspectora de comercios de Sacrivia: Corinn. Él es Viczan, un hombre de mundo proveniente de Khorinis, que se ha ofrecido voluntario en el cuerpo de guardias del distrito.
- Es un placer – dijo Corinn – Eres muy valiente al aceptar un reto de este calibre.
- Gracias, mi señora. Para mí es un honor servir aquí.
Corinn sonrió amablemente. Pero en el fondo, la amargura en sus ojos era tal que hasta un ciego la podría ver.
- Bastian – dijo ella dirigiéndose a su hijo – Bastian, ven aquí. Saluda a este buen hombre… Ha venido a ayudarnos.
El niño le miró con curiosidad pero no pronunció palabra alguna.
- Discúlpale. Es un poco tímido.
- No se preocupe – contestó Viczan.
Corinn cogió de la mano a su hijo.
- Se hace tarde. Mejor que nos vayamos ya.
- Por supuesto – aceptó Lancelot.
La mujer y su hijo se alejaron. El capitán permanecía al lado de Viczan, pensativo.
- En Vengard es habitual que una mujer ocupe un cargo importante. Ocurre por circunstancias varias. En este caso, el marido de Corinn era el anterior inspector de comercios. Su muerte prematura propició el traspaso del cargo a su esposa, quien, como es lógico, estaba muy puesta en la materia y sus peculiaridades en Sacrivia. Ella dice que eres muy valiente pero también ella lo fue en su día al aceptar el cargo.
- Así que la joven Corinn es viuda – dijo Viczan sorprendido.
- Desgraciadamente si – afirma Lancelot – Pasado mañana cumplirá un año.


La guardia del cuartel había habilitado para Viczan una cama en el dormitorio común. Había sido un día muy largo y el antiguo mercenario no tardó en acostarse. Pero antes de caer en un profundo sueño, estuvo meditando sobre la investigación que acababa de iniciar.
“Sacrivia me inquieta. Nunca pensé que en la ciudad pudiera haber un lugar así. Tengo la sensación de que... cada rincón de este distrito guarda algún secreto. Pero soy optimista. Lo que necesito es gente que me hable con franqueza, y en mi primer día aquí he conocido a un niño y a un borracho... Quizá sea una señal. Dicen que los niños y los borrachos nunca mienten.”

CONTINUARÁ


Última edición por Viczan el Sáb 30 Oct 2010, 16:12, editado 2 veces
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Lord
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MensajeTema: Re: Distrito Sacrivia   Distrito Sacrivia EmptyVie 22 Oct 2010, 18:24

Grosa la historia!! No me la e leido completa porque ya me voy pero cuando llege la termino de leer lol! lol!
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MensajeTema: Re: Distrito Sacrivia   Distrito Sacrivia EmptySáb 23 Oct 2010, 07:03

Muy buen relato!! Y esa frase con la que termina la historia es tal cual Razz
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MensajeTema: Re: Distrito Sacrivia   Distrito Sacrivia EmptySáb 23 Oct 2010, 12:07

Un buen capitulo, esperamos las continuaciones con ansia Wink
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Viczan
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MensajeTema: Re: Distrito Sacrivia   Distrito Sacrivia EmptyDom 24 Oct 2010, 12:53

CAPÍTULO 2. LA CÁMARA

- Señor Argomir – susurraba un preso agarrándose con fuerza a los barrotes de su celda.
El carcelero se acercó con paso lento – ¿Qué quieres, Gorman?
- He oído algo...
- ¿Por qué no te duermes un rato, Gorman?
- ¡Le digo que he oído algo!
- ¿Qué has oído?
- He oído... un golpe.
- ¿¡Has oído un golpe!?
- Hable más bajo señor Argomir, que nos oirá...
- ¿Qué nos oirá quien?
- Pues el que ha dado el golpe.
- ¿De donde ha venido ese golpe?
- De allí – dijo Gorman señalando con el dedo en una dirección – Del fondo de ese pasillo. Allí hay una puerta ¿verdad, señor?... El golpe ha sonado lejano, de más allá de la puerta.... Señor ¿qué hay tras esa puerta?
Argomir se quedó ensimismado durante unos instantes. Finalmente volvió en si.
- Ahí no hay nada, Gorman. Vuélvete a dormir.


Una brisa helada franqueaba el patio de adiestramiento. A penas había salido el sol. Lancelot permanecía en pie, impasible, y miraba a Viczan con atención.
- Mientras colabores con la milicia, recibirás adiestramiento. Te enseñaré las reglas de los paladines. Llegada la ocasión, pueden serte muy útiles.
El alumno se puso en guardia, empuñando su espada ancha.
- Te apresuras mucho a desenvainar tu arma, Viczan – le corrigió el capitán – Lo primero que has de tener presente antes de actuar es para quién actúas.
“Los paladines somos guerreros de Innos, luchamos en nombre de Innos y del Rey, y respondemos ante los Magos de Fuego. Nuestra misión aquí es proteger a la gente y mantener el orden en la ciudad.”
“Un paladín piensa, y luego, actúa, por el bien común. Pues un paladín es un hombre de bien; y todo hombre de bien sigue un código.”
“La vida del paladín requiere una gran dedicación y sacrificio. El cuartel es nuestro hogar, el refugio que todo guardián necesita. Un lugar donde aislarse del mundo y pensar con claridad.”
Leonard irrumpió de pronto en el patio.
- Capitán. El carcelero le reclama urgentemente.
- ¿De que se trata? – preguntó incómodo él.
- Según dice, se han oído ruidos provenientes de la cámara.
- ¿De qué cámara?
- De LA Cámara, señor.


Viczan atravesó la plaza de Sacrivia en compañía de Lancelot y Leonard. El capitán caminaba a paso ligero, visiblemente preocupado.
- Vendrás con Leonard y conmigo a la cárcel. Quizá esto sirva como una clase práctica.
- Pero ¿qué ocurre? – preguntó Viczan mientras intentaba seguirles el paso.
- Es una larga historia – respondió Lancelot – Verás, la tortura física como medio para castigar a los delincuentes u obtener información del enemigo, ha sido utilizada por este reino desde tiempos remotos. Existen al menos cinco cámaras de tortura repartidas por toda la capital de Myrtana. Y en la cárcel de Sacrivia hay una. Actualmente no se le da ningún uso, pues la tortura con cualquiera de sus fines fue abolida por Rhobar II en su primer año como monarca. Todas y cada una de las cámaras fueron selladas. Nada debería sonar en ellas. La mayoría de ciudadanos no conoce su existencia, y mucho menos los presos. Por ello, te pido encarecidamente discreción en este asunto. No me gustaría que se generase el pánico entre la gente.
- Seré cauteloso, capitán. Tiene mi palabra.
Más tarde, los tres hombres entraban en la cárcel de Sacrivia. El carcelero estaba frente a su mesa, revolviendo papeles, cuando se sorprendió ante su llegada. Se levantó y realizó un fugaz gesto de saludo.
- ¿Puedo hablar?
- Tranquilo, Argomir – dijo el capitán – Son de confianza.
- Uno de los presos asegura haber oído ruidos provenientes de la puerta que da acceso a la cámara subterránea.
Lancelot asomó un gesto de preocupación.
- ¿Es fiable?
- Bueno... – suspiró el carcelero – Yo diría que no hay un solo hombre de confianza en esta cárcel. Todos han ido perdiendo la cordura con el lento paso de los años. Sin embargo, no es imposible que algo haya oído en realidad.
- ¿Qué quieres decir con eso? – preguntó el capitán.
- La llave que abre la puerta ha desaparecido. Debería estar en una de mis argollas, pero no está. Y yo jamás la he utilizado. Por eso mismo no me he percatado de su desaparición hasta hoy.
- Maldita sea, Argomir, eres el carcelero ¡Tu trabajo es custodiar las llaves!
- Cálmese, capitán – dijo Leonard apoyando la mano en su hombro – De nada servirá lamentarnos. Podemos forzar la puerta y luego repararla cambiando la cerradura.
- Lamento de veras mi error. No volverá a ocurrir – respondió Argomir mientras cogía unos manuscritos que tenía sobre la mesa – He estado investigando mientras esperaba. Desgraciadamente a día de hoy no existe plano alguno ni esbozo para orientarse tras cruzar esa puerta.
- No importa – dijo Lancelot – La Cámara no puede ser muy grande. Vamos a entrar, y cuanto antes lo hagamos, más posibilidades habrán de encontrar algo, si es que hay algo que encontrar.
Leonard se apresuró a forzar la puerta, mientras Viczan le entregaba una de sus antorchas al capitán. Los tres se adentraron mientras Argomir aguardaba en la puerta. A los pocos pasos comenzaba una sinuosa escalera que descendía bruscamente varios metros. Tras la escalera, el pasillo continuaba recto y moría en una verja metálica. Lancelot la abrió sin usar llave alguna.
La cámara de tortura se extendía fría y oscura. Fue excavada en la propia tierra mucho tiempo atrás. El grupo se dividió para inspeccionarla. Viczan bordeó la pared por la izquierda, mientras Leonard hacía lo mismo por la derecha. El capitán Lancelot caminaba por el centro de la sala, con la antorcha en alto. En las paredes se proyectaron unas sombras siniestras de los más macabros mecanismos de sufrimiento: el potro, la cuna del traidor, la dama de hierro. También había grilletes anclados y varias jaulas colgantes; todo en desuso, cubierto de polvo. Pero apartado del resto, había un yunque y varias herramientas de herrería y, no muy lejos, una mesa de alquimia con una pila de libros sobre la materia. Aquello si que no parecía en desuso, y resultaba intrigante. Viczan se acercó a un viejo cofre y comprobó que estaba cerrado. Rebuscó en su petate hasta encontrar unas ganzúas y las introdujo en la cerradura.
- Izquierda, izquier...
¡Crack! La ganzúa se había partido. Extrajo otra de entre sus miserias y la volvió a introducir.
- Izquierda, derecha, derec...
¡Crack! Otra ganzúa perdida. El capitán observaba a Viczan.
- Espero que no hagas eso con los cofres del cuartel.
Viczan rió ligeramente e hizo un nuevo intento.
- Izquierda, derecha, izquierda, derecha...
¡Click! El cofre estaba abierto. El antiguo mercenario encontró en su interior una ballesta moderna, como las que había nombrado Arcan en la conversación del día anterior. No tuvo más remedio que entregársela al capitán, ya que éste la había visto.
- Tranquilo, Viczan – le consoló él – Tengo que confiscarla por ahora pero recuerda que recibirás tu recompensa cuando todo esto acabe. Y buen trabajo con lo del cofre.
- Gracias, no ha sido nada. Era una cerradura sencilla... ¡Arghh!
Una rata gigante acababa de morderle en la bota.
- ¡Mierda! – exclamó Viczan mientras se armaba con su espada ancha – Date por muerta.
Lanzó un rápido estocazo al suelo y la rata salió despedida contra la columna.
- Será mejor que estemos atentos, capitán – dijo Leonard – Podrían haber más.
Los tres hombres dieron varias vueltas por la cámara escudriñando el suelo. Mataron un par de ratas más y luego se hizo el silencio. Fijándose en el enlosado, Lancelot había visto una marca extraña. Examinó de nuevo la zona y vio una huella de mano humana en sangre coagulada por el paso de los días.
- Alguien ha estado aquí recientemente – confirmó el capitán – Ya no hay duda. Hay huellas humanas recientes y esas herramientas han sido usadas, tanto las de herrería como las de alquimia. Por no hablar de la ballesta...
Lancelot seguía inquieto. Leonard se acercó a él.
- Capitán ¿qué ocurre?
- Algo no me cuadra… Cuando era niño, entré en más de una cueva. Mi padre era minero y a mi me gustaba acompañarle al trabajo. Me adentré en lugares muy profundos. Oscuros y aislados. Sin corrientes de viento, el aire se estanca y el ambiente se enrarece.
- ¿Y el aire no está cargado aquí abajo? – preguntó el paladín.
- No lo suficiente.
Los tres hombres empezaron a registrar la pared, palpando la roca hasta que Viczan notó una pequeña fisura de la que salía una luz tenue. Apoyó las manos y presionó lo que parecía ser una losa de piedra. A medida que la apartaba, la brillante luz del exterior penetraba en la cueva. Era la ladera Norte de los bosques colindantes, fuera de los límites de la ciudad.
- Esto no puede estar pasando – dijo Lancelot mientras se asomaba por el orificio – Estamos fuera.
Una leve brisa salió del interior de la cueva, procedente de la entrada a la cárcel, junto a la Torre del Centinela. Pasaba libremente, de dentro a fuera.
- Es un túnel. Un túnel de libre acceso a la Ciudad. Sin vigilancia, sin control. Esto no puede estar pasando – dijo el capitán mirando fijamente las montañas.
- En realidad estamos en los bosques cercanos, en la ladera de las montañas del Norte – recalcó Leonard – Es una región poco accesible, con algunos senderos utilizados solo por pastores junto a sus cabras montañesas y ovejas. No obstante, yo no me adentraría demasiado en estas montañas, sobre todo ahora que la helada de Nordmar ya se ha asentado. Las ráfagas de aguanieve o las tormentas de granizo pueden ser tan feroces como la mordedura de un lobo. Incluso una simple lluvia o un viento repentino puede hacer inestable la nieve de las cumbres, provocando una avalancha. Y por lo que tengo entendido, son bien frecuentes.
- ¿Qué sabes de la fauna aquí? – le preguntó el capitán.
- Algunos animales moran en estas tierras. Principalmente osos, jabalíes y algún que otro carroñero. Esos son los más comunes. Pero también hay otros. Aquellos de los que hablan en los libros. Criaturas de leyenda que solo unos pocos habrán podido ver en realidad. Se supone que estas montañas son el hogar de grandes aves que aparecen en las historias de los antiguos. También está el Oso Azul de las Montañas, una enorme criatura semisensitiva y muy esquiva al hombre. Nunca se le da caza, pues se dice que matar uno trae una gran maldición. La gente comenta cosas sobre bestias salvajes que rodean la ciudad, habladurías sin más; pero bien podrían ser ciertas. Incluso algún felino extraviado de gran tamaño proveniente del lejano Varant.


Unas horas más tarde, el capitán de los paladines organizó una comida común en el comedor del cuartel, a la que Viczan estaba invitado. El Sol brillaba débilmente en lo alto de un cielo nublado, iluminando la ciudad desde sus anchas torres de los centinelas hasta las angostas calles de los barrios más pobres. El aviso de reunión de Lancelot se había extendido veloz entre los guardias de Sacrivia. La mayoría acudieron al comedor mientras unos pocos permanecían en sus puestos para conservar un mínimo de hombres en activo.
En la larga mesa, Leonard se sentó junto a Viczan. El capitán Lancelot tomó la palabra. Poco a poco fue relatando los acontecimientos relacionados con la Cámara de Tortura. La expectación aumentaba progresivamente en el rostro de los guardias. Muchos no daban crédito a lo que oían, y murmuraban “¿pero qué está ocurriendo?” Tras la discusión, algunos guardias se quedaron sentados hablando entre ellos mientras otros se levantaban. Lancelot seguía sentado y pensativo. Algunos hombres bromeaban entre ellos para alegrar un poco el ambiente. Uno de los paladines se dirigió a Viczan.
- Ayer te vi hablando con Adam en medio de la calle. Parece que estás haciendo buenas migas con él.
Otros guardias sentados al lado se reían con el comentario. “Ja ja ja... ese borracho es todo un espectáculo” “Yo le he visto caerse mas de veinte veces”.
De pronto, Lancelot se levantó de la mesa y se fue a su despacho sin mediar palabra.
Leonard se inclinó hacia Viczan.
- Al capitán no le gusta oír hablar de ese hombre. Creo que le entristece ¿Sabías que Adam fue uno de los reos enviados a la colonia de Khorinis? Y cuando todo ello acabó, logró volver al continente con otros exdelincuentes y se presentó en el cuartel de Sacrivia, como aprendiz de guardia, y con el tiempo de paladín. Pocos lo recordarán ahora pero hace años, Adam fue un alumno más en este cuartel. Y en aquel entonces, Lancelot no era capitán sino un paladín más, encargado de enseñar a futuros aspirantes. De ese modo, Lancelot fue maestro y Adam aprendiz. Todo fue bien al principio. Adam atendía con interés y cumplía con lo que se le ordenaba. Pero con el paso del tiempo las cosas fueron a peor. Empezó a perder sus buenas costumbres y a coger otras peores: Llegaba tarde a las clases. Olía a alcohol. Cada vez se le veía menos interesado en el trabajo. Finalmente dejó de venir. Y así pasaron los días, hasta que Lancelot decidió ir a buscarlo. Yo también fui con él. Y no tardamos en encontrarle. Estaba en la Taberna del Carroñero Feliz, emborrachándose y riendo. Lancelot le miró pero no dijo nada. Adam también le miró pero pronto volvió de nuevo la vista a su jarra de cerveza. Entonces Lancelot dio media vuelta y me dijo “Vámonos”.


Viczan aguardaba frente a la mesa del capitán.
- Creo que anoche la señora Corinn se llevó una buena impresión de ti. Si estás interesado, podría proponerle una visita a su casa. Así hablarías con ella y podrías preguntarle lo que vieras necesario. Y ya de paso, hacerle algo de compañía. Creo que le hace mucha falta.
- Por supuesto, capitán. Es una gran idea.
Viczan abandonó el cuartel para dirigirse a la armería. Allí comunicó a Arcan que la guardia había recuperado una de sus ballestas pero por ahora quedaría confiscada, a la espera de terminar la investigación. Arcan, una vez mas, lo despachó de su tienda con desdén.
Ya caía la noche, cuando Viczan se llamó a la puerta de Corinn. La inspectora le recibió educadamente y le invitó a entrar y acomodarse.
- La cena ya está lista, Viczan. Conejo en caldo de verdura y vino rojo.
El pequeño Bastian corrió veloz a la mesa y agarró con fuerza los cubiertos. Los tres se pusieron a comer.
- ¿Qué tal está todo? – preguntó Corinn.
- Delicioso, señora. De verdad.
- Gracias. Parece que mañana va a llover. Eso decían hoy en el mercado.
- No me he enterado – contestó Viczan – Hoy no he pasado mucho tiempo entre el gentío...
- Bueno, el capitán me ha dicho que eres un hombre de mundo. Seguro que has vivido mil aventuras. A Bastian y a mi también nos gustan las aventuras, aunque solo las leamos en los libros. Podrías contarnos alguna de vuestras hazañas.
- Eemm... – farfulló él - ¿Por dónde empiezo...?
De pronto, alguien llamó a la puerta. Corinn se levantó.
- Iré a ver quien es.
La inspectora se acercó y preguntó sin llegar a abrir.
- ¿Quién llama?
Al otro lado de la puerta sonó la voz de una mujer mayor.
- Soy Charis, su vecina.
Corinn abrió la puerta.
- Buenas noches, señora Charis. Estábamos cenando.
- Oh, claro, disculpe. Solo venía a traerle esto.
La mujer sostenía en sus manos una bandeja redonda. Lo que había en ella estaba bien cubierto con un gran pañuelo.
- Mi familia está preocupada por usted – dijo Charis – Mañana se cumplirá un año desde que... Le he traído una tarta de manzana. Si aun están cenando, pueden tomarla de postre.
Corinn tardó en reaccionar.
- Gracias. Pero no puedo aceptarla.
- Por favor, cójala – insistió la mujer – Mis nietos me han ayudado. La hemos hecho con todo el cariño del mundo. Por favor.
- Está bien – contestó finamente Corinn.
La mujer se despidió cordialmente y Corinn cerró la puerta tras de si. Lentamente levantó el pañuelo de la bandeja y observó la jugosa tarta de manzana preparada por sus vecinos. Tenía muy buen color. Parecía deliciosa. La inspectora la miró con detenimiento y finalmente entró de nuevo en el salón. Bastian había olido la tarta antes de verla y sonreía de oreja a oreja. Corinn se acercó a la mesa. Cogió un cuchillo y lo apoyó en la bandeja de la tarta. Poco a poco fue empujando la tarta hacia fuera ayudándose con el cuchillo. La tarta se desquebrajó en grandes trozos mientras iba cayendo al cubo de desperdicios, mezclándose con el resto de basura. Bastian estaba atónito y gritó “¡¿Pero que haces?!” Corinn continuó deshaciéndose de la tarta hasta dejar la bandeja limpia. Cuando terminó, miró a su hijo a los ojos y le dijo:
- Si quieres tarta de manzana, pídemela y yo te la haré... Se ha hecho tarde. Vete a dormir.
Bastian subió furioso las escaleras y su madre suspiró.
- Mi marido Basthian murió hace un año por causas que aun se desconocen. Murió en la calle. Algunos testigos dicen que parecía sentir alguna dolencia y que poco después, se desplomó sin más. Su cuerpo no mostraba heridas de ninguna clase. La teoría más común es que fue envenenado pero no se ha podido demostrar nada. Solo se sabe que el último sitio donde estuvo fue la taberna del Carroñero Feliz. Se tomó unas cervezas y se fue, de vuelta a casa. Willow es el tabernero, y eso le convierte en uno de los principales sospechosos. Por eso no se atreve a mirarme a los ojos. Se siente culpable.
- ¿Pero tú no crees que lo sea...?
- No – respondió la inspectora – Pero eso no quita que tenga responsabilidad sobre lo que vende.
Corinn vio de reojo como Bastian se había asomado por la escalera y escuchaba la conversación.
- ¡Bastian! Te dije que te fueras a dormir.
El niño bajó ligeramente la cabeza.
- No has venido a darme las buenas noches.
Corinn suspiró por un momento.
- Hoy tenemos un invitado, Bastian. Tengo que estar con él.
El niño levantó la vista hacia Viczan.
- También me gustaría enseñarle mi cuarto.
El pequeño Bastian entró en la habitación seguido de Viczan y Corinn. El antiguo mercenario se acercó al escritorio, cubierto de papeles. La mayoría eran textos de alguna clase de gramática. Había varios dibujos de casas y personas. Uno en particular llamó la atención de Viczan.
Distrito Sacrivia Dibujoqt
- ¿Quién es?
- Es el monstruo – respondió Bastian con voz queda.
- ¡Ya basta! – exclamó Corinn – Te he dicho mil veces que no hay ningún...
De pronto, unos golpes resonaron en el tejado. Viczan aguzó el oído en un intento de reconocer de que lado venían. Entonces sonaron de nuevo. Parecían moverse de una zona a otra del techo.
- Hay alguien ahí arriba – susurró a la inspectora – Voy a salir a la calle para reconocerlo. No os mováis de aquí.
Viczan descendió las escaleras con la rapidez más silenciosa que sus botas le permitieron. Atravesó el portal y dio varias zancadas por la calle observando el techado. No sobresalía forma alguna. Se quedó un rato observando pero se había hecho el silencio. Corinn y su hijo salieron también a la calle.
- Hace rato que las pisadas han dejado de sonar – dijo la inspectora algo mas tranquila – Será mejor que nos vayamos todos a dormir. Dame unos minutos para arropar a Bastian. Enseguida estoy contigo.
La mujer llevó a su hijo al dormitorio y lo tapó con varias mantas.
- ¿Ya estás más tranquilo?
Bastian negó con la cabeza.
- Madre ¿nos va a pasar algo malo?... Y no me digas lo de siempre: que no me preocupe, que todo irá bien, porque se que solo lo dices para tranquilizarme. Ya tengo 13 años. Soy mayor. Puedes decirme lo que estás pensando.
- ...
Corinn se sentó en el borde de la cama, con la mirada perdida en la estantería repleta de libros.
- Tienes razón. Ya eres mayor. Debería hablarte claro... ¿Recuerdas cuando eras más pequeño? Solía leerte cuentos antes de dormir.
Bastian escuchaba enmudecido, esperando aun una respuesta. Corinn continuó hablando.
- Había muchas clases de cuentos, muchas clases de historias: Las comedias, los dramas, las aventuras caballerescas... Unas acababan mejor y otras peor. Y tenías que esperar al final para saber como acabaría todo. Sin embargo, aquellos libros siempre dejaban pistas. Y si sabías verlas, podías llegar a prever el final antes de que sucediese. La pregunta que debes hacerte es ¿qué clase de historia es esta?
Bastian se acurrucó de lado. Aquella idea no le tranquilizaba. Corinn observó con impotencia como no podía frenar el miedo que sentía su hijo, así que se levantó de la cama y forzando una sonrisa le dijo: No te preocupes, todo irá bien.


CONTINUARÁ
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MensajeTema: Re: Distrito Sacrivia   Distrito Sacrivia EmptyDom 24 Oct 2010, 13:57

Que puedo decir? Me ha encantado lo que he leido, creo que has empezado con mucha fuerza con tu relato y nos vas a tener aquí fumando hierba del pantano y esperando lo que haga falta para saber como continua!!!!

Saludos y gracias por compartirlo con nosotros!!!!! cheers
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MensajeTema: Re: Distrito Sacrivia   Distrito Sacrivia EmptyDom 24 Oct 2010, 22:53

No hay de que, amigo Harry. Antes de que termine la semana próxima espero haber posteado los dos capítulos que quedan para cerrar la historia.
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MensajeTema: Re: Distrito Sacrivia   Distrito Sacrivia EmptyDom 24 Oct 2010, 22:57

Perfecto!!!!! cheers

Esperando estaremos todos, seguro!!!!!

Saludos!!!! jocolor
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MensajeTema: Re: Distrito Sacrivia   Distrito Sacrivia EmptyDom 24 Oct 2010, 23:48

Qué gran pinta tiene esta historia, Viczan, sigue así cheers
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MensajeTema: Re: Distrito Sacrivia   Distrito Sacrivia EmptyMiér 27 Oct 2010, 15:00

Muy bueno esperamos el capitulo 3!
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MensajeTema: Re: Distrito Sacrivia   Distrito Sacrivia EmptyMiér 27 Oct 2010, 19:03

CAPÍTULO 3. EL ANIVERSARIO

Un año antes...

Aun no había amanecido cuando la Avenida del Comercio estaba atestada de curiosos que murmuraban sin descanso. En el fondo de la calle, una mujer y un niño cogidos de la mano. La gente los vio y se hizo el silencio. Pronto se formó un pasillo de mudas miradas. Corinn y su hijo lo atravesaron en la única dirección posible, derechos al lugar del crimen. El capitán Lancelot les estaba esperando junto a Leonard, su hombre de confianza. La mujer se detuvo frente a ellos.
- He oído que... ¿dónde está mi marido?
Lancelot se giró hacia su hombre.
- Leonard, llévate a Bastian. Quiero hablar a solas con ella.
El guardia se alejó con el niño mientras Corinn permanecía inmóvil, esperando respuestas.
- ¿Dónde está mi marido?
- Hemos encontrado a Basthian, tumbado en medio de la calle. Algunos testigos lo vieron desplomarse sin más.
- ¿Y donde está ahora?
El capitán de la guardia respiró hondo antes contestar.
- Sigue donde lo encontramos, Corinn. Está allí – dijo señalando con el dedo a un grupo de guardias puestos en círculo. En medio había un cuerpo recostado, cubierto de pies a cabeza con un manto blanco.
La mujer tardó en reaccionar.
- No. Mientes ¿dónde está?... Dime donde está.
- Está ahí, Corinn. Cuando lo encontramos, su corazón ya había dejado de latir.
Corinn seguía negando.
- No. Me estás mintiendo.
- No te miento. Nunca lo haría.
El capitán se hizo a un lado.
- Lo siento mucho.
Corinn se acercó a los guardias y se inclinó junto al manto. Con las dos manos, lo levantó a la altura de la cabeza y pudo ver el rostro inerte de su marido. Un fugaz gesto de dolor parecía asomar en su inmutable cara blanquecina. El llanto de Corinn pudo ser escuchado desde todos los rincones de la ciudad. Incluso algunos granjeros de los campos volvieron a la ciudad para preguntar que sucedía. A Corinn le arrancaron media vida sin ninguna explicación.
Había pasado un año entero, y Corinn y su hijo volvían a caminar por aquella misma avenida. El sol se ocultaba entre grandes nubarrones. No había nadie más en la calle. La inspectora se detuvo donde yació su difunto marido, y sobre el empedrado colocó una esbelta rosa roja. Nadie le devolvería a su marido; era algo que había tenido que asumir. Ya solo pedía respuestas. Las respuestas que tras un año entero aun nadie le había dado. “Quien” y “por que”.


Viczan empuñaba su espada frente al capitán de los paladines, que esquivaba sus ataques a la vez que le enseñaba técnicas nuevas.
“La vida del paladín no es fácil. Debemos acostumbrarnos a situaciones adversas, donde el enemigo sea mayor en número.”
“Hacemos de nuestra vida la protección. Y de la protección una forma de vida.”
“La investigación es trabajo del paladín. Un buen investigador debe ser ante todo discreto y tener en cuenta todos los factores, todas las posibilidades...”
Más tarde, Lancelot llevó a Viczan a su despacho. El capitán ojeó unos documentos que tenía sobre la mesa.
- No me ha llegado ninguna noticia de la cárcel. Debe ser que todo sigue en calma. No obstante, quiero que hables con Argomir y me cuentes cualquier novedad que haya sobre el asunto.


Viczan atravesó los portones del cuartel, en dirección a la cárcel de Sacrivia. Se sucedieron varios truenos y comenzó a llover copiosamente. De pronto, se cruzo con un hombre viejo que masculló improperios a su paso. El antiguo mercenario se detuvo.
- ¿Ocurre algo, buen hombre?
- Mis cabras... – contestó él, malhumorado.
- ¿Qué les pasa?
- No han dormido bien las últimas noches ¡Y si no duermen bien, el pelaje no les crece espeso y la leche les sale amarga!
- Tranquilícese – le dijo Viczan – Seguro que descansarán mejor los próximos días.
- No... No lo harán. Algo las está asustando.
Viczan se sorprendió.
- ¿Cree usted que puede ser la...?
- La bestia que habita entre nosotros – continuó el hombre – Se mueve de noche, al amparo de la oscuridad.
Viczan recordó entonces la noche anterior, cuando el pequeño Bastian le mostró aquel siniestro dibujo.
- Y usted... – interrumpió Viczan - ¿La ha visto?
- Yo no, pero mis cabras si. Ellas tienen los sentidos más agudos que nosotros. Perciben cosas con mayor facilidad. Mis cabras la han visto pero no entienden lo que es. Y eso las llena de temores. Tú debes ser el forastero, de más allá de los muros. Te llamas Viczan. He oído que has venido a ayudar a la guardia de Sacrivia...
- Es cierto. Vengo a ayudar.
- Pues entonces deja de perder el tiempo y encuentra a esa bestia.


Viczan se alejó con paso veloz. Demasiadas voces habían hablado ya de la bestia. No podía ser casualidad. Algo así tendría que esconderse en alguna parte... la cámara de tortura, quizá, donde se habían encontrado huellas de sangre humana. La bestia podría ser una devoradora de hombres. Pero ello no concordaba con el yunque y la mesa de alquimia, que manifestaban haber sido utilizados recientemente. Finalmente, el antiguo mercenario optó por acercarse a la casa de la inspectora Corinn. En la puerta encontró a Bastian, con la mirada perdida en los tejados colindantes.
- Bastian ¿recuerdas el dibujo que me enseñaste anoche? – le preguntó Viczan con celeridad – Dijiste que era la bestia de la que todos hablan...
- Si – contestó el niño – Y tenía unas garras muy grandes.
- Entonces ¿la has visto?
Bastian afirmó con la cabeza.
- Hace ya unas semanas, la vi desde mi ventana. Estaba sobre esos tejados.
Por un instante, Viczan contuvo la respiración.
- ¿Y que estaba haciendo ahí arriba?
- Nada. Solo estaba quieta. Miraba los edificios, las calles, a mí...


Lancelot estaba sentado frente a su escritorio cuando Viczan irrumpió sin llamar a la puerta.
- Capitán ¿alguna vez ha oído hablar de una bestia que habita en el barrio? Mucha gente en la calle habla de ello. Creo que todo puede estar relacionado: el robo en la armería, el registro en la cámara de tortura e incluso el asesinato del anterior inspector de comercio.
- He oído esas historias – contestó Lancelot – Como capitán, no soy partidario de prestar atención a los rumores fantasiosos que se oyen por la calle. Pero por otro lado, siempre he creído que un buen investigador debe tener en cuenta todas las posibilidades, por increíbles que éstas parezcan. He estado pensando en ello. Quizá haya algo escondido en estas calles; algo que no es un animal. Una especie de bestia potencialmente peligrosa. Pero los días pasan y no parece que nos estemos acercando a ella. Quizá sea culpa mía, dicen que antes era más duro. Dicen que me he ablandado con los años. Pero también puede que la estrategia no sea la correcta. No soy muy ducho en estos temas, pero si algo se es que toda criatura no natural tiene un creador. Quizá sea ese el camino a seguir. Encuentra al creador y descubriremos la verdadera naturaleza de la bestia.


Caía la tarde y no cesaba de llover. Viczan necesitaba un respiro, por lo que decidió darse una vuelta por El Carroñero Feliz. Al entrar en la taberna, vió a Willow limpiando unas jarras en silencio. La taberna estaba llena en su mayoría de comerciantes y tenderos. Entre las mesas caminaba Adam dando tumbos. Viczan se acercó a la barra y se dirigió al tabernero.
- Buenas tardes, Willow. Ponme una pinta por favor.
El hombre suspiró un momento antes de servirle.
- Se lo de la muerte del inspector – dijo Viczan – No debes estar pasando un buen día.
- No... – contestó Willow con el rostro ensombrecido – Cada noche me acuerdo del inspector Basthian. Siempre dijeron que lo más probable es que muriera envenenado. Y mi taberna fue el último lugar donde estuvo antes de salir a la calle. Juro que yo no le maté... Siempre estoy atento a lo que hace la gente en mi local. Pero aquella noche no debí estarlo lo suficiente. Y ahora no puedo mirar a Corinn a los ojos sin sentirme culpable.
Willow dio media vuelta y se dispuso a ordenar los platos del armario.
El antiguo mercenario agarró la jarra de cerveza, le dio un gran sorbo y se limpió los labios con la manga de la camisa. Adam llegó a su lado, tras varios tropiezos, y se sentó junto a él, apoyando la pinta en la barra.
- Adam, amigo – dijo Viczan - ¿Tú no trabajas?
Dos hombres pasaron por detrás, riendo: “¿Trabajar? Ese solo sabe empinar el codo” Mientras el otro decía “Y ni siquiera es un borracho respetable. No tiene aguante con la bebida. Se toma un par de cervezas y ya empieza a volar”. Los dos hombres se fueron entre carcajadas.
- Prefiero estar aquí – dijo Adam.
- He oído que hace unos años fuiste aprendiz de guardia en el cuartel de los paladines.
- Viczan... – susurró el hombre con la voz gangosa – No quiero hablar de ello.
- Te entiendo – contestó Viczan – A mí tampoco me van esos códigos de los paladines, con todas esas normas. Prefiero la buena vida, con una pinta recién servida; sin responsabilidades, sin horarios, sin parienta... Si... la buena vida.
- Bueno... – respondió Adam cabizbajo y con su jarra casi vacía – Yo... no del todo...
Viczan dejó el sorbo a mitad y se giró hacia el borracho. Adam tenía la mirada perdida en la barra y sus ojos estaban húmedos.
- Si algo he de lamentar, es no haber tenido mujer e hijos. Una familia que siempre te espera y te recibe con los brazos abiertos.
Viczan no daba crédito.
- ¿De verdad piensas así?
Adam afirmó ligeramente con la cabeza, sin dejar de mirar la barra.
- Pero Adam, aún eres joven. Estás a tiempo de cambiar. Si no te gusta la vida que llevas, haz algo al respecto.
- No – respondió Adam – Ya es tarde para cambiar. He elegido vivir así.


El cielo se oscurecía lentamente cuando Viczan pasó junto al mercado. Los tenderos recogían sus puestos a la vez que algunos indigentes iban entrando. El mercado era un edificio muy antiguo que por las noches albergaba a la gente sin techo para que durmieran más resguardados. El antiguo mercenario pasó de largo y se dirigió derecho a la cárcel. El carcelero, Argomir, estaba sentado en su silla, frente al pasillo de los presos. Algunos chillaban cuando Viczan apareció por la puerta.
- ¿Por qué gritan?
- Porque el hombre no está hecho para vivir entre rejas – contestó Argomir – Estos desgraciados llevan demasiado tiempo aquí, y eso los ha vuelto locos.
- Ya veo – dijo Viczan – Carcelero ¿hay alguna novedad sobre la cámara?
- Nada. No ha pasado nadie por aquí, ni se han oído más ruidos.
A Viczan le bastaba con eso. Se dio la vuelta, pero cuando se apresuraba a salir, Argomir volvió a hablar.
- El capitán me preocupa. Él no es como nosotros. Tiene un cargo importante y debería saber estar por encima de los acontecimientos. Sin embargo, después de las últimas conversaciones, realmente parece que la situación le ha superado; parece que ha empezado a creer. Y no debería. Pero claro, la gente dice muchas cosas. La bestia de la que todos hablan también ha llegado a mis oídos. Pero yo se perfectamente quien es.
Viczan ya no estaba para andarse con rodeos.
- ¿Quién?
- Resulta curioso que se empeñen en darle forma cuando no la tiene – respondió Argomir – La única bestia que hay en este lugar es el miedo, el miedo de la gente ante lo que le rodea. Y no debería sorprendernos; porque estamos en el Distrito Sacrivia, el barrio más conflictivo de Vengard. Todo es culpa del miedo, el miedo que habita entre nosotros y que no nos deja vivir en paz.


Se hizo la hora de cenar. Hacía largo rato que había dejado de llover. En el comedor del cuartel, los paladines tenían una cena común, y Viczan compartía mesa con el capitán Lancelot, Leonard y otros guardias. La comida estaba concluyendo cuando uno de los guardias se puso en pie con la copa en alto.
- Quiero hacer un brindis ¡Brindo por que nuestra suerte mejore muy pronto!
Todos en la sala se levantaron y alzaron el brazo con la copa. Al chocarlas, un lejano sonido llegó hasta ellos. “Uheo, Uheo”.
- ¿Qué ha sido eso? – preguntó uno de los guardias.
- ¡Silencio! – exclamó el capitán, que intentaba entender el sonido. “Uhego, Uhego”
Un guardia entró a grandes zancadas en el comedor.
- ¡Fuego, fuego! – exclamó vehemente - ¡Capitán, es el mercado! ¡Salen llamas del interior!
Al asomar la vista hacia la Plaza de Sacrivia, Viczan observó a niños y adultos corriendo hacia el mercado. Entre las tejas de su maltrecha cubierta, unas luces anaranjadas brillaban con intensidad. Y una columna de humo negro se elevaba ocultando las estrellas del cielo despejado. El capitán de los paladines se dispuso a dar órdenes.
- Harold, Edmund, mantened posiciones de entrada. Langley, defensa interior del cuartel. Nerian y Ciriol, a los pasajes este y oeste de la Plaza. Durathor, trae a Olav, está junto a la Torre del Centinela. Quiero un cerco en la puerta. Leonard y Viczan, conmigo al mercado ¡Ahora!
Al llegar al portón del mercado, algunos ciudadanos de alrededor empiezan a gritar. “¡Los pobres! ¡Están dentro!” “¡La puerta está atrancada! ¡No podrán salir!”
Lancelot intentó abrir la puerta con sus manos.
- ¡Está atrancada! ¡Traed un banco de piedra! Lo usaremos como ariete.
Leonard y Viczan se apresuraron a llevar el banco hasta el portón. Entre los tres, lo golpearon repetidamente. Las bisagras comenzaron a ceder y finalmente la puerta se quebró. El interior del mercado estaba envuelto en una niebla de humo negro y ceniza. Las enormes vigas de madera que encumbraban el edificio apenas eran visibles con la humareda. Viczan entró cubriéndose el rostro y dio varios pasos al frente. De pronto, chocó con un cuerpo que yacía en el suelo. Era uno de los mendigos que dormía allí y que, por lo visto, se había desmayado con tanto humo. Viczan lo levantó en brazos y lo sacó al exterior. Cuando volvió a entrar, pudo oír con claridad como las llamas hacían mella en la estructura. Tanteó el suelo y encontró nuevos cuerpos inconscientes. Uno a uno los fue sacando, entre gritos y confusión del exterior. Las enormes vigas empezaron a crujir con más fuerza. La estructura estaba cediendo ante su propio peso. La visibilidad era casi nula pero Viczan volvió a entrar, pues aún quedaba gente dentro. De pronto, un potente crujido de madera resonó en lo alto. Pensó que el techado entero se le caía encima, pero solo se oyó un golpe seco y tras él, silencio, así que aprovechó la tregua para extraer los últimos cuerpos.


En la plaza, algunos ciudadanos reanimaban con éxito a los maltrechos indigentes. La gente se había agolpado alrededor de la entrada y sonaban gritos de júbilo. Muchos conocían ya a Viczan y sabían lo que acababa de hacer. La muchedumbre levantó los brazos y gritó al cielo “Viczan, Viczan, Viczan”. Algunos guardias evitaron que los emocionados ciudadanos se acercaran demasiado a la entrada por el riesgo de desprendimiento. “Viczan, Viczan, Viczan”. El capitán Lancelot estaba cerca de Leonard. Sus rostros mostraban preocupación por lo ocurrido pero también la satisfacción de ver como la gente que dormía en el mercado había sido rescatada con éxito. Viczan pensó en la gran recompensa que le esperaría por su esfuerzo. Y entre gritos y aplausos, alcanzó a oír la voz del capitán.
- Mañana partiré al castillo para informar a su majestad de lo ocurrido en los últimos días. Y esta vez no iré solo.

CONTINUARÁ
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MensajeTema: Re: Distrito Sacrivia   Distrito Sacrivia EmptyMiér 27 Oct 2010, 19:55

Oye está genial!!!! sunny Me ha encantado esta parte, de verdad, las conversaciones, el tono, la situación. Por cierto no he leido nada de The Witcher, pero el tono me recuerda un poco al juego, no? No se quizá sea una asociación tonta, pero eso hace que me guste más incluso!!! Felicidades!!!

Saludos!!!! affraid
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MensajeTema: Re: Distrito Sacrivia   Distrito Sacrivia EmptyMiér 27 Oct 2010, 20:11

Harrypotas escribió:
Oye está genial!!!! sunny Me ha encantado esta parte, de verdad, las conversaciones, el tono, la situación. Por cierto no he leido nada de The Witcher, pero el tono me recuerda un poco al juego, no? No se quizá sea una asociación tonta, pero eso hace que me guste más incluso!!! Felicidades!!!

Saludos!!!! affraid

Pues la verdad, Harry, no he leido nada de The Witcher ni tampoco he probado el juego xD Pero obviamente, si que me he inspirado en otras cosas que ahora no procede decir para no quitarle el encanto al relato... xD Y bueno, solo queda el cuarto capítulo que cierra la historia y que espero colgar en pocos días. Gracias por la atención Wink
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MensajeTema: Re: Distrito Sacrivia   Distrito Sacrivia EmptyMiér 27 Oct 2010, 22:10

Magnifico, pues estaremos a la espera!!!!! sunny

Saludos!!!!
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Xardas
Paladín
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MensajeTema: Re: Distrito Sacrivia   Distrito Sacrivia EmptyMiér 27 Oct 2010, 23:56

Esta de lujo Vizcan, ya voy por el capitulo 2 sigue asi que es genial!!!
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Viczan
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MensajeTema: Re: Distrito Sacrivia   Distrito Sacrivia EmptySáb 30 Oct 2010, 20:02

ÚLTIMO CAPÍTULO. LA BESTIA

Un hombre achaparrado y de caras vestiduras ascendía lentamente por una interminable escalera de caracol, balbuceando algunas quejas con la respiración entrecortada. Cuando superó los últimos escalones, accedió a un enorme mirador donde Lancelot, el capitán de la guardia, esperaba pacientemente.
- Saludos, capitán. Me llamo Gladimir. Soy el maestro constructor que habían llamado con urgencia.
- Gracias por acudir, Gladimir – dijo Lancelot con tono grave – El motivo de nuestra llamada es consecuencia del incendio de anoche en el mercado. Imagino que ya está al corriente.
El maestro constructor asintió con la cabeza.
- Toda la ciudad lo sabe.
Lancelot apoyó las manos en la barandilla.
- La estructura de vigas parece que aguantó la embestida del fuego. Pero no sabemos por cuanto tiempo. Le he hecho subir a lo alto de la Torre del Centinela para que vea lo mejor posible el tejado del edificio, y me de su valoración.
El maestro Gladimir observó detenidamente la techumbre.
- La cubierta de tejas está muy dañada pero eso no viene de anoche. El desgaste por el paso de los años ha creado fisuras y algunas zonas vacías que necesitarían volverse a entejar. Esa cubierta poco podrá proteger de la lluvia a los tenderos. Ayer por la mañana estuvo lloviendo con intensidad, y las vigas interiores se debieron mojar por lo que después, al fuego le resultó difícil propagarse con la humedad aún reciente.
- Es cierto – afirmó Lancelot – El fuego se extinguió progresivamente, poco después de sacar a todos los ciudadanos del interior.
- No obstante, las vigas habrán sufrido grandes daños – añadió Gladimir – Ahora quizá se mantengan en equilibrio, apoyadas unas en otras. Pero es algo provisional y muy inseguro. Podrían ceder en cualquier momento. De todas formas, desde esta posición apenas puedo apreciarlas. Tendría que estar más cerca. Podría entrar en el mercado y estudiar mejor la situación desde dentro.
- Eso es imposible – dijo el capitán con apremio – Si la caída de la estructura daña a alguien, seré yo el único responsable. No puedo dejarle entrar, ni a usted ni a nadie.


La fría bruma gris se desvanecía con el amanecer. Viczan volvía a pisar el patio de adiestramiento cuando Lancelot se le acercó para estrecharle la mano.
- Buenos días, héroe. Tengo que darte la enhorabuena por el excelente trabajo de anoche. Fue una gran demostración de coraje que te honra. Ahora todo el barrio de Sacrivia te conoce. Y no dudes de que pronto recibirás tu merecida recompensa.
- Gracias, capitán – contestó Viczan – Ya le dije que le ayudaría en lo que me fuera posible.
Ambos desenvainaron las armas y dio comienzo una nueva práctica. El antiguo mercenario había mejorado mucho en los últimos días; realizaba estocadas con fluidez y se defendía bien.
“Un paladín debe estar siempre donde más se le necesite”
“Tenemos que ser duchos en todos los oficios, conocer todos los gremios. Solo así evitaremos que el enemigo se nos adelante y nos engañe”
Al concluir la clase, Lancelot apoyó la punta de su espada en el empedrado, con semblante serio.
- Hoy tengo concertada una audiencia ante el Rey, y he decidido llevarte conmigo para poder mostrarle un testimonio de primera mano visto desde los ojos de un hombre del exterior. Quizá así entre en razón y procure a Sacrivia la ayuda que tanto necesita.


Tras prepararse las vestiduras para la reunión, Viczan y el capitán abandonaron el cuartel. Atravesaron la Plaza de Sacrivia en dirección al castillo. Justo antes de subir la escalera que les conducía a la zona Real, Viczan vio a Adam a lo lejos, apoyado en la pared para poder mantener el equilibrio.
- Vamos – dijo Lancelot – El tiempo apremia.
Viczan observó el rostro afligido del capitán.
- Capitán, se que le duele ver a Adam así.
- Ese hombre llegó un buen día al barrio, convencido de querer entrar en la guardia. No tenía papeles ni nadie que le avalase. Aseguraba llamarse Adam y decía venir de la colonia, en Khorinis. Aún así, puse toda mi dedicación en enseñarle a ser un buen guardián. Pero él lo echó todo a perder; se dio a la bebida.
- Puede que le exigiera demasiado – añadió Viczan – Y que él no aguantara la presión.
- Es posible. Dicen que antes era más duro. Dicen que me he ablandado con los años. Pero ya da igual. Prefiero no hablar de ello.


Tras subir los últimos escalones, accedieron a la zona del castillo. Atravesaron el patio Real, pasando junto a varios puestos de mercaderes. Llegando a los portones, los dos centinelas les permitieron el paso y continuaron hasta acceder a la sala del trono. El Rey Rhobar II estaba de pie, junto a varios de sus consejeros, rodeando una mesa colmada de pergaminos.
- Capitán Lancelot – dijo airadamente uno de los consejeros – Le estabamos esperando.
- Saludos, majestad – dijo haciendo una reverencia hacia el rey – Vengo a la audiencia programada para hoy.
- Muy bien – contestó Rhobar II – Y veo que has traído compañía...
- Así es, majestad. Este hombre viene de tierras lejanas y ha decidido parar sus días en Sacrivia. Dada su intención de ayudar, lo he acogido como voluntario en la guardia, bajo mi responsabilidad.
Se oyeron murmullos entre los consejeros.
- A su vez, como extranjero, puede aportar un testimonio vivo y objetivo de los sucesos ocurridos en el distrito.
El rey hizo un gesto de aprobación.
- En ese caso, haría bien en presentarse primero.
Viczan dio un paso al frente.
- Mi nombre es Viczan. Hace ya tres días que llegué a Vengard, tras oír rumores sobre la mala situación en el distrito Sacrivia. Desde entonces he estado voluntariamente a las órdenes del capitán.
Otro de los consejeros intercedió.
- A estas alturas, somos bien conscientes de los sucesos ocurridos en Sacrivia. Pero dada la insistencia del capitán Lancelot, cuéntanos tu experiencia.
Viczan procedió a relatar los hechos ocurridos desde su estancia en el barrio, empezando por el robo de ballestas modernas en la armería, la intrusión en la antigua cámara de tortura y el incendio en el mercado.
- ¿Alguna hipótesis? – preguntó Rhobar II.
- Por ahora no tenemos nada, majestad – respondió Lancelot – El robo en la armería pudo ser cualquier ratero con ánimo de lucro. Pero la intrusión en la cámara da pie a pensar que se ha estado utilizando el material que quedaba allí dentro.
- ¿Herramientas de tortura? – preguntó un consejero.
- No. Esas estaban en desuso. Pero había varios elementos de herrería, una mesa de alquimia e incluso libros. Y todo ello ha sido usado recientemente.
- ¿Y lo del incendio?
- Ese incidente da pie a pensar que ha sido premeditado – contestó el capitán – La hora a la que sucedió, el atrancamiento de la puerta y el hecho de que incendiaran el techado, nos hace pensar que querían acabar con la vida de los mendigos que pasaban allí la noche.
El rey se quedó pensativo, mientras se acariciaba las barbas. Y entonces Lancelot volvió a intervenir.
- La situación de Sacrivia requiere tomar medidas urgentes. La escasez de guardias está provocando una gran inseguridad en los ciudadanos. Saben que no podremos protegerles en cada esquina. Y los últimos sucesos ocurridos me hacen pensar que podrían ocurrir males peores si no le ponemos remedio a esta situación.


A mediodía, el consejo hizo un descanso. Lancelot salió al patio para tomar el aire. Allí le esperaba Leonard, su hombre de confianza.
- ¿Todo bien? – preguntó.
- No lo sé, es pronto para saberlo – dijo el capitán con la mirada perdida entre las altas torres – Cuando comuniqué a mis más allegados la intención de trabajar en Sacrivia, me instaron a abandonar, a elegir otro distrito más estable. Pero yo siempre quise ser capitán de la guardia en Sacrivia. Pensaba que podría cambiar las cosas. Ha llovido mucho desde entonces, y la situación no mejora. Siento que todo se me va de las manos.
- Capitán – dijo Leonard – Usted es un ejemplo a seguir por los guardias y paladines del distrito. Estoy convencido de que todos le consideran un líder eficiente. Hace lo que puede, y con eso basta. Pero tiene que pensar que todo se va a solucionar. Que Sacrivia será un lugar mejor. Que sus calles colmarán de gente, música y danza. Y sonarán tambores. No piense en aquellas cosas que han podido salir mal, sino en todas las demás que sin duda salieron bien. Y no se atormente; no sería justo.


El sonido de un cuerno llamó de nuevo a los presentes ante el consejo. De nuevo en el salón del rey, uno de los consejeros tomó la palabra.
- Capitán Lancelot, comprendemos tus peticiones pero sabes bien que las tropas de Myrtana tiene su sitio prioritariamente en el exterior de Vengard. La guerra contra los orcos se cierne sobre esta tierra y debemos estar alerta. No obstante, has de saber que varios regimientos están de regreso mientras hablamos, pues han recibido su relevo recientemente. Como medida extraordinaria, el primer regimiento será enviado directamente a Sacrivia. Se prevé que a lo largo de esta tarde o noche atraviesen las puertas de la ciudad. Por tanto ya puedes hacer los preparativos necesarios para recibirlos en el cuartel.
Al capitán se le iluminó el rostro.
- ¿Antes de que nazca un nuevo día habrán llegado?
Así está previsto al menos – contestó el consejero – No obstante, hemos de informarte de algo más. El consejo ha estado discutiendo ampliamente durante estos últimos días acerca de tu labor como capitán de los paladines. Para muchos miembros, la escasez de soldados no resulta motivo suficientemente para los últimos hechos ocurridos en Sacrivia. Esto es un toque de atención, capitán Lancelot. Esperemos que en los próximos días no haya que lamentar nuevos incidentes.
- En verdad así lo deseo yo también – respondió el capitán.
El rey hizo un gesto de desalojo con la mano.
- Podéis marcharos.


Atardecía en el distrito Sacrivia cuando Viczan y el capitán se encerraron en el despacho del cuartel.
- Esta noche puede ser la última para ti como colaborador de la guardia – dijo Lancelot – Pero también la mía como capitán. Vamos a intentar tener cubiertos todos los puntos posibles. La Avenida del Comercio estará vigilada toda la noche. Necesito también hombres en la Plaza, frente al cuartel y también frente al mercado. Aún hay riesgo de desprendimiento y no puedo permitirme errores. Voy a hablar con Corinn. Mañana tiene que entregar su informe semestral de comercios. Hace un año atentaron contra la vida de su marido y el motivo pudo ser el puesto que ella ocupa ahora. Quizá alguien no quiere que se publique ese informe, es lo único que se me ocurre. Así que quiero que cenes con Corinn y te quedes en su casa toda la noche mientras no te de otra indicación. En cuanto lleguen los refuerzos, haré relevos y pondré guardias en cada calle. Pero si algo ocurre antes de que lleguen, estarás solo. Confió en ti.


Cayó la noche en Sacrivia. Las estrellas brillaban en el firmamento. Corinn abrió la puerta de su casa a Viczan.
- Me alegro de que estés aquí. Gracias por venir.
La inspectora estaba visiblemente nerviosa y el pequeño Bastian aguardaba en silencio, sentado en la mesa. La cena ya estaba lista. Se dispusieron a comer sin mediar palabra. Viczan pensó en sacar algún tema de conversación pero la situación era demasiado tensa. Así pasaron unas horas hasta que se hizo casi medianoche. De pronto, unos pasos resonaron en la calle, cerca de la puerta. Uno de ellos, con golpes mas secos, como un taco de madera. Alguien llamó a la puerta.
- ¿Quién es? – preguntó Corinn levantándose de la mesa.
- Soy Arcan – dijo la voz de fuera.
En verdad, la voz sonaba realmente como la de Arcan, el armero. La inspectora se acercó cautelosa a la puerta.
- Es muy tarde, Arcan. Ya hablamos otro día.
- Quería saber si va todo bien – dijo él.
- Si, todo bien, gracias.
- Corinn... – insistió de nuevo – ¿me puedes abrir?
- Me iba ya a dormir – contestó ella – Estoy muy cansada.
- Corinn, me quedaré más tranquilo si te veo. Ábreme.
La inspectora enmudeció.
- Ábreme, Corinn ¡Ábreme, golfa!
De pronto, algo golpeó violentamente la puerta. Viczan se puso en pie de un brinco y desenvainó su espada. El capitán le había enseñado bien y quizá era el momento de ponerlo todo en práctica. La puerta crujió de nuevo y las bisagras comenzaron a ceder. Fuera se oían varias voces. El armero no estaba solo.
- ¡Poneos a cubierto! – exclamó Viczan mientras se situaba frente a la entrada – ¡Yo me ocuparé de esto!
La inspectora y su hijo retrocedieron y subieron la escalera hacia los dormitorios. Un nuevo estruendo sonó desde el exterior y la puerta de la vivienda se vino abajo. Antes de que Viczan pudiera impedirlo, Arcan y varios hombres más entraron de un brinco dentro de la vivienda.
- ¿Pero que tenemos aquí? – se mofaba el armero – Si es el famoso Viczan, el amigo de los paladines...
Los hombres que venían con Arcan eran todos comerciantes conocidos del barrio y empuñaban espadas y hachas. Viczan esquivó los primeros golpes y contraatacó hiriendo por el flanco a uno de ellos. El armero portaba un gran mazo que dirigió vehemente hacia el antiguo mercenario. Viczan pudo esquivarlo a tiempo, haciéndolo impactar contra una pared, pero entonces quedó rodeado por sus contrincantes. Uno de ellos le hizo un corte superficial en el brazo y otro le golpeó con el mango del hacha, haciéndolo trastabillar. Entonces Arcan aprovechó para golpearle con su mazo en el costado. Viczan cayó de bruces contra el suelo, pero aún era consciente. Entonces otro de los comerciantes le dio un golpe seco en la nuca, y todo se volvió oscuridad.
Arcan rió abiertamente mientras se frotaba la barbilla.
- Bien, bien. Apagad las luces. La inspectora y su hijo ya no tienen salida. Acabaremos con los dos y lo dejaremos todo preparado. Y mañana, cuando Viczan despierte, será culpable de asesinato. No importa lo que diga. Lo será.


Lancelot aguardaba sentado mientras Viczan permanecía dormido. Poco a poco, se fue despertando y distinguió el techo abovedado de los dormitorios del cuartel. El capitán le miró satisfecho.
- Buenos días.
Viczan estaba algo confuso.
- ¿Qué ha ocurrido? Ellos entraron por la fuerza... No pude hacer más... Me golpearon...
- Tranquilo – le interrumpió el capitán – No tienes de que preocuparte. Anoche llegó la tropa de guardias que me prometió el consejo. Los recibí en el cuartel y acudimos de inmediato a la vivienda de Corinn. Llegamos justo a tiempo para capturar a Arcan y sus hombres antes de que ocurriera una desgracia. Corinn y Bastian están a salvo, en su casa. El armero ha sido encerrado provisionalmente en la cárcel de Sacrivia. A los demás los hemos enviado a cárceles de otros barrios. Todos ellos serán juzgados ante el consejo por el intento de asesinato de la inspectora y su hijo. Además hemos registrado sus viviendas y hemos encontrado pruebas que los incriminan como culpables del incendio en el mercado.
Viczan suspiró aliviado y Lancelot puso la mano en su hombro.
- Parece que todo ha terminado. Aunque ayer se me informó de un pequeño robo en la casa de un tendero. Posiblemente ocurrió antes de ayer. Le robaron Cuerda Maestra. Bastantes metros pero aún le quedará algo por si quieres comprar. Es una cuerda de manufactura nordmariana, muy resistente y prácticamente ignífuga.
- Capitán – dijo Viczan incorporándose – Puedo ocuparme de ese robo. Y las investigaciones de la armería y la cámara de tortura aún no han concluido.
- No, Viczan. Ya has hecho bastante. El principal mal de este distrito han resultado ser unos comerciantes maliciosos, no dispuestos a acatar nuestras reglas de comercio. Y ya han sido capturados.
De pronto, el antiguo mercenario notó la vibración de unos golpes lejanos y acompasados.
- Tambores – dijo Lancelot – Lo prometido es deuda.
De un petate sacó una pequeña bolsa de cuero y se la extendió. Estaba llena de monedas de oro. Viczan se puso en pie y se la ató al cinto.
- Y ahora, tengo una última misión para ti – añadió el capitán – Sal al balcón y saluda. La plaza está colmada de gente llegada de todos los rincones de la ciudad. Ellos ansían verte, pues te conocen, y se ha hecho eco de tus hazañas.
Viczan salió al balcón de la plaza y el sol de la mañana le bañó el rostro. En cuanto le vieron aparecer, un gran alboroto inundó la plaza. Leonard también estaba en el balcón, sonriendo abiertamente.
- Gente, música y danza.
Viczan observó a la multitud congregada y vio a Adam entre ellos. Parecía algo más sobrio que de costumbre y se había recortado su abandonada barba para dejársela tipo candado.


Corinn y su hijo Bastian se asomaron por la ventana del dormitorio, escuchando el alegre golpeteo de los tambores. Por un instante se miraron el uno al otro, con una sonrisa cómplice.
Willow, el posadero, caminaba por la Plaza de Sacrivia. Se aproximó con cuidado a la maltrecha entrada del mercado. Solo había un guardia vigilándola, y estaba más pendiente de la fiesta que de prohibir el paso a los curiosos. De modo que en cuanto se dio la vuelta, el posadero aprovechó para entrar de un brinco por el hueco del portón. Dentro, solo había algunos restos de ceniza y pequeños trozos de madera. Caminó hacia el centro de la estancia, en silencio. Se detuvo y miró hacia arriba.
Arcan, el armero, permanecía sentado en el banco de su celda, con el rostro ensombrecido y la mirada perdida. Al otro lado de los barrotes estaba Argomir, el carcelero, que le observaba con interés.
- Parece ser que los guardias os capturaron a ti y a tus hombres justo a tiempo. O al menos es lo que me ha dicho el capitán.
Arcan levantó la cabeza y miró fijamente al carcelero.


Lancelot se encerró en su despacho. No había conseguido conciliar el sueño en toda la noche. Las dudas le atormentaban. Había mentido a Viczan y había mentido a la gente de Sacrivia. Y mentiría de nuevo cuando tuviera que declarar ante el consejo. Había mentido, y volvería a hacerlo... pero no sabía por qué. Y hallar la respuesta a esa pregunta era lo que le había mantenido en vela toda la noche. Algo no cuadraba, algo se le escapaba. Y era el capitán de los paladines. Nada debería ocurrir sin que él lo supiera. Se apoyó en el marco de la ventana que había tras su escritorio, observando el bullicio de la plaza, y se hundió en sus propios pensamientos.
“Un paladín es un hombre de bien, y todo hombre de bien sigue un código.”
“Hacemos de nuestra vida la protección, y de la protección una forma de vida.”
“Un paladín debe estar siempre donde más se le necesite”
“La vida del paladín requiere una gran dedicación y sacrificio. El cuartel es nuestro hogar, el refugio que todo guardián necesita. Un lugar donde aislarse del mundo y pensar con claridad.”
“La investigación es fundamental. Un buen investigador debe tener en cuenta todas las posibilidades, todos los elementos. Lancelot ¿Seguro que has pensado en todo? ¿No hay nada que hayas pasado por alto? ¿Algo que no hayas considerado lo suficiente? ¿Algo de lo que nunca quieras hablar? Quizá porque no te gusta pensar en ello. Quizá porque te entristece. ¿Hay algo o alguien?”
Al capitán no le gusta hablar de Adam. Creo que le entristece.
Lancelot suspiró.
Ese hombre llegó un buen día al barrio, convencido de querer entrar en la guardia. No tenía papeles ni nadie que le avalase. Aseguraba llamarse Adam y decía venir de la colonia, en Khorinis. Aún así, puse toda mi dedicación en enseñarle a ser un buen guardián. Pero él lo echó todo a perder; se dio a la bebida.
“Debes tener en cuenta todas las posibilidades... ¿Cómo sabes que está borracho?”
Ja ja ja... ese borracho es todo un espectáculo. Yo le he visto caerse más de veinte veces. Solo sabe empinar el codo.
“¿Y como sabes que está borracho?”
Ni siquiera es un borracho respetable. No tiene aguante con la bebida. Se toma un par de cervezas y ya empieza a volar.
- No puede ser ¿por qué iba a fingir todo este tiempo? ¿Por qué haría algo así?
… puse toda mi dedicación en enseñarle a ser un buen guardián…
“Adam, la discreción puede ser un valioso aliado. Si tus enemigos te subestiman, tendrás ganada media batalla.”
Se pasa las horas en la taberna.
“Quizá lo propio sería empezar por la taberna. Ya se sabe lo que dicen. La taberna, el sitio ideal para enterarse de los chismes.”
- Los comerciantes solían ir a la taberna, y Adam, caminando entre las mesas y apoyándose en la barra, fingiendo estar borracho. ¡Les ha estado escuchando!
Lancelot se echó las manos a la cabeza.
No tenía papeles ni nadie que le avalase. Aseguraba llamarse Adam...
- Ni siquiera se si realmente es su nombre.
“Un paladín debe estar siempre donde más se le necesite”
Bienvenido a Sacrivia. Hoy por hoy, el barrio más conflictivo de Vengard.
- Adam no tiene familia, ni casa, ni amigos ¿Por qué pasa todo su tiempo en un lugar como éste?
“La vida del paladín requiere una gran dedicación y sacrificio.”
En la taberna, Adam se sinceró con Viczan.
- Si algo he de lamentar, es no haber tenido mujer e hijos. Una familia que siempre te espera y te recibe con los brazos abiertos.
- Pero Adam, aún eres joven. Estás a tiempo de cambiar. Si no te gusta la vida que llevas, haz algo al respecto.
- No – respondió Adam – Ya es tarde para cambiar. He elegido vivir así.

¿Vivir así? ¿Vivir como? Lancelot notó como las piernas le flaqueaban.


Dicen que una bestia habita entre nosotros. Una sombra que aparece en la noche.
La vi desde mi ventana. Estaba sobre esos tejados. Miraba los edificios, las calles, a mí...

“Hacemos de nuestra vida la protección, y de la protección una forma de vida.”
Camina sobre los tejados de las casas, siempre oculta en sombras.
Tenía unas garras muy grandes.

- La armería de Arcan fue asaltada. Le robaron ballestas modernas. Ballestas de una mano.

Spoiler:

“El cuartel es nuestro hogar.”
Alguien ha estado entrando en la antigua cámara de tortura.
“Porque todo guardián necesita un refugio, un lugar donde aislarse del mundo y pensar con claridad.”
“Tenemos que ser duchos en todos los oficios, conocer todos los gremios.”
En la cámara hay varios elementos de herrería, una mesa de alquimia e incluso libros. Y todo ello ha sido usado recientemente.
No tenemos suficientes hombres para vigilar cada esquina. Por la noche puede pasar de todo sin que nosotros lo sepamos. Y aun así, es milagroso que no hayan ocurrido mayores males en todo este tiempo.

Lancelot notó un nudo en la garganta.
- No ha sido suerte... Las calles de Sacrivia son peligrosas. Y Adam no lleva ningún tipo de protección...
Entonces el capitán recordó la mancha de sangre en el suelo de la cámara.
Arcan y los demás comerciantes murmuraban en torno a una mesa de la taberna.
- Esta noche prenderemos fuego a la techumbre del mercado. Lo he estado estudiando: Las vigas cederán y aplastarán a esos malditos indigentes mientras duermen. Nunca volverán a robarnos.
- Habla más bajo, que nos oirán – susurró otro.
- No te preocupes. Solo está ese borracho que no se entera de nada.

Willow observaba boquiabierto la quebradiza estructura de vigas. Una maraña de cuerdas entrelazadas y unidas a los pilares maestros la sostenían, evitando que cayera. El tabernero no daba crédito a lo que veían sus ojos
- Es como una... telaraña gigante.


- Madre ¿nos va a pasar algo malo?
- La pregunta que debes hacerte es ¿qué clase de historia es esta?

Arcan miró fijamente al carcelero.
- Mis hombres y yo dejamos Viczan fuera de combate y esa maldita inspectora debía pagar por su honradez. Pero entonces oímos golpes en el tejado. Parecían pisadas. Algunos dijeron que era la bestia de la que todos hablan. Yo les quise hacer entrar en razón, pero no me escucharon. Las pisadas cambiaron de posición y finalmente algo pareció caer al nivel del suelo. Abrimos la puerta y la vimos en medio del parque, mirándonos. Todo estaba muy oscuro. En algún momento, las lámparas de alrededor se habían apagado. Varios de mis hombres cargaron contra aquella cosa empuñando sus armas. Pero de pronto, unas enormes garras emergieron de aquel cuerpo. Con ellas les señaló y dos de ellos cayeron. Los demás se enfrentaron cuerpo a cuerpo pero pronto oí sus quejidos y el posterior silencio. Y para cuando quise darme cuenta, aquella bestia había cruzado el portal de la casa. Estaba frente a mí, en el otro extremo de aquel oscuro salón y me miraba en silencio. Ya no mostraba sus garras. Le lancé mi maza con toda la fuerza que pude pero pareció esquivarla. Me di la vuelta para huir hacia las habitaciones pero se abalanzó sobre mi espalda. Me golpeó en el cuello y me desperté en esta celda.
Argomir permanecía pensativo.
- Así que un monstruo de grandes garras. Seguro que también tenía ojos penetrantes...
Arcan frunció el ceño
- No estoy loco.
Los demás presos gritaron lo mismo desde sus celdas.
- ¿Y que hay de la inspectora y su hijo? Ellos seguían ahí.
- No lo se.


... Adam comprobó el pulso de Viczan. Corinn y su hijo lo habían visto todo y se escondieron en el desván. Pero Adam los siguió hasta situarse frente a ellos, con la sombra de una capucha oscureciéndole el rostro y las ballestas guardadas bajo su desgastado ropaje.
- A tu marido lo envenenaron por hacer bien su trabajo. Fueron Arcan y sus hombres.
Corinn asintió nerviosa e intentó contener las lágrimas. Bastian estaba enmudecido.
- Lo siento – dijo Adam.
- No te lamentes. No fue culpa tuya.
- Si que lo fue – respondió Adam – Debí haberlo previsto y haberlo evitado.
Corinn le miró: - ¿Estás herido? Podríamos ayudarte.
- Estoy bien.
Corinn dio un paso hacia el desconocido: - ¿Puedo al menos... verte la cara?
Adam negó con la cabeza y acto seguido escuchó un sonido del exterior.
- Los guardias... se acercan.
Corinn rodeó con el brazo a su hijo.
- Entiendo... Debes irte... Puedes salir por aquí. Algunas tejas están sueltas.
Adam aceptó la ayuda.
- Buenas noches, Corinn.
- ¡Espera un momento! – exclamó desesperada – ¿Al menos debes tener un nombre?
El desconocido volvió negar con la cabeza.

La patrulla de guardias apareció tras una esquina, capitaneada por Lancelot. Varios se acercaron a los hombres inconscientes que estaban tumbados en la calle. El capitán fue a la entrada de la casa cuando, de la puerta, salieron la inspectora y su hijo.
- ¿Cuál es la situación? – preguntó Lancelot con apremio.
Corinn bajó la voz y casi con un susurro dijo:
- Capitán, será mejor que entre... solo usted.


La gente seguía aplaudiendo en la plaza y los tambores sonaban cada vez con más brío. Viczan sonreía satisfecho, con su recompensa atada al cinto y escuchando a la multitud aclamar su nombre “Viczan, Viczan, Viczan”. Lancelot estaba apoyado en el marco de la ventana, con una ligera sensación de ahogo. Miró a la muchedumbre y entonces vio a Adam, el antiguo reo de la Colonia, como uno más. Dedicó una última sonrisa a Sacrivia y se alejó, hacia la plaza del lavadero.
- Adam... si es que realmente te llamas así. No tenías por que hacerlo. No sabía que estabas... Fui demasiado duro contigo y ahora estás herido.
El hombre atravesó el arco de piedra gris que le alejaba del barrio, mientras aumentaba el embate de los tambores. Lancelot tenía la mirada perdida entre los festejos.
- Quise buscar al creador y me he encontrado a mi mismo. Pero creo que ya lo entiendo. Adam se va porque su trabajo aquí ha terminado. Porque Sacrivia era solo el principio. Porque la ciudad entera le está esperando. Y más allá de los muros, Myrtana.
“No desearás oro ni joyas.”
“No anhelarás gloria ni reconocimiento de ningún tipo.”
Continuó caminando con paso firme, a pesar de las heridas. La guerra contra los orcos le aguardaba, más allá de los límites de la ciudad; pero dentro, nadie le miraba, nadie le hablaba. A nadie le importaba, porque solo era un borracho. El bramido de los tambores se volvió ensordecedor. Lancelot agachó la cabeza y de sus ojos empezaron a brotar lágrimas.

Dicen que una bestia habita entre nosotros. Una bestia de la justicia. Un guardián que nos protege. Un maestro, que controla todos los oficios y domina todas las artes. Un explorador incansable, que conoce todos los caminos. Pero sobre todo, un guerrero. El guerrero que Myrtana necesita, y al que nunca recordará.

Porque él es un héroe anónimo. Un héroe... sin nombre.

FIN
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MensajeTema: Re: Distrito Sacrivia   Distrito Sacrivia EmptySáb 30 Oct 2010, 20:50

Ahora estoy liado con la tradu, pero me reservaré un buen momento para leerlo, en cuanto lo haga opino, editando este post!!! Así por encima se ve grandioso para cerrar el ciclo, jeje!!!

Saludos!!!
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MensajeTema: Re: Distrito Sacrivia   Distrito Sacrivia EmptyDom 31 Oct 2010, 00:22

Una gran historia, desde luego, ata los cabos de manera muy sorprendente, y atrae al lector. Muy bien redactada, se nota que está muy trabajada. Gran trabajo, Viczan Wink
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MensajeTema: Re: Distrito Sacrivia   Distrito Sacrivia EmptyDom 31 Oct 2010, 00:28

Primer relato acabado del foro creo yo Razz. Lo tengo pendiente a leer, sin falta Wink.
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MensajeTema: Re: Distrito Sacrivia   Distrito Sacrivia EmptyDom 31 Oct 2010, 12:27

Bueno, iba a modificar el post anterior, pero mejor lo pongo en uno nuevo porque lo merece!!!! Magnifico relato, me ha encantado, está ya entre mis favoritos de este foro, dentro y fuera, jeje!!! Realmente muy bien trabado y cerrado, admirable la dedicación que le has puesto Viczan!!!!

Saludos y enhorabuena!!!!!
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MensajeTema: Re: Distrito Sacrivia   Distrito Sacrivia EmptyDom 31 Oct 2010, 12:35

Gracias, compañeros!! Ha sido un placer.
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MensajeTema: Re: Distrito Sacrivia   Distrito Sacrivia EmptyMiér 15 Dic 2010, 20:10

a sido buenisimo
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MensajeTema: Re: Distrito Sacrivia   Distrito Sacrivia EmptyMiér 15 Dic 2010, 21:05

Grandísimo relato, Viczan. Espero que nos brindes en más ocasiones tu talento y esfuerzo para que podamos disfrutar de grandes historias como es Distrito Sacrivia
Saludos muchachos
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MensajeTema: Re: Distrito Sacrivia   Distrito Sacrivia Empty

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